30/11/13

EL TIGRE Y EL DRAGÓN


 (2000, Crouchin tiger, hidden dragon)

Director: Ang Lee


- I -

Sorprendente la carrera de Ang Lee. Para hacer El tigre y el dragón volvió a China y a sus ambientes y motivos populares, luego de haber pasado por un corto período de trabajo en occidente, del cual nacieron tres películas, Sensatez y sentimientos (Sense and sensibility, 1995), La tormenta de hielo (The ice storm, 1997) y Paseo con el diablo (1999). Pero, bueno, decimos sorprendente por cuanto este cineasta ha demostrado tener un gran talento para manejarse en ambientes y climas dramáticos totalmente diversos y con actores muy diferentes unos de otros. Sin embargo, no hablamos de extrañeza por cuanto Ang Lee ha conservado una constante a lo largo de su obra y ella está referida a la Norteamérica que el apreció desde sus años mozos cuando estudió cine en Nueva York.

Lo que queremos decir es que el cine de Lee establece de una u otra manera una ligazón con la cultura norteamericana y con sus manifestaciones, ya sea mediante la observación irónica y desilusionada como podría ser en Beber, comer, amar (Eat, drink,, man, woman, 1993) o en Manos que trabajan (Pushing Hands, 1991), a través de la crítica descarnada a ciertos comportamientos que en el orden sexual y generacional se dieron en la sociedad nortemericana de los años setenta y que tan bien lo reflejó en La tormenta de hielo (The ice storm, 1997) o mediante el abordaje duro y nada complaciente de un segmento vital de la historia americana: la Guerra de Secesión. En el caso de El tigre y el dragón, la referencia a la Norteamérica que él conoce se da de manera indirecta, por el lado de la aventura o mejor aún por su forma de encararla, aún cuando ella pueda verse como propia de los relatos orientales, y, sin duda alguna, por las alusiones y resonancias westernianas del relato.

La historia tiene lugar en la vieja China del siglo XIX, de la cual no se ofrece otra información que la necesaria para ambientar la épica aventura de unos hombres y mujeres cuyo coraje y habilidad extraordinarios para el combate cuerpo a cuerpo los eleva a la talla de héroes de leyenda. A lo cual habría que añadir el sentido místico o religioso que los personajes imprimen a cada uno de sus actos, partiendo de la sumisión a las enseñanzas de la tradición y teniendo como norma de conducta el respeto a sus mayores y el combate a la injusticia y a la maldad.


- II -


Li Mu Bai, es quien mejor define las cualidades del héroe chino. Admirado y envidiado, a este personaje lo encontramos por primera vez en la historia como el héroe con pasado glorioso, llegando a casa, cansado de tanto guerrear y dispuesto a deponer finalmente las armas. Como algunos de los héroes fordianos, Li Mu Bai ansía el hogar negado, oculta o intenta ocultar sus sentimientos, pero también como ellos, incapaz de desligarse de ese pasado de lucha en el que ha crecido y de la profunda soledad en la que está inmerso.

Su encuentro con Yu Shue Lien (Michelle Yeoh) que abre el film, contiene ya una fuerte carga emocional. Comienza contándole sus experiencias para concluir, en un plano contraplano revelador, preguntándole si ella se va a ir pronto de allí. El juego de miradas y las acciones que de inmediato observamos nos dice mucho más que las palabras. Allí descubrimos que entre ambos la amistad es sólo una coartada para no poner en evidencia sentimientos y deseos tan profundos como insatisfechos. Las razones se irán conociendo a lo largo de la cinta y este motivo es una de las líneas motrices del film.

La renuncia de Li Mu Bai a la vida aventurera se expresa a través del deseo de obsequiar su espada a su viejo amigo y mentor, el señor Te. Esta espada, singular por su fino acabado y su temple especial, tiene una antigüedad muy grande. Se habla de cuatrocientos años, de tiempos heroicos, de brazos poderosos que la han poseído, pero también se hace mención de la mucha sangre derramada, que ahora no se aprecia sobre su superficie, pero que allí subyace a manera de símbolo para recordar su naturaleza trágica y violenta, como la historia de la cual ahora va a formar parte.

