30/11/13

EL JINETE PÁLIDO REVISITADO

(Pale Rider, 1985)

Director: Clint Eastwood

Clint Eastwood es el realizador actual que mejor conoce el “western”, ese género cinematográfico amado por John Ford y Howard Hawks; pero, sus películas cargadas de ira y violencia recorren en apariencia otros caminos, esbozan personajes que con su cinismo intentan recubrir sus emociones y que, más bien, se acercan, en su solemnidad, a los de cierto cine japonés. Sin embargo, las imágenes de esos siete magníficos -pero en negativo- que conforman la banda de Stockburn (la banda mejor fotografiada de las películas del Oeste) contratada por LaHood (Richard Dysart) para imponer su “orden” en la región, los largos e impresionantes guardapolvos de estos mismos pistoleros que esperan la hora decisiva, el cuadro impresionante de un Oeste que agoniza porque la tierra es horadada por la civilización o el hombre solitario que anhela un hogar pero que sabe que, cumplida su misión justiciera, tendrá que continuar su camino, están muy enraizadas en la tradición misma del género.

El tema y estructura de El Jinete Pálido no son ajenos ni se diferencian tanto de otros “westerns”. Es más, podría decirse que se trata de un retorno a Shane (1953, George Stevens), sólo que esta vez el conflicto de unos mineros expoliados por el poderoso de turno reemplaza al  de los granjeros aterrorizados por el ranchero ambicioso y,  no es un niño el que contempla con emoción y cariño al recién llegado que atina a defender a su familia sino una adolescente, que más allá de la admiración por el justiciero, siente -al igual que su madre- la atracción turbadora por la virilidad del pistolero. Un homenaje a Shane, sin duda, pero el film de Eastwood tiene la particularidad de poner los acentos en aquellos impulsos humanos tan vitales como ocultos -el deseo o la venganza- que Shane tan sólo se permitía sugerir. La entrega de Sarah (Carrie Snodgress) a Preacher “para no tener que lamentarlo después” o la ejecución de Stockburn (John Russell) a manos del mismo Preacher, desmesurada e inmisericorde, rubrican las diferencias fundamentales entre ambos films.

De otro lado, El Jinete... recorre aquellas parcelas del género que tienen que ver con  la leyenda, su épica y su naturaleza enigmática. Preacher (predicador) es un pistolero emparentado con el Manco o el Rubio (personajes de los films de Leone), en tanto hombre de pocas palabras, movimientos habitualmente pausados y rápido con el revólver, que  tiene en su cuerpo las cicatrices de un pasado violento y que está imbuído de un ánimo vindicativo. Sin embargo, hay en él algunos elementos y detalles que permiten mostrarlo como un emisario divino que, cual jinete del apocalipsis,  trae la muerte para los abusivos, el mensaje - a través de sus acciones- de unión y solidaridad para los desterrados y el conocimiento del amor para las mujeres. Eastwood acierta al configurar la esencia ambigua de su personaje, cuya materialización en el lugar pareciera ser una respuesta a las oraciones y pedidos de justicia de la adolescente Megan (Sydney Penny), ligando de esta forma su figura a un  origen místico.

Su conducta y su estrategia contribuyen, además, a consolidar esa imagen fantasmal, omnipresente. Como si de un acto mágico se tratara y en el que no está ausente el humor, Preacher aparece en los momentos de mayor peligro para salvar a las víctimas del abuso (la paliza a los malhechores que han agredido a Hull, el rescate de Megan a punto de ser ultrajada), desaparece misteriosamente para desconcierto de propios y extraños (detalle reiteradamente usado en el duelo final) o irrumpe de manera imprevista desde el lugar menos esperado (la mano y el revólver que asoman oportunamente desde el abrevadero de los caballos para liquidar al villano). La fascinación que del film se desprende, le debe tanto a la solidez del guión de Michael Butler y Dennis Shryack  y a la madurez de Eastwood en la dirección como a las privilegiadas imágenes de hermosos claroscuros de la fotografía de Bruce Surtees.

Antes de El Jinete Pálido Clint Eastwood ya había tenido algunas experiencias como realizador, incluyendo dos “westerns” (La venganza del muerto y El fugitivo Josey Wales). Con toda seguridad, sus comienzos como actor en los films de Sergio Leone y de Donald Siegel influyeron en la decisión de retomar, estando detrás de las cámaras, un género en vías de extinción, pero también, determinaron de manera decisiva en su estilo de realización, en la reflexión y abordaje de las peculiaridades propias del género y, sobre todo, en ese cariño tan especial por el cine y sus avatares que trasciende sus mejores películas. El Jinete Pálido, sin duda, es una evidencia mayor de lo que manifestamos. A partir de allí, ya no miramos con los mismos ojos la obra posterior de Eastwood. A partir de este “western” subyugante, que  anuncia desde ya a Los Imperdonables (1992), nos vemos obligados a  volver a examinar su obra anterior y a redescubrir, por ejemplo, un film  entrañable como Honky tonk man (1982).



ROGELIO LLANOS Q.

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