(Mighty
Aphrodyte, 1995)
D:
Woody Allen
- I -
Si nos remontamos a los inicios
de la carrera de Woody Allen como director, con mucha dificultad encontraríamos
allí al autor que es ahora. Es cierto, que desde un comienzo trabajó con
constantes temáticas que perdurarían a través de los años, revisitadas una y
otra vez en sus películas. Estas, dotadas de una cinefilia poco corriente por
lo explícita y evocativa, se convirtieron en el terreno propicio para la exposición
y discusión de sus preocupaciones más sentidas.
Su origen judío, la
religión, el sexo, el psicoanálisis, el cine, etc. son algunas de sus
preocupaciones, devenidas en obsesiones, que han sido abordadas de diferentes
formas en sus cintas, aunque generalmente con mucho humor y en algunos casos con gran causticidad. Pero,
ni ROBO, HUYO Y LO PESCARON (1969, Take the money and run), BANANAS (1971),
TODO LO QUE USTED SIEMPRE QUISO SABER SOBRE EL SEXO (1972, Everything you
always wanted to know about sex), EL DORMILON (1973, Sleeper) y LA ULTIMA NOCHE
DE BORIS GRUSHENKO (1975, Love and Death), llegaron a tener la solidez, el
alcance y la personalidad propias de una obra maestra que apuntalara las
pretensiones de un aspirante a autor.
Es más, casi todas ellas,
aún mostrando un humor muy ingenioso, no pueden desprenderse de un cierto
carácter grotesco que las afea y las minimiza en relación a la obra creativa de
Allen a partir de 1977. Claro está, el tiempo ha pasado, Allen es ahora un
autor reconocido y, entonces, al volver a estos films encontraremos nuevos
elementos, detalles que pasaron desapercibidos en la primera visión y, pues, no
faltará quien efectúe una revaloración de estos productos y, hasta concluya en
opiniones radicalmente diferentes a las que se dieran tiempo atrás. Lo cual,
por cierto, es legítimo, siempre y
cuando no se exagere.
Por nuestra parte, seguimos
pensando que los resultados obtenidos por Woody Allen hasta EL DORMILON, son
bastante discretos. ROBO, HUYO Y LO PESCARON así como BANANAS son films un
tanto burdos, con algunos buenos ratos de comicidad, y otros bastante malos.
TODO LO QUE USTED QUISO SABER SOBRE EL SEXO, vale más que nada por la ingeniosa
historia final en la que Woody Allen hace de espermatozoide angustiado a la
espera de saltar en paracaídas en el momento de la eyaculación. EL DORMILON
tenía un tono paródico y unas aristas críticas hacia los regímenes totalitarios
que hizo las delicias de los críticos de izquierda en su momento, pero que
terminaba por agotarse pasada la mitad de la cinta. LA ULTIMA NOCHE DE BORIS
GRUSHENKO, en cambio, nos parece la más lograda cinta de esta época, a pesar de
su ambiciosa y caótica puesta en escena llena de referencias cinematográficas,
especialmente a Eisenstein y Bergman.
Hasta que llegó DOS EXTRAÑOS
AMANTES (1977, Annie Hall) dejándonos atisbar al Woody que nos regalaría tiempo
después esa inolvidable declaración de amor a New York, MANHATTAN (1979) (2),
las soberbias e inquietantes obras corales HANNAH Y SUS HERMANAS (1986, Hannah
and her sisters), CRIMENES Y PECADOS (1989, Crimes and Misdemeanors), MARIDOS Y
ESPOSAS (1992, Husbands and wives), los siempre disfrutables homenajes al cine
de LA ROSA PURPURA DEL CAIRO (1985, The Purple Rose of Cairo) y UN MISTERIOSO ASESINATO
EN MANHATTAN (1993, Manhattan Murder Mystery), las pequeñas obras maestras
ZELIG (1983), DIAS DE RADIO (1987, Radio Days), BROADWAY DANNY ROSE (1984) y un
conjunto adicional de películas difícil de olvidar por su humor, su calidez o su insólita seriedad. Pero esta es otra
historia.
- II -
Lo que nos ha traído a esta
evocación del pasado de Woody Allen es su última cinta, la número veintiséis, titulada
PODEROSA AFRODITA, simpática sí, pero lamentablemente defectuosa, con logrados
momentos pero con no pocas secuencias desperdiciadas o francamente ridículas.