Porque, precisamente, es a partir de esta espada, el robo del que es objeto y sus sucesivos desplazamientos, que la historia va tomar un determinado curso obligando  a los protagonistas a descubrir su verdadera naturaleza y sus reales sentimientos. Y reiteramos esta intención de no mostrar la verdadera naturaleza de las cosas o de los sentimientos que agobian a los protagonistas porque, sin duda, uno de los puntos centrales y motivo propulsor de El tigre y el dragón es el juego entre la apariencia y la realidad que abarca a todos los componentes del relato, empezando por la misma espada, cuya belleza encubre el sino trágico que la acompaña.

Tanto Li Mu Bai como Yu Shu Lien intentan disfrazar tras el respeto a la memoria del ser querido muerto, la mutua atracción que ambos sienten; Jen Yu oculta tras su frágil figura y sometimiento a la voluntad paterna, la naturaleza aventurera de la que está poseída, escondiendo al mismo tiempo su amor por Nube Negra, un bandolero, terror de los viajeros y, sin embargo, completamente vulnerable ante un amor contrariado. Por su parte, Zorra de Jade, oculta su maldad y espíritu de venganza tras su imagen de mujer protectora de Jen Yu; e incluso, el oficial de policía disimula, tras su misión oficial, el deseo de vengar la muerte de su esposa a manos de Zorra de Jade. Este juego de apariencia - realidad se plantea dos objetivos: de un lado, dotar a los personajes de un espesor humano a veces no tan fácil de encontrar en un cine de géneros y, de otro lado, establecer interrogantes que contribuyan a acumular puntos de interés en torno a los personajes y a la historia misma.


– III –

De esta manera, la estructura relativamente sencilla de El tigre y el dragón que la hace plenamente disfrutable en tanto película de aventuras, se ve complementada con la riqueza de sus personajes llenos de matices, impulsos y motivaciones. Sus pequeños o grandes conflictos que sazonan el relato nos cautivan de inmediato.

Así, la relación de Li Mu Bai y Yu Shi Lien se complica por la presencia de la joven aguerrida Jen Yu, de quien el primero está fascinado y desea ser su maestro; a su vez Yu Shi Lien también está bajo el influjo de la frágil Jen Yu, con quien ha intercambiado confidencias y le ha proclamado un cariño filial. Jen Yu, por su parte, sueña con Nube Negra, pero la fuerza de la tradición le impone una conducta que luego ella se resiste a continuar aceptando. Esta variedad en los centros de interés hace que la película se abra en abanico a fin de mostrar todo el escenario sobre el cual se imbrican las diversas historias individuales.

La estructura lineal del relato se rompe en dos ocasiones para dar paso a los recuerdos nostálgicos y épicos de Jen Yu. Se trata de una secuencia larga, pero necesaria a fin de conocer el pasado de este personaje cuyo encuentro con el bandolero será fundamental para su destino. Y si bien la ilación de los acontecimientos se interrumpe momentáneamente, Ang Lee compensa este bache de la historia con una secuencia llena de brío, humor y acción.

Porque precisamente es en tal secuencia, que tiene como fondo el desierto rocoso sobre el que transita una caravana, donde Ang Lee acude a su maestro americano, John Ford construyendo una variante de aquél célebre plano de La Diligencia, en el que un movimiento lateral de la cámara nos descubre a los indios, que aparecen dominando el paisaje y anunciando el peligro que corre el coche en el que van los pasajeros. En El tigre y el Dragón, coinciden la visión subjetiva y en panorámica de la caravana avanzando, como si se tratara de alguien que observa desde un montículo, sin embargo, Ang Lee opta luego por un movimiento de cámara hacia arriba donde sorpresivamente aparecen los bandoleros que se aprestan a asaltar la caravana.

En esta larga secuencia donde se narra el encuentro y la relación amorosa entre la joven Jen Yu y el bandolero Nube Negra predominan los colores claros y cálidos del desierto, así como los espacios abiertos que subrayan la lejanía de las ataduras que la sociedad tradicional impone en el mundo urbano. Los protagonistas viven así en entera libertad la experiencia del encuentro amoroso a partir de sus rivalidades, desconfianzas, provocaciones y sometimientos. La cámara cinematográfica capta con mucho humor el desarrollo de esta relación, pero en ningún momento la tensión decrece, como tampoco decrece el interés del film porque las interrogantes sobre la evolución de esta relación en medio de las otras líneas del relato se multiplican.

