30/11/13

HONKY TONK MAN

(1982)

Director: Clint Eastwood

América, años de la depresión económica. Red Stoval (Clint Eastwood) es un cantante de música “country” a quien el el éxito le ha sido esquivo toda su vida. Ahora, sin embargo, se le ha abierto la posibilidad de probar su valía en el Gran Ole Opry de Nashville, que lo sacará del anonimato, que le abrirá las puertas de la gloria. Como ya lo viviera en la Oklahoma del siglo pasado y la gran carrera por la posesión de la tierra, el viejo que lo acompaña (John McIntire), sabe lo que este viaje significa para Red. Y, por ello, mirando la pradera que se extiende hacia el horizonte desentraña, para su nieto Whit (Kyle Eastwood), la verdad detrás del camino emprendido. Más allá del beneficio material, efímero y volátil en un medio de geografía hermosa pero precaria y de personajes miserables, está el encuentro consigo mismo, el conocimiento de sus posibilidades, la realización de sus sueños. Una vez más, la búsqueda del paraíso, la aventura tras el ‘sueño americano’.

Red es un tipo que se está muriendo. Su cuerpo, agotado por la bebida, los golpes, los fracasos y las noches interminables, ha sido invadido por la tuberculosis. Red sabe que el final está cerca y, por ello, el viaje a Nashville se convierte en una carrera contra el reloj. Y mientras el coche se desliza por la cinta de asfalto,  se esbozan los versos de una canción, se destrozan los barrotes de una cárcel a la manera de un viejo ‘western’, se cobra una deuda atrasada a un fullero, se le da la mano a un viejo que retorna a su tierra, se le da una lección de vida a un muchacho.

Honky Tonk Man es una hermosa película dirigida por Clint Eastwood, en torno al aprendizaje, que respira simpatía por unos personajes poseedores de una gran dimensión moral. Whit, es un muchacho que admira  y quiere a su tío Red. Y como él, dejará a los suyos para emprender su propia búsqueda. Talento y capacidad de observación no le faltan, por ello su complicidad con Red resulta perfecta, auténtica. El viaje significa para Whit una verdadera instrucción en el riesgo y la picardía, el descubrimiento del amor, el gusto por la aventura,  pero también implica su puesta en contacto con una serie de personajes desplazados y empobrecidos, que terminan habitando las composiciones que Red interpreta con voz cansina.

Honky Tonk Man es un film de ritmo deliberadamente lento, acorde con los ambientes monótonos y deprimentes de una América rural en crisis. A pesar de ello, un sutil encanto se desprende de cada una de las anécdotas que componen la travesía de los cuatro personajes, disímiles en la edad y en los caracteres, pero con una experiencia en común y un aprecio por la vida que se revela en ese terco empeño por lograr el objetivo trazado. Pero, es en la parte culminante del film, desde el ingreso de Red al Gran Ole Opry y su prueba descalificadora - por la tos que lo agobia y traiciona- hasta la aparición de los créditos finales acompañados por la música de Red que la radio transmite, donde Eastwood alcanza como realizador esa maestría heredada de los clásicos, y que en él se manifiesta a través de la simplicidad en la narración, la serenidad en el encuadre y el cariño por los personajes marginales.

La  fascinación de Whit siguiendo de cerca la última grabación de Red, esforzada, entrañable, agónica, nos resulta ineludible. Su tristeza y emoción expresadas en la contemplación del final de Red, y luego en su funeral, las hacemos nuestras y nos traen cálidos recuerdos de esa despedida final, digna, pudorosa, de Pistoleros al atardecer (1961, Sam Peckinpah). Sin embargo, Honky tonk man no es un film pesimista. La llave del coche de Red lanzada a la tumba por Whit, nos dice que el muchacho, ahora convertido en un hombre, marchará entonces solo, con sus propios medios y con su guitarra, por la larga e infinita carretera.


ROGELIO LLANOS Q.

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