30/11/13

Carta a mi hermano Víctor: De Corridas de Toros....

Hola hermano:

No soy aficionado a las corridas de toros, pero cuando las he visto por televisión o en aquella oportunidad en que fui a Acho (la única vez, invitado por el Padre Aurelio), he sentido una singular atracción por el enfrentamiento del hombre y la fiera. Una mezcla de sentimientos: emoción, placer, angustia, rechazo, euforia, desazón, admiración...La llamada de la selva, el retorno a los orígenes. En el toreo, como ahora en el fútbol (aquí, en Argentina, en Francia o en Inglaterra) y en otras tantas expresiones humanas (incluso en el arte) , la gente -nosotros- descargamos toda esa violencia que acumulamos día a día, porque las convenciones sociales y morales nos la impiden ejercerla impunemente. Allí se subliman los instintos o se descargan -con cierta elegancia- esas partes oscuras que anidan en todos los seres humanos.

No estoy en contra de la corrida de toros, ni lo estaré. Estoy sí en contra de la hipocresía de aquellos que preocupándose de la salud animal, se olviden de la violencia diaria ciudadana que empieza desde la agresión que recibe el hombre común y corriente en las llamadas combis asesinas y que se prolonga en la sobreexplotación de las empresas (al hombre y a los recursos del medio ambiente), y que tiene lugar cada día en aquellos hogares en donde no hay los medios para sobrevivir. Muy pocos se acuerdan ya de los crímenes de guerra en el conflicto en Bosnia, a casi nadie le interesa la represión china en el Tibet salvo si ello impide el desarrollo normal de las Olimpiadas, para muchos los atentados terroristas en Irak es un asunto lejano que ni vale la pena comentar, el sufrimiento de los secuestrados por las FARC sirve sólo como medio de lucro para la prensa amarilla y no amarilla. En estos tiempos, quizás más ahora que antes, el hombre muere desilusionado, humillado, indignado y nadie se subleva por ello. El toro, por lo menos, muere apelando a su instinto, corneando y mostrando su bravura.

No soy de los que grita Olé y va especialmente al ruedo a beber vino en bota (que, la verdad, es que le cambia el sabor) y a exhibirse ante los demás como para decir estuve allí. Pero declaro que me gusta la jerga taurina,  me atrae ver la faena de los toreros, me gusta ver sus desafíos, su destreza con la capa, su habilidad con las banderillas, me fascina apreciar la bravura del animal. Y como siempre me horroriza la presencia de la muerte, pero no puedo despegar los ojos de esa imagen violenta. La atracción del vacío, el coqueteo con la muerte.

Hermano, somos seres esencialmente violentos. Somos tan violentos que nosotros mismos, horrorizados de nuestra propia vileza, hemos tenido que crear los medios para ponerle límites. Así nacieron las leyes, el ordenamiento social, la moral, etc. Prohibir las corridas de toros es insensato. Toda prohibición trae más violencia aún.  Canalicemos esa energía. El arte es una manera de hacerlo. Que lo diga Picasso, que lo diga el Sabina….

Sublimemos nuestros instintos viendo las gloriosas jornadas del Curro Romero, El Cordobés, El Pireo o la del Capea.

Un abrazo

Rogelio


2-4-08

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