30/11/13

LA CAMIONETA


(The Van, 199  )

Dirección: Stephen Frears


Luego de visitar los ambientes victorianos con Mary Reilly, Stephen Frears vuelve a sus predios habituales para abordar con éxito su película número trece: La Camioneta. Hablamos de predios habituales por cuanto este acérrimo admirador de Karel Reisz y Lindsay Anderson nuevamente se mueve como pez en el agua dentro del universo de las clases populares –en este caso, el de la Irlanda del noviembre del 89- y sus problemas laborales y familiares. Pero no se vaya a creer que Frears se inclina por la opción del discurso inflamado y proclive a las reivindicaciones sociales. No. Frears es de aquellos directores, que sin renunciar al apunte crítico, gusta de las pequeñas anécdotas que tienen como protagonistas a unos pocos personajes, en torno a los cuales giran otros secundarios que enriquecen la historia, ya sea a través del humor o del conflicto, y que a la vez configuran en conjunto el cuadro social al que el director es tan afecto.

La historia de dos hombres,  Larry (Colm Meaney) y Bimbo (Donal O’Kelly), desocupados, desplazados por la recesión, la edad y la modernidad, sólo adquiere un mayor interés dentro del marco de la amistad entrañable de ambos, y cuyos caracteres opuestos no resulta un impedimento para andar juntos. Larry se ha revestido de una coraza de inconformidad y rudeza para sobrellevar su condición de desempleado. Sin embargo, ello no es un obstáculo para el desborde emocional ante los estímulos cariñosos de su entorno; Bimbo, en cambio, no teme desnudar sus temores y angustias ante una desocupación frustrante y que les cercena el horizonte social y vital.

Es, entonces, a partir de este sentimiento que los une, que Frears encuentra el motivo principal de su película. Y ella mostrará a lo largo de sus casi noventa minutos, los encuentros, las peleas, los planes solidarios y las respectivas relaciones familiares  de los amigos. El pretexto resulta siendo una vieja camioneta desvencijada que Bimbo compra para utilizarla como medio de trabajo. La venta de hamburguesas al paso es su ilusionada alternativa de trabajo y refugio desesperado e inmediato a una desocupación lacerante. Pero también es la oportunidad para ayudar al amigo en desgracia. Y así, tras las primeras pruebas e infelices ensayos, entre el entusiasmo de Bimbo y los gruñidos de Larry, los dos amigos se ven inmersos en la aventura cotidiana de la venta ambulante.

La coincidencia del negocio con el Campeonato Mundial de Fútbol en el que Irlanda participa, le sirve a Frears para el trazo de época y la rápida nota sociológica. El acento crítico e irónico de Frears se arropa en la mirada cariñosa a sus personajes que ilusionados con el triunfo de su equipo, de pronto olvidan  a esa Irlanda que los ha marginado laboral y socialmente y declaran a viva voz amarla más que nunca.  El juego como refugio a la frustración diaria, la borrachera o la infidelidad marital como escape a la rutina y al aburrimiento, la relación amical a punto de romperse por la infiltración insidiosa del vínculo laboral, el universo familiar con sus reclamos e incomprensiones, pero también con sus afectos y sus soportes morales, son algunos de los principales asuntos que Frears toca, reiteramos, con un delicado sentido del humor, solazándose en  las pequeñas victorias de sus personajes, observando con cierta gravedad sus distanciamientos o remarcando cariñosamente aquellos detalles que revelan su cercanía física y emocional.

Por ello, resultan entrañables las secuencias del descubrimiento, traslado y limpieza de la camioneta así como la pelea y la reconciliación final. Frears abandona la resolución lógica y fría de la realidad para privilegiar la emoción de la solidaridad, la ternura y los ritos de la amistad. El grupo de gente, cada vez más numeroso, corriendo tras la camioneta, a la manera de una gran fiesta popular, apela a la metáfora, pero sin romper el encanto del momento. Y de igual manera, la decisión de Bimbo de deshacerse del instrumento disociador de la relación amical deviene bajo la cálida mirada de Frears en una afirmación optimista y en una apuesta admirable y honesta por el hombre, sus sueños y su redención.



Rogelio Llanos Q.

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