Seis y treinta y cinco de la mañana. Estoy frente al volante
como cada mañana listo para ir al trabajo. Cruz que a veces siento que hay que
cargar cada día, si quiero que la pequeña familia tenga un futuro, si quiero
importar el bellísimo Tell Tale Signs
sin que me preocupe mucho apelar al plástico de intereses leoninos, si deseo
volver a poner proa a ese sur bienamado de paisajes azules y verdes intensos o
de blancura esencial entre los que sueñan y se ilusionan amigos entrañables, si
anhelo fatigar una vez más, con el corazón alegre y el bolso cargado, aquellas
calles que atisbo con placer desde la
esquina Corrientes y Callao.
Vamos, hay que animarme, me digo no muy convencido. Y para
animarme un compacto en el equipo. Hoy día no quise escuchar a Mike Stipe.
Desde que se anunció su presencia en Lima, no hay día que no escuche Imitation of Life, Man on the Moon o Bad Day.
Y si acaso se me olvida hacerlo, en casa hay quien se encarga de recordármelo.
Yola ya investigó hasta el último detalle de R.E.M. Y pobre del que hable mal de esta banda; pues, a la hoguera
con él, resentimiento total. La semana pasada empecé a escribir una nota sobre el
hermoso Find the River, pero me
bloqueé al segundo párrafo. No sé si volveré a él, pero sigo disfrutando de
esos delicados sonidos, y de la sentida interpretación de Stipe y sus amigos.
Pero, volvamos a las seis y treinta y cinco de la mañana. Esta
vez el cambio es un poco radical. Necesito levantarme el ánimo, hay que cantar.
Y nada mejor que con los españoles. El Sabina o el 60MP3 de Miguel Ríos siempre me invitan a hacerlo. Solo, a pleno
pulmón. Total, nadie va ahora conmigo en el carro. Solo mis recuerdos. Los del
pasado reciente y los lejanos. Así que empujo el compacto dentro del equipo y
pongo el modo aleatorio. Espero unos instantes. Muchas veces me digo que el día
depende de ese primer tema. Si me entusiasma, el día será bueno; si no me
acelera el corazón, habrá que hacer mucho esfuerzo para superar las incontables
horas que me esperan.
Seis y treinta y siete de la mañana y la guitarra acústica
incisiva de Antonio García de Diego me abre las puertas de la alegría, de la
emoción. Vaya, para ser lunes y muy de mañana, esto ya es mucho decir. Es el
Sabina que vuelve una vez más a revisar el tiempo del “marichalazo” como suele
llamar al derrame cerebral que casi lo deja listo de papeles, pero que logró
superar por aquello de que aún existen los milagros. Pero lo marcó, sin duda
alguna, y por algún tiempo tuvo que decirle adiós a los bares, a las putas sin
pedigrí y a los placeres de la noche. Fueron días aciagos los que recuerda en
esta canción que empieza a sonar ya, y que lo sumieron en profunda depresión de
la que sólo salió cuando sus hermanos del alma García de Diego y Panchito
Varona le dijeron: “¡Coño, viejo!, que para auto compadecerte ya está bueno y
ahora ya es tiempo de componer”. Y del dolor y de las vísceras, se sacó esa
obrita maestra que es el Alivio de Luto,
dándole gracias inmensas a sus cómplices de escena, gracias reblandecidas a su
Jimena y a sus hijas, gracias generosas a sus amigas y al gringo John Parsons
y, cómo no, gracias memorables a Robertito Zimmerman. Pues como él –que luego
de estar al borde de la muerte abrió su célebre Time Out of Mind con un conmovedor ‘I am walking’- decidió tirar a
un lado las sábanas y lanzarse entre receloso y expectante a la imprevisible
aventura de buscar las palabras y los sonidos para sacarle la lengua a una
parca que frustrada tuvo que resignarse a verlo escapar de su abrazo asesino.
Bay – bay se acabó
el recreo,
/el son de tu pay pay vacuna mi deseo,
/me consta que no fui, rubia, tu debut,
/dímelo todo sin decir ni mú. /Asesina,
sister morfina / el para siempre es un bluff en horas de oficina. / Desde que
no te miro veo amanecer, date el piro y que te folle un pez: / la pasión es una
ruina.
Cuando escuchamos en casa la percusión y la guitarra con que
arranca el tema y el primer verso, Gaby y yo sonreímos cómplices. El tema nos
encanta por su desenfado y porque nos recuerda los viajes a Trujillo, corriendo
a ciento veinte con la música amada en
nuestros oídos. Gozando con la
melancolía del Sabina que reconoce que las malas noches y la mala-buena vida ya
son cosas del pasado. La muerte, femenina, letal e insaciable le ha hecho
escuchar su sonido glacial y lo ha recluido entre las cuatro paredes; pero ha
sobrevivido y ve el sol de cada día, así que la rubia, la femme fatale con la que ha coqueteado desde hace una buena cantidad
de años bien puede irse a la mierda. Disfruto con cada verso que desgrana la
voz ronca del español, inspirado y burlón, mientras bajo a sesenta, miro el
reloj y veo que es aún temprano. El triunfo del Sabina es el nuestro también. Y
hoy día, siento esta canción casi como un himno. Tengo que seguir levantando el
ánimo, me repito. El lunes no me puede aplastar. Parto con beso y afecto, en un
camino en que sólo atisbo incertidumbre y frialdad. Vamos, lunes ingrato, date
un piro y que te folle un pez.
