Sonidos
cristalinos y melancólicos. Una guitarra acústica, inspirada, sensible nos hace
escuchar sus primeras notas. Peter Buck, movedizo y saltarín, de la estirpe del
viejo Pete Towshend, luce silencioso y concentrado en su instrumento en las
imágenes promocionales del inspirado Find
The River, (vídeo que aparece en
el discutible Parallel), canción que
cierra el hermoso Automatic for the
People, disco esencial e indispensable de R.E.M.
Find the River es el surco final, y a él llegamos casi en estado de gracia. Allí, aún con
los tímpanos vibrando con los sonidos de la intimista Nightswimming, descubrimos una melodía que las cuerdas construyen delicadamente
conduciendo sin dilación alguna su mensaje sonoro hacia el corazón.
Directamente hacia la fibra sensible de nuestra naturaleza melómana.
Las notas
del teclado, tiernas y sentimentales, como los sonidos de un violín, se insinúan
sobre las cuerdas y nos fascinan, nos inmovilizan. Es la gran finale de un tour mágico y espléndido que se inicia
en Drive, y pasa por hitos
inolvidables como Everybody Hurts, Star me Kitten, Man on the Moon, Nightswimming
y ese desborde emocionante de energía e inconformismo que es Ignoreland.
¿Qué
caminos de sabiduría y ternura o experiencia e ilusión recorrió Mike Mills
antes de deslizar con precisión sus manos por ese tablero blanco y negro de
armonías y melodías?
La emoción
se acumula violentamente en nuestro corazón, cuando la voz grave y lenta de
Michael Stipe, como un susurro, llama, convoca: Hey now, little speedyhead…. Sugerente y firme la voz nos invita a
salir del encierro, a ver el mundo, duro y desafiante. No hay más alternativa, hay que continuar con la aventura del diario vivir.
La voz
clara, hermosa, de Stipe, entonces, se eleva y afirma: vivir sí, pero también
hay que buscar. Sin desánimo, que no se está solo en el camino (Everybody Hurts) Sí, buscar el camino, en
medio de la tormenta, aprendiendo de lo que otros vivieron, memorizando el
sendero. La vida que discurre ante los
ojos, no tiene que ser la nuestra. Hay un río que espera por nosotros. Y nadie
tiene que decirnos a dónde hay que dirigir nuestros pasos (Drive). Autenticidad, audacia y transgresión sin perder jamás el
humor y la ironía (Eh, Andy, ¿Are you having
fun?, Man on The Moon).
Los
teclados instalan una vez más la nostalgia reiterando la melodía inicial. El corazón se agita, se conmueve. Entrañable momento de epifanía. Verdad, belleza. Es la
música de R.E.M. Una banda re-descubierta
disco a disco, aunque siempre estuvo allí. Tan cerca y tan lejos de nosotros. Banda
talentosa hasta lo entrañable. De los espacios agrestes del rock duro a los predios
aparentemente amables de la balada crepuscular, donde convive una rara y fascinante mezcla de
belleza con amargura, de exaltación con melancolía.
Y aquí, en Find The River, Mike Stipe,
sensible y sutil, nos habla de la finitud del ser humano, del tiempo que corre
hacia nuestro encuentro ( The ocean is
the river's goal, / A need to leave the water knows /We're closer now than
light years to go). Llegar al río, ser el río mismo. Confundirse con él como en el hermoso
poema de Javier Heraud. Y viajar entre
aromas esenciales (Bergamot and vetiver /
Run through my head and fall away) furioso o apacible o silencioso, sintiendo
el calor del mediodía, escuchando el canto de los árboles, deleitándose con el
viento rumoroso.
Las voces que se elevan, el piano que remarca los versos. The river to the ocean goes. Sí, el río que va al mar. Ese ritual sencillo e inevitable que la
naturaleza dispone; el encuentro de nuestras aguas con el mar, para fundirnos
en él. La hora en que el poeta
silenciará su canto luminoso y ya no verá más sus árboles verdes, su viento
cercano, su sol, sus nubes. Pero, ánimo,
vendrán otros, ríos pequeños o ríos caudalosos, con sus voces, con su canto. Tal
es el devenir de la existencia (All of
this is coming your way). Y la voz de Stipe en suspenso, mientras el sonido
de los teclados se desvanece en el infinito.
Rogelio Llanos
Lima, 4 de noviembre de 2008.
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