28/11/13

Revisión: ADIÓS A LAS VEGAS (LEAVING LAS VEGAS, 1995)



Director: Mike Figgis

- I -

Ben (Nicolas Cage) es un dipsómano irredimible, que ahoga sus penas y exterioriza su alegría con litros de bebidas alcohólicas. Los motivos de la adicción de este guionista de cine no están claros pues él mismo reconoce que ya no se acuerda si esto empezó porque su mujer lo dejó o si fue a a causa del alcohol que ella se marchó. El film lo ubica en una situación tal que es rechazado por sus amigos, visto con desconfianza por los extraños y, finalmente, despedido de su trabajo por un jefe que condolido de su debilidad lo indemniza generosamente. Mike Figgis, director de la cinta, utiliza imágenes breves a manera de prólogo (todo esto aparece antes de que salgan los créditos del film) para describir a su personaje que, teniendo como último destino Las Vegas,  está a punto de iniciar, cuesta abajo, una carrera sin retorno.

Como si de un reportaje se tratara, Sera (Elizabeth Shue), una prostituta que más allá de su espléndido físico rezuma sexo por donde se la mire, habla ante la cámara definiéndose a sí misma como una “fantasía” para los hombres. Ella ha venido a Las Vegas tras el tintineo de las monedas y el color verde de los dólares. En varias ocasiones ella relatará ante la cámara sus impresiones acerca del compromiso que llega a establecer con Ben a partir de un casual encuentro callejero. 

El film, de ritmo ligero y a base de planos cortos, intenta componer un cuadro dramático de la relación torturada entre el alcohólico Ben y la prostituta “corazón de oro”, que se ofrece a cuidarlo sin interés alguno. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos  de Cage y la relevante actuación de Elizabeth Shue, jamás llegamos a creernos esta relación. Hay mucho de impostado en Cage, un buen actor pero que tiende a la sobreactuación y que requiere un control cercano de parte de la dirección. Y ello es, en gran medida, la causa del fracaso de la película, en tanto que no logra eludir el carácter de representación del film, vale decir, su puesta en escena queda en evidencia.

Muy pocos momentos de ADIOS A LAS VEGAS revelan espontaneidad. Casi todo se descubre como un producto de laboratorio, donde ya sabemos cuál va a ser el efecto final. Todo está dicho desde el momento en que Ben se va a vivir a la casa de Sera y ella acepta el alcoholismo de Ben. Lo que viene a continuación es enteramente previsible. Sólo queda por saber cómo el Cage actor reaccionará ante determinadas situaciones, generadas por el exceso de alcohol, que el Ben-personaje protagonizará.

- II -

Ben es un personaje de muy pocos matices. Para él la tristeza o la alegría no tiene mayor sentido que el situarse ante una botella y vaciarla sin vacilación alguna. Es incapaz de un acto de generosidad, sumido como está entre los vapores de alcohol. Se revela insensible a la pasión amorosa de Sera. No tiene ningún horizonte y ha cercenado su pasado. Es un autómata, con algunos reflejos humanos. Se podría pensar que, efectivamente, el cuadro se corresponde con la realidad lacerante de un verdadero alcohólico. Pero, no lo olvidemos, el cine reclama su propia verdad. Los personajes deben ser enteramente creibles a partir de un diseño que contemple su definición en coherencia con sus motivaciones y con la realidad fílmica circundante. A partir de allí se podrá establecer la legitimidad o no de la puesta en escena.

Por ello se hace necesario ahondar en  las razones del alcoholismo de Ben. Y ello no quiere decir que deba declararlo en algún momento. El film debe hacerlo conocer. El personaje tiene que ser entendido o comprendido desde sus propios actos, pero también desde el contexto en el que se mueve. No son las negativas del personaje a explicitar su situación las que impiden que los conozcamos. Es la puesta en escena desarrollada de manera elemental la que nos niega el acceso al conocimiento de Ben  y, ello  descubre la incapacidad del director para forjar un universo verosímil.