Nones, porque no
quiero/ que tus pezones me requisen las despedidas de soltero, / ni que me
pisen por segunda vez,/con daños a terceros, señor juez/. Mantis religiosa,
pantys gaseosa,/ botas con mediasuela rota a fin de mes./ Las vecinas se han
sentado a ver/ cómo agoniza el del noveno B/, entre vírgenes milagrosas.
Me animo a cantar, con el completo acuerdo de que no serán los
encantos de sister morfina lo que me
privará de disfrutar de aquello que aún me gusta y me ata a esta vida. Y por un
instante pienso en esas aureolas rosadas, de un rosado más oscuro que la piel,
que nos fascinan y que son como aquellas sirenas que con su canto hechicero llevan
al hombre a la perdición. Pero la voz de lija del Sabina continúa implacable,
negándose a someterse a esa criatura que luego de la cópula devora a su pareja.
Me pregunto cómo es posible que continúe cantando en tono celebratorio a partir
de una visión de un funeral que, felizmente no fue. Pero no son sólo palabras,
pienso, es música, es decir versos que dialogan, pelean o se solazan con los
instrumentos. Y en esta canción, la
línea melódica, se insinúa entre la contención y el júbilo. Sabina ha
descubierto el secreto de la música mejicana: acunar los temas tristes y
melancólicos en un ropaje vistoso y colorido hecho de trompetas, guitarras y
voces estentóreas. Me quedé con la vista fija en algún punto mientras pensaba
en el poder avasallador de la música, en su capacidad de fascinación. El
semáforo ya está en verde y los autos me tocan el claxon para que avance.
Pensaba, también, en esa extraña mezcla
de dolor y exaltación.
Qué quieres saber
de tu prima, / la próxima vez le salto encima./ Dónde va a parar si en vez de
ayunar/ me come como una lima.
Y me contagio del desenfado de Joaquín, que se burla a su
manera de la parca. Si, porque, además, con
Gaby siempre celebramos los exabruptos del español. A veces me pregunto si soy
un buen papá. Nunca le he puesto censura alguna a sus expresiones e ideas. Y
más bien ella, me reconviene cuando suelto una procacidad. Me acuerdo de esa
tira cómica de infancia, que publicaba La Prensa , ‘Educando a Papá’ . Es implacable la niña
de mis ojos. Ya, ya, hija, no es para tanto. Es que no me gusta que hables así,
papá. Y la pequeña mamá, me mira con sus ojos llenos de reproche. Aunque, a
veces, cuando está en vena de contarme sus aventuras, me dice que a fulanito o
a sutanito le ha soltado una palabrota. Escucharla a ella, tan delicadita, tan
sensible –la han proclamado la más santa del salón- decir un carajo, pues no me
lo imagino. Con toda seguridad que ella piensa que dijo carajo, pero el
fulanito o el sutanito escuchó algo gracioso. Pero no crean, tiene su genio o
mejor dicho su malgenio y sus resentimientos, traspasan mi corazón…. Pues bien,
a mi Gaby le hacen mucha gracia esos versos donde, seguramente, se imagina al
Sabina lujurioso a punto de lanzarse sobre la femme fatale…
Naufragué / en las
rayas amarillas de los papeles / como un buen pelele./ Me cansé /del trajín de
los caínes y los abeles / con lo que eso duele / mire usted.
Ya voy repitiendo el tema por segunda vez. Me animo aún más.
Voy a contracorriente de los versos sabinianos que aluden a su desapego a una
forma de vida que cultivó por años. Admite que empezó a sentar cabeza y que ya
se cansó de tanto pelear. Sí, yo también ya estoy cansado de ver tantas peleas
y resentimientos en alguno de mis entornos. Y hay que reír para no angustiarse,
y hay que aguantar a pie firme para que el día no se ponga gris. Y cuánto bien
hace, en medio de ese cansancio, recibir una palabra amable, una sonrisa, un
abrazo. Sí, porque, repito, ya estoy harto de tanta bronca y tanto estrés.
Conejito, no me
presiones / maldito móvil tanto ring ring tocando los cojones./ Te lo repito
por tercera vez: / no me apuntes con el almirez./ Que abogado tan fino y mal
pagado, / si quieres firmo tablas en el ajedrez / tienes que aprender a decir
adiós, la mejor distancia es la mayor, / cuando un taxi es una ambulancia.
Y el Sabina pasa a la ofensiva. Amenaza a la mujer fatal. A la
mismísima parca le dice que ni piense en tenerlo como objetivo inmediato,
aunque por un momento, se reprocha no haber sido más fuerte. Y usa la figura
del ajedrez, tal vez pensando en el bergmaniano El Séptimo Sello. Y concluye el verso posando el recuerdo en el
taxi que lo llevó al hospital. Y su voz queda como en suspenso. Capto con
agudeza su estado de ánimo. Hoy, sin duda, me levanté con ganas de escuchar
música. No es lo habitual, salvo que sea sábado. Sábados de gloria, sábados de
música y de películas, sábados de evasión total. El sonido de las guitarras y
la batería subrayan a la perfección los versos de Sabina. Siento que me he
entusiasmado, escuchando por tercera vez la canción. Creo que este tema
representa mejor que los otros el espíritu del disco. Con lo que eso duele es el centro de un Alivio de Luto que marcó el punto final de una etapa signada por la
depresión y el bloqueo. Me prometí escribir sobre la canción, pero yendo más
allá de la fría crítica de un disco. Es lo que hago ahora. Sin pensarlo mucho, permitiendo
que las palabras fluyan, que reflejen con fidelidad lo que sentí en esa suerte
de epifanía matutina. Quería también
hablar de mi estado de ánimo, de mi melancolía derrotada esta vez por los
versos y acordes, de una sencilla tonada sabiniana.
Una vez más, el tono jocoso, desenfadado e irónico del
español. Sonrío al recordar las risas y carcajadas de una Gaby exultante, en
tarde ya lejana, escuchando con expresión cómplice y maliciosa las ocurrencias
de un cantante al que vimos en gran forma en dos conciertos en Lima. Pero,
lástima, en ninguna de las dos ocasiones tocó esta canción, aunque sí hizo
versiones notables de Pájaros de
Portugal y de Resumiendo, que
son otros de los hitos importantes de este álbum que vio la luz hace tres años.
Recuerdo haber comprado este álbum en Madrid, en el 2005. Fue un gran año en
términos musicales. Apenas desembarcado en Barajas, hice mío el Alivio de Luto, me emocioné con el Like Rolling Stone en vivo y en directo,
y el 60 MP3 de Miguel Ríos,
largamente esquivo llegó, al último minuto, a mi abultado bolso, cargado de
discos y libros, casi como caído del cielo.
Evocaciones gratas que se agolpan en mi cerebro, que se
entrecruzan unas con otras, que me invitan a detenerme, dar la vuelta a casa,
guardar el carro y sentarme frente a la computadora a escribir largo y tendido sobre
ellas. A celebrar aquello que la vida nos ofreció con generosidad. Pero no
puedo regresar. El niño que creció con el principio de la responsabilidad y del
deber se hace presente, toca mis puertas y se adueña de mí. Mierda….hay que ser
responsable. Pero, ¿qué me costaría dar la vuelta y dejar que hoy el diablo
haga de las suyas? Entro en tal dilema mientras el Sabina reitera lo ya sabido:
Derrapé /
en las noches duermevela de los moteles/
pagando aranceles./
Me cansé
del run run de los palmeros y los caireles,
con lo que eso duele.
en las noches duermevela de los moteles/
pagando aranceles./
Me cansé
del run run de los palmeros y los caireles,
con lo que eso duele.
Y después de ti
luna y lunares
la vuelta al calcetín, las sábanas impares,
la baba de las putas sin pedigri,
la cicuta de los bares.
la vuelta al calcetín, las sábanas impares,
la baba de las putas sin pedigri,
la cicuta de los bares.
Me manché
con las arias legionarias de los cuarteles
como un buen pelele.
Me cansé
del trajín de los caínes y los abeles,
con lo que eso duele,
madmuasel.
con las arias legionarias de los cuarteles
como un buen pelele.
Me cansé
del trajín de los caínes y los abeles,
con lo que eso duele,
madmuasel.
Y ya vamos por la quinta repetición del tema, la última porque
nos acercamos al final del camino. Y por más que disminuya la velocidad,
siempre habrá un final. Todo tiene su final cantaba el gran Héctor Lavoe, nada
dura para siempre, lo reiteraba, punzándonos en el corazón. Nuestra libertad,
nuestras vacaciones, el tiempo de la
música, los amores juveniles, los sueños otoñales. Todo tiene su final.
Y mientras estaciono, concluye puntualmente Con lo que eso duele….Apago la máquina. Con el silencio del equipo,
la magia desaparece, y repito los últimos versos del Sabina, tanto por hacer, me cansé, del budismo zen
de la tele, de los desamores que huelen…. Y camino lentamente hacia esa
niebla pasajera que a pesar del sol que amenaza con salir, está allí,
agazapada, esperándome…. Pero debo reconocer que hoy, lunes y todo, no me siento mal. Y por hoy basta y sobra.
Rogelio Llanos
Lima, 3 de
noviembre de 2008.
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