30/11/13

ESCAPE DE LOS ÁNGELES

(1996, Escape from Los Angeles)

Director: John Carpenter

Dentro de las coordenadas del cine fantástico, oscilando principalmente entre el terror y el suspenso, se ha desarrollado con mayor o menor fortuna la obra de John Carpenter. Y es que a un comienzo prometedor en el que se dio cita la ácida ironía de ASESINO DE ESTRELLAS (Dark Star, 1974), la perversidad de HALLOWEEN (1978), o la original cinefilia de ASALTO AL PRECINTO 13 (Assault on Precinct 13, 1976),  le siguió  luego una inquietante relación de títulos desdeñables (CHRISTINE, PRINCIPE DE LAS TINIEBLAS) o medianos (EL ENIGMA DE OTRO MUNDO, STARMAN) que descubrieron el lado oscuro de un director importante que se desplazaba entre la riesgosa frontera de la sobrevaloración y la eficaz artesanía. Sin embargo, a despecho de sus altibajos, Carpenter se ha mantenido siempre fiel a un género y a un tipo de cine esquivo al alarde intelectual. Su obra se ha construído bajo la premisa de la  acción constante, reconociéndose en sus mejores momentos su deuda con algunos directores cultores del buen cine de aventuras (Howard Hawks), del “thriller” (Alfred Hitchcock) o del cine fantástico (George Romero).

Su predilección por los films de bajo presupuesto lo llevó a realizar dos cintas que mostraron su inventiva y su pulso narrativo: SOBREVIVEN (They live, 1988) y MEMORIAS DE UN HOMBRE INVISIBLE (Memoirs of an invisible man, 1992). Por ello, sus películas, incluyendo aquellas modestas en sus aspiraciones como LA NIEBLA (The fog, 1980) o ESCAPE DE NUEVA YORK (Escape from New York, 1981), reclaman, a tenor de algunos buenos hallazgos, una revisión, a fin de entender el derrotero sinuoso, pero de ninguna manera carente de interés, de este director que ha sabido provocarnos los más variados estados de ánimo: del temor a la diversión, de la inquietud al relajamiento, de la emoción a la indignación.

ESCAPE DE LOS ANGELES no es la excepción en la obra de Carpenter. Es una cinta que comparte sus virtudes y defectos. Planteada como un “remake” fidelísimo de ESCAPE DE NUEVA YORK, nos obliga a preguntarnos  si se trata de un guiño al viejo y admirado maestro Howard Hawks, que hizo cosa parecida en BALL OF FIRE (1941) y A SONG IS BORN (1948) o si es el fracaso económico de sus últimas empresas fílmicas, AL BORDE DE LA LOCURA y VILLAGE OF THE DAMNED, lo que lo llevó a realizarla. Nos inclinamos, finalmente, por esta última razón. El éxito de boletería es un recurso cuya necesidad la comparten muchos cineastas, más aún si la categoría de independiente va asociada a su nombre.

En ESCAPE DE LOS ANGELES, el protagonista es un tipo marginal, desclasado, considerado un delincuente por una sociedad futurista muy avanzada en el campo de la tecnología pero tan moralista y represiva como lo testimonia la imagen de recalcitrante Pastor evangélico del Presidente (Clift Robertson). El nombre del “héroe” -Snake Plissken (Kurt Russell)- y su aspecto matonesco, que conjuga una mirada torva y un vestir desaliñado, lo dicen todo: está en guerra contra el “establishment”. Se trata de un viejo conocido nuestro, protagonista del film ESCAPE DE NUEVA YORK.

La historia transcurre en el año 2013 cuando, a causa de un gran terremoto, Los Angeles se ha separado del continente y se ha convertido en una cárcel gigantesca en donde son recluidos todos los desechos humanos que la sociedad ha generado. Allí se encuentra Utopía (A.J. Langer en un rol tan fallido como disparatado), la hija rebelde del presidente, quien ha robado un dispositivo electrónico capaz de destruir todas las fuentes de energía de la tierra, con lo que involucionaría a la Edad de Piedra. Para ello cuenta con el apoyo de un grupo subversivo que, en contacto con el enemigo externo (una alianza de países del tercer mundo), mantienen en jaque al gobierno norteamericano. La misión de nuestro “héroe” es pues recuperar el dispositivo de marras y, de ser posible, aniquilar la subversión. Hay un tiempo límite, cumplido el cual un virus podría acabar con la vida de Plissken.

Carpenter se lanzó a esta nueva aventura, según se dice, apoyado por su actor fetiche, Kurt Russell, que, también, oficia de co-guionista. Los resultados en la taquilla los desconocemos. Pero los resultados como obra cinematográfica no nos satisfacen, si bien no dejamos de reconocer que hay momentos logrados, efectuados con gran pulso, gracia y placer.

Nos gusta el primer tercio del film. Carpenter resume con imágenes precisas el estado de las cosas y nos lleva rápidamente hasta el centro de la acción. La llegada de Snake Plissken impresiona por lo aparatosa y eficaz. Russell está muy bien como el delincuente convertido en héroe a la fuerza, gruñendo más que hablando, actuando de manera instintiva como si de un animal acosado se tratara. Una imagen ruda, sucia y violenta a contracorriente del aséptico entorno dominado por los ordenadores  y las maravillas electrónicas. Un “antihéroe”, rezago de sociedades pasadas, que reivindica la figura del desclasado, del “outsider” y que Carpenter aprovecha muy bien para determinar las coordenadas en las que va a desarrollarse la historia y para la cita cinéfila: de un lado,  un “westerner”, un pistolero salido del universo de Sergio Leone, con arma al cinto y un sacón que recuerda los guardapolvos que popularizara el maestro italiano; y, de otro, afín a los tiempos, una parafernalia electrónica al servicio del agente Plissken y que nos remite a “Q” mostrándole las armas al 007. Plissken es una mezcla de hombre del Oeste, Mad Max y James Bond. La imagen viril del personaje es puesta de relieve con una banda sonora impecable que contiene un rock pesado, duro y enérgico, cuya autoría corresponde al mismo Carpenter, como ya ocurriera en otras cintas del director.

Pues bien, Snake (Serpiente) Plissken está nuevamente en la jungla. Ante él aparece una imagen nocturna y apocalíptica de Los Angeles: edificios derruídos, cerros de chatarra acumulada, humo, caos urbano, y una gran galería de personajes salidos de las cloacas de la ciudad. La única ley que allí impera es la del más fuerte. Aquí, sin embargo, no encontramos nada nuevo. Son imágenes que remiten de inmediato a ESCAPE DE NUEVA YORK. Y el derrotero seguido por Plissken es de similar naturaleza. Por lo tanto, el film enfrenta un primer obstáculo que, lamentablemente, a lo largo de su evolución no podrá superar: la previsibilidad.

Conforme transcurre la historia, ésta adquiere el tono convencional de una simple película de aventuras y su endeblez se va haciendo cada vez más ostensible. Carpenter apela a citas cinéfilas intentando encontrar la complicidad del espectador y, así, aparecen claras referencias al Indiana Jones de Spielberg o al Mad Max de George Miller en medio de una iconografía que, por momentos, recuerda a los films de Walter Hill (especialmente a LOS GUERREROS O CALLES DE FUEGO). Sin embargo, los excesos transportan al film a los predios de Rambo y compañía.

Hay un cierto número de personajes que bien parecen haber sido extraídos de una tira cómica y que por momentos, contribuyen a levantar la alicaída historia. Destacan Pipeline (Peter Fonda), un maniático que espera un maremoto para gozar del “surf” y “Map to the Stars” (Steve Busceni), una especie de “comodín” que disfruta con la traición y la burla solapada. Ambos aparecerán en los momentos críticos y ayudarán a definir, con cierto ingenio, la suerte de Plissken . En esos instantes, lástima que sean muy breves, Carpenter recupera el control de su película, dotándola de una buena combinación de humor y acción. Estos personajes no van a la saga de los encarnados por Ernest Borgnine y Harry Dean Stanton en ESCAPE DE NUEVA YORK, pero, nuevamente, dejan la sensación de lo conocido, de lo reiterado. De otro lado, el jefe de la banda de forajidos es Cuervo Jones, una especie de caricatura de revolucionario latinoamericano. Personaje anacrónico, vulgar y estrafalario, es un serio error de diseño, porque le quita al film la posibilidad de contraponer a  Plissken un enemigo de peso, con la villanía, maldad y aparatosidad que sí tenía por ejemplo el “Duke” (Isaac Hayes) del film de 1981.

De todas maneras, ESCAPE DE LOS ANGELES no es para ser tomada en serio. Pero, como toda historia, tiene la obligación de interesar y, lástima, ello no ocurre. La inspiración de Carpenter va decayendo en el transcurso de la cinta y su resolución, sin sorpresa alguna,  carece de la fuerza de sus mejores películas. Los personajes, cuya concepción los acerca a los de las páginas de un “comic”, carecen del vigor y la fascinación que sí ejercen, por ejemplo, los villanos de las películas de Tim Burton.

Sea como fuere, en vena seria o cómica, Carpenter nunca ha dejado de transmitir en sus películas un pesimismo o escepticismo ante lo que le espera a la humanidad en un futuro no muy lejano. Los fantasmas de un pasado culpable materializándose dramáticamente en un presente aterrador en LA NIEBLA o HALLOWEEN, los riesgos de la alta tecnología tratados con una ironía no exenta de angustia en ASESINO DE ESTRELLAS o MEMORIAS DE UN HOMBRE INVISIBLE, la abierta posibilidad de una gran amenaza proveniente del espacio en EL ENIGMA DE OTRO MUNDO, la manipulación ciudadana a través de la publicidad en SOBREVIVEN o a través del “best-seller” en AL BORDE DE LA LOCURA.               

Sin embargo, como buen admirador del cine clásico norteamericano, Carpenter no es afecto a los grandes mensajes o a la solemnidad de las imágenes. Su cine tiende más bien a acercarse a la diversión pura, sin que ello signifique que no se pueda rastrear en él ciertas ideas o preocupaciones que están en la base de personajes e historias construidos para impactar en el espectador mediante el humor, el miedo o la tensión. Así, los personajes de ESCAPE DE LOS ANGELES, primitivos desplazándose en un escenario consumido por la violencia, el deterioro ambiental y el conflicto social nos reafirman los temores explicitados en las cintas anteriores. Pero, he aquí el problema, el mensaje resulta repetido y la historia tiene el acento de lo ya contado. Y, lo que es peor, sin la fascinación del original y con la endeblez de la obra ejecutada sin convicción.



 ROGELIO LLANOS Q.

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