30/11/13

Dersu Uzala

(Dersou Ouzala, 1975)

Director: Akira Kurosawa


Muy a pesar nuestro la memoria siempre será ingrata aún con los films que amamos. Nunca será posible, entonces,  recordar todo lo que vemos y, con el paso del tiempo, es posible que creamos haber visto imágenes que quizá jamás existieron en tal o cual film. Sin embargo, al evocar Dersu Uzala, la visión de los personajes ubicados en los extremos del cuadro, levantando los brazos en señal de despedida y llamándose por sus respectivos nombres o apelativos,  vuelve siempre con caracteres firmes y muy definidos. Esos gritos: ¡Capitaaánn!....., ¡Deeeersu! aún resuenan en nuestros oídos y nos siguen emocionando como cuando vimos esta película por primera vez.

Estos personajes, el Capitán Arseniev y el cazador Dersu Uzala, son los representantes de dos universos distintos y contradictorios, que el azar reúne en dos ocasiones (el film tiene dos partes bien marcadas, divididas por la despedida arriba mencionada) y que entablan una relación interesada y llena de curiosidad al comienzo, especialmente por parte del capitán (y de sus hombres) y, luego, de franca amistad. Los temas que presiden la relación de estos hombres constituyen algunas de las constantes del cine del maestro japonés: de un lado, el aprendizaje enriquecedor y, de otro, el compromiso que la amistad y la vida exigen de los seres humanos.

Dersu es una suerte de sabio que vive en armonía con la naturaleza. Habiendo crecido en el bosque, hasta las cosas más pequeñas que allí suceden no tienen secretos para él: el sonido del viento, el lenguaje de los árboles y plantas, el rugir del acechante tigre. Poseedor de un extraordinario sentido de la orientación y de la supervivencia y diestro en el manejo de su viejo fusil, Dersu pasa de ser un tipo raro y motivo de burla  a personaje entrañable e imprescindible, que permite al capitán y a sus soldados cumplir con su misión de trazar un mapa de la región y a la vez descubrir al ser humano que habita en él, un mongol iletrado, de baja estatura, de andar sigiloso y de modales rudos. Este reconocimiento tiene amplias resonancias fordianas, en esos encuentros corales en torno a la hoguera, donde el viejo cazador adopta la posición del maestro, del guía noble y solidario. Y allí, en esas imágenes bellas y  vigorosas es posible percibir el olor del bosque y el calor humano que se desprende de los personajes.

Para el capitán Arseniev, la experiencia vivida al lado de Dersu, cambiará su visión del mundo. El bosque, hasta hace poco desconocido y violento, aparecerá ahora como un lugar donde el ritual y la armonía son el producto de unas leyes muy precisas, las cuales no se pueden alterar sin consecuencias fatales para sus transgresores y, así, el tigre herido se convertirá en una imagen premonitoria de la suerte futura de Dersu.

Pero, también, en el ámbito de los sentimientos, Arseniev será fuertemente conmovido. La entrega abnegada de Dersu, desafiando a la violenta tempestad y animando al exhausto militar a construir su precario refugio, tendrá una propuesta paralela en la invitación del capitán a un envejecido Dersu para habitar su casa de la ciudad. El capitán, entonces, tendrá que comprender dolorosamente que ambos mundos son incompatibles. Los espacios abiertos, la naturaleza, reclaman lo suyo. Y la civilización, de la que Arseniev forma parte, en su avance indetenible, arrasará, como en los films de  Sam Peckinpah, con los últimos vestigios de aquella raza de hombres libres y solitarios, extraños y generosos.

Rogelio Llanos Q.


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