Los personajes viven y actúan como careciendo de conflicto alguno. Más bien, pareciera que estamos ante una historia de amor convencional, con infidelidad incluída y su acento trágico final como para conmover a la platea. Figgis se complace en mostrarnos situaciones epidérmicas, pero que demandan del actor un gran despliegue de sus recursos artísticos; ello,  por supuesto hace que Cage las disfrute a plenitud, a sabiendas que los miembros de la Academia lo tomarán en cuenta a la hora de las premiaciones. Pero, cuando el film termina, debemos admitir una sensación de desencanto, porque jamás fuimos implicados en la historia y el personaje principal nos dejó completamente indiferente.

Los decorados en los que se mueven Ben y Sera cumplen una simple función de adorno. La historia bien pudo haber ocurrido en cualquier otra ciudad grande de USA, ya que las connotaciones de fortuna, oportunidades, realización del sueño americano, o su imposibilidad de alcanzarlas, que podrían derivarse de la huída de los personajes a Las Vegas, se pierden al carecer el film tanto de  profundidad en la observación como de aristas críticas. Así pues, los decorados aparecen divorciados de los personajes y no nos ayudan a encontrar una explicación de sus comportamientos.

Si no llegamos a olvidar del todo a este film, ello se debe, sin duda, a la presencia inquietante de Elizabeth Shue, actriz que tuviera su primer papel principal en ADVENTURES IN BABYSITTING (1987, Chris Columbus), antes de alternar con Tom Cruise en la mediocre COCKTAIL (1988, Roger Donaldson) y continuar luego en papeles de segunda categoría en cintas totalmente olvidables. En ADIOS A LAS VEGAS, mérito para Mike Figgis,  su turbadora presencia, nos impresiona fuertemente. Su mirada desafiante, sus recias piernas y su caminata desenfadada con la cartera al hombro, aunadas a un buen desempeño actoral,  son imágenes que valen por sí mismas, pero que no logran evitar el naufragio del film.

Y es que planteada la relación, ya no hay más que develar. La historia se estanca, los personajes no evolucionan, las situaciones se tornan estridentes (la violación de Sera por los muchachos, la infidelidad de Ben) e intuyendo que ya no hay más por conocer, sólo atinamos a preguntarnos cuántas botellas más serán necesarias para acabar con Ben y con nuestra paciencia de espectador.

- III -

ADIOS A LAS VEGAS es un film carente de emoción, cuya planificación y montaje va a contracorriente del deseo compulsivo de Ben de agotar botella tras botella. No existen momentos vitales en la historia que sirvan de clímax a otros de tranquilidad o acumulación de energía. En gran medida sólo existe la ampulosidad del “video-clip”y sus imágenes rápidas o de suave encadenamiento que se suceden al compás de un tema musical atractivo o que sirven de ilustración a una canción.

Por citar algunas escenas: La llegada  de Ben y Sera  al cuarto del hotel por primera vez; el  segundo encuentro cuando ella lo invita a cenar; las “vacaciones” en el hotel, cerca a una piscina, ella incitándolo a Ben; Sera vistiéndose para su faena diaria con insertos de sus recuerdos y de la ciudad de Las Vegas. En todos estos momentos existe una sumisión de la imágenes a una banda sonora que, en cierta forma describe musicalmente el clima de la escena  o la música simplemente enfatiza la situación producida, asumiendo un carácter netamente ornamental. Se trata de imágenes pretenciosas, provistas de una música de calidad innegable (hay buenos toques de jazz o blues) pero en las que están ausentes la complementariedad entre imagen y sonido.

Tiempo atrás, Mike Figgis nos llegó a interesar con un film policial INTERNAL AFFAIRES (1990). Tres años después desanduvo el camino con una cinta insoportable, MR. JONES (1993), vehículo fílmico al servicio de un Richard Gere lleno de “tics”. ADIOS A LAS VEGAS, su siguiente film al servicio de Nicolas Cage, sin ponerse al nivel de MR. JONES no hace sino confirmar nuestra desconfianza en el cineasta. Film ambicioso pero uno más del montón. Pese a quien le pese.


Rogelio Llanos Q.

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