– IV –

Si bien es cierto que las historias planteadas tienen los suficientes atractivos como para mantener el interés del espectador, sin embargo hay un elemento adicional que hace de El tigre y el dragón una verdadera delicia visual. Se trata de los enfrentamientos cuerpo a cuerpo entre los diversos personajes que convergen en la historia: puñetazos, patadas voladoras, lances de esgrima utilizando espadas, machetes, picas, lanzas y toda la parafernalia propia de las llamadas artes marciales.

No se trata, sin embargo, de peleas vulgares a la manera del cine de Hong Kong. Se trata de estudiadas coreografías que semejan un verdadero ballet cuyo fascinante escenario no sólo son los amplios patios circundados por las casonas o la pista de combate donde entrenan los luchadores, sino también los techos de las casas o las ramas de los árboles. En la mejor tradición de las historias legendarias y fantásticas, los personajes del film de Ang Lee, además de ser diestros luchadores, poseen, con toda la verosimilitud que la magia del cine instala, las cualidades del tigre ágil y silencioso y las del dragón exuberante y feroz.

Porque efectivamente estos personajes, gracias a la imaginación de Ang Lee y a los efectos especiales de Yuen Wo-Ping, se desplazan con toda naturalidad, sin dejar de combatir, por las paredes, superficies acuáticas o los elevados árboles, intentando dirimir superioridades o poniendo de manifiesto su capacidad de supervivencia en medios francamente hostiles o violentos. La lucha entre las ramas de los árboles, en medio de una atmósfera iluminada por los rayos solares entre la esquiva Jen Yu y el maestro Li Mu Bai está dotada de un raro lirismo que, una vez más, nos acerca a la experiencia oscilante entre lo lúdico y lo pasional. Sin embargo, el talante predominante en todas estas secuencias de combate es el humor, pero aquél que se ve con la sonrisa en los labios y el corazón emocionado. La lucha en la cantina, con una Jen Yu imparable y destructora es francamente desternillante, nos recuerda aquellas peleas westernianas de un Hathaway o de un Hawks.

- V -

La aparente distancia entre El tigre y el dragón y el resto del cine de Ang Lee no es tal. Hay en todas sus películas un intento de escarbar y rescatar los sentimientos más profundos de sus personajes, que logran aflorar no sin cierta dificultad como producto de la colisión con la experiencia  vivida, tal vez desgarradora o violenta  y no pocas veces frustrante.

En El tigre y el dragón, a pesar del humor y de la aparente sencillez de su historia, los personajes persiguen vanamente la realización de sus sueños e ilusiones. Siguiendo ese objetivo, descubren sus sentimientos y ponen en juego todas sus posibilidades y habilidades. El destino, sin embargo, resulta siendo fatal y, a pesar de todo el esfuerzo que los personajes llevan a cabo, sin embargo, el peso de la tradición y el pasado contribuyen o determinan la clausura de los últimos resquicios de libertad o de autonomía que pudieran existir.

Así, el pasado violento que pone en contacto a Li Mu Bai y a Zorra de Jade, tiene como única resolución la muerte de sus protagonistas; Yu Shu Lien y el mismo Li Mu Bai no podrán materializar el sentimiento amoroso que los une a causa de una norma moral al que ambos están sujetos; ni siquiera el oficial de policía podrá vengar la muerte de su mujer porque será eliminado a manos de la asesina que está buscando.

Y por el lado de Jen Yu y Nube Negra, la tradición impone la imposibilidad de una vida en común. Hay diferencias de clase insalvables y está, además, el deseo de la joven de tener una vida llena de aventuras y experiencias distintas a las que su familia le ha destinado. Ella sabe que no dispone de salida alguna y, por ello, con decisión y valentía, acude a su último refugio –los sueños y la fantasía- aquél único espacio donde es posible, sin interferencia alguna, gozar la ilusión y  vivir la auténtica libertad. No es de extrañar, por tanto, que como la flecha postrera de Robin y Marian, su vuelo hacia el infinito adquiera la trascendencia de la hermosa leyenda o de la historia verdadera.


Rogelio Llanos Q.


No hay comentarios: