Escribe: Rogelio Llanos Q.
Tras sesenta años de
vida y cuarenta sobre el camino, Miguel Ríos volvió sobre sus pasos y nos
entregó un disco confesional hecho de blues, baladas y buen rock, como para
decirnos que bien vale la pena luchar, que la vida requiere todo un arte para
poder vivirla y que cualquiera que sea la carta que nos toque por azar, dar la
cara, mirar siempre arriba y jamás atrás.
El 60mp3, último opus de este soberbio
cantante granadino –uno de los pocos que a pesar de la edad mantiene intactas
sus cualidades vocales- respira optimismo y serenidad, sin por ello renunciar a
la pasión, a la entrega y al compromiso. Entre la declaración de un principio -
No mires hacia atrás - y la sentida
invocación final – Oración – once
temas que repasan el universo del cantante, apoyado en la pluma del poeta Luis
García Montero y las cuerdas de John Parsons-Morris: la música, los amores, la
vida, el propio itinerario vital, la ciudad.
Estrenado el día que
cumplía 60 años en inolvidable concierto (hace dos años), según dicen los
cronistas, este disco –que nunca llegó a estas tierras- pero del que tuvimos
oportunidad de escuchar en vivo tres temas en el Festival de la Cerveza de
Arequipa en agosto del año pasado (No
mires hacia atrás, El arte de vivir
y el Blues de la insatisfacción), el
60 mp3, se gestó entre fértiles
tardes crepusculares del sur español avivado por las emotivas notas que surgían
inspiradas, allende la sierra madrileña. Luego, texto y música fusionados
amorosamente en canciones, surcaban el espacio cibernético para quedar impresos
definitivamente en una placa grata y memorable en la que se nos invita a creer
que es posible un mundo mejor.
Los blues que Ríos
interpreta en este disco tienen un aire que oscila entre la nostalgia y la
afirmación (60 razones) o se
decantan hacia el homenaje y la
celebración amical (BB, qué bebes).
Ni desánimo, ni pesimismo, los acordes de los teclados le dan el marco
ambiental a una guitarra incisiva y enérgica que se hace eco de los versos que
desgrana Ríos con fuerza y emoción en el track
6: “hay que sacar de nuestras vidas (a pesar de los tambores de guerra y las
balas contra la razón) el blues de la
insatisfacción.
Sin duda, el Rock & Ríos fue el mejor disco de
este cantante y así lo reconoce en ese blues visceral que es Cosas que debo a Madrid, suerte de declaración de aprecio y cariño por
esa ciudad que tan bien describe el Sabina en Yo me bajo en Atocha y que motiva a Ríos a recrear, con ánimo
dylaniano, las peripecias que tuvo que pasar antes de conocer el éxito; éxito
que, por otra parte, se debió en gran parte a las baladas con las que conquistó
a buena parte de su público (Santa Lucía,
es el ejemplo mayor) y que en este disco, no podían estar ausentes:
inolvidables la guitarras de John Parsons y esos teclados de Javier Mora que se
deslizan oportunos en Sin tí
(vuelven los fantasmas), sonidos sencillos, amables, emotivos.
El disco se completa
con una pequeña crónica que va entre el desarraigo y la nostalgia -Los reyes del mambo- , el blues
arrastrado y envolvente de Mi vida y mi
cruz, ciertos aires raperos en Estos
labios y y, una vez más, haciendo suyos los versos de Luis García Montero, con
una definición personal en El arte de
vivir: Prefiero el negro de tus ojos / en esta habitación. / No es el color
de una bandera / sino la solución, / para ser dueño de mi futuro / pero sin
dejar de ser yo.
Miguel Ríos, entrañable
amigo de los tiempos mozos, viejo rockero que nunca muere.
Lima, 18 de junio de 2006
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