30/11/13

DÍA DE LOS ENAMORADOS

Es un deber
elogiar tus pechos, pues sus puntas son
doradas
como el sol y rojas como el atardecer.

Del Sánscrito
Mayura, hacia 800 D.C.
A Norma, Olguita, Rosita A., Rosita L., Milka, Silvana
Nancy, Doris, Sadith, Edith, Esmilda, Julissa, Vanessa,
......,Teresa y Susana, compañeras de trabajo,
voces y sonrisas de cada día.

Y para Verónica, Teresa C., Lourdes, Yorka, Carolina,
Martha y Valia. Y con ellas, Corina, Mónica, Rosita, Anita
y Elenita, amigas de juventud y tiempos gloriosos.

Pero también para Gina, Isabel, Bertha y Marisa, espejismos
e imágenes tan inasibles como inolvidables.

Y para quien entró a mi corazón, a quedarse para
siempre: Yolanda.

Hace muchos años esta fecha era únicamente conocida como el Día de los Enamorados. Las parejas buscaban furtivamente un lugar donde expresar sus íntimos afectos y sus arrebatadas pasiones amorosas. Si bien una sonrisa maliciosa solía ser el corolario de nuestra atenta observación de los apuros que pasaban estas parejas por pasar desapercibidas ante las miradas de reproche o de burla de parte de los no pocos envidiosos que atinaban pasar enfrente de los hostales de la ciudad, siempre nos sublevó la idea de que el amor y sus múltiples manifestaciones fueran objeto del escarnio público.

Recordamos aún aquellos tiempos en que algunos moralistas intentaron poner cerco al Campo de Marte para evitar que las parejas regaran la  cálida yerba o escandalizaran a los viejos y fisgones árboles del entonces acogedor parque con sus efluvios amorosos o sus desesperados gemidos de placer. Ya entonces nos preguntábamos con inquietud si sólo quienes disponían de un billete en el bolsillo tenían el derecho de disfrutar de la encubridora oscuridad de una habitación y de la acogedora complicidad de un lecho. Injusta, pues, la represión ejercida contra los amantes, que no hacían otra cosa que obedecer al llamado gozoso, y no por ello menos angustioso, de una naturaleza siempre curiosa, siempre insatisfecha.

Los tiempos han pasado, y no han pasado en vano. Hoy, esta fecha no sólo es el Día de los Enamorados, sino también el Día de la Amistad. Y lo mejor de todo es que ahora muchachos y muchachas, amigos o enamorados, disfrutan por igual de los placeres físicos y mentales que resultan del acercamiento de los cuerpos, de las manos anudadas, de los abrazos calurosos o del éxtasis de los besos encendidos. Unos y otros han comprendido cuán bueno es para el cuerpo y los sentidos, propios y ajenos, ir más allá de las palabras, y disfrutar con total impunidad de las caricias gratificantes y generosas.

Algunas veces por las mañanas, y casi inevitablemente al caer la noche, veo con íntima satisfacción y contenida alegría a las audaces parejas que aislándose del mundo retozan sobre la verde alfombra de los parques en  su vano intento platónico de fundirse el uno en el otro. Sus voces apagadas, aquellos besos interminables, esas manos temerarias, o las audaces piernas entrelazadas me recuerdan una y otra vez que la felicidad, aunque efímera y como estrella fugaz, es posible conocerla y atesorarla en lo más profundo de nuestros corazones.

Día de los Enamorados o Día de la Amistad, según el punto de vista de cada quién, es quizás un motivo para reencontrarse con el ser querido, para compartir nuevas y excitantes experiencias o tal vez para recordar, con una copa de vino como fiel compañera y el viejo Blood on the tracks en el tornamesa, aquellos amores del pasado, los agridulces amores contrariados o los dolorosos - pero no por ello menos entrañables- amores imposibles. Ya sean amores felices o no, celebremos con cariño este día, que lo más importante, y que nadie podrá arrebatarnos, es el recuerdo de haberlos vivido, imaginado o deseado.


Rogelio Llanos Q


 Lima, 14 de febrero de 2003

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