Y, justamente, en estas secuencias el fantasma del Woody de los comienzos, el
del chiste fácil y de burda planificación se constituyó como para jugarnos una
broma, no digamos pesada, pero sí de dudoso gusto.
En PODEROSA AFRODITA
encontramos, luego de una presentación de la obra a cargo de un coro griego, a Lenny Weintrib (Woody Allen), escritor
deportivo, y a su esposa Amanda Sloan (Helena Bonham Carter) cenando con una
pareja de amigos y, discutiendo acerca
de los deseos de ésta de adoptar a un niño. La secuencia, desarrollada en un
sólo plano con un cámara que se desliza delicadamente (y, a contracorriente de
esa especie de cinema-vérité instalado por la cámara de movimientos nerviosos
de MARIDOS Y ESPOSAS) de un personaje a otro tiene la virtud de ubicarnos rápidamente
en el centro del problema de la pareja, a la vez que establece el clima en el que
se desenvolverán las escenas familiares: entre la tensión y el humor.
La resolución de la
controversia pasa por la imposición de los deseos de Amanda, que no desea los
contratiempos del embarazo. Al nervioso y conflictivo Lenny no le queda más remedio
que intentar descubrir los encantos de la paternidad. Como, por ejemplo, buscar
nombre para el crío y repasar así su
admiración por Groucho y Harpo Marx,Thelonius Monk o Django Reinhardt (1) ; comprar,
con la compulsión consumista del americano medio, toda clase de juguetes y
descubrir, con un orgullo no exento de cierto resentimiento (porque Amanda lo
hizo todo y él sólo supo oponerse), las virtudes y excelencias del hijo amado.
Y esa brillantez que Woody
aprecia en su pequeño hijo lo conduce a pensar en sus orígenes reales. La
búsqueda de la madre del pequeño Max emparenta al film con la investigación de
UN MISTERIOSO ASESINATO EN MANHATTAN, por lo desconcertante, graciosa y
obsesiva. Hay que ver la torpeza de Lenny buscando en los archivos el nombre de
la madre, una suerte de Jerry Lewis que traslada el caos al lugar a donde
llega. Woody ha sabido desde un comienzo de su carrera los secretos del “gag” o
chiste visual, pero también del humor verbal que lo hace deudor del más grande y
más amado anarquista del cine, Groucho Marx.
La investigación de Lenny lo
conduce a lo que viene a ser, sin duda, el gran hallazgo del film: Mira Sorvino,
en su papel de prostituta deslenguada e ingenua. De formas opulentas y de
actuar desenfadado, Linda Ash, es la encarnación del sexo mismo. Allen no
necesita mostrar lo que Linda es capaz de hacer, le basta con decirlo. Los
diálogos son lo suficientemente reveladores para hacer volar la imaginación y dar
cuenta del carácter del personaje. Este es otro mérito de Allen, la
revitalización de la palabra para que en contraste o en apoyo de la imagen
potencien el humor hasta la hilaridad y hagan de los personajes unos seres inolvidables
cuando no entrañables.
Linda utiliza un lenguaje
procaz y violento, que es expresado con naturalidad y desparpajo. Además, Linda
es una persona cariñosa y con cierto aire maternal. Por tal motivo, el
personaje resulta, a contracorriente de la profesión que desempeña, cargado de
inocencia y bondad.. Se descubre así un personaje lleno de humanidad, amable y
auténtico. Tan sólo por ello, uno no se debe perder PODEROSA AFRODITA.
Allen, en su eterno papel de
ser tímido y nervioso, angustiado y obsesivo, torpe y desgarbado está bien como
siempre representando en esta oportunidad la contraparte de Alice, el personaje
de la película del mismo nombre. Lenny es un marido que un día se descubre en
medio de un matrimonio aburrido y que encuentra el motivo para evadirse de su
realidad, embarcándose en la aventura de búsqueda primero y de educación después,
de la madre verdadera de su hijo. Resulta así una suerte de Pygmalion
intentando convertir en dama a la prostituta. Hay un pequeño guiño cinéfilo a
VERTIGO (1958, Alfred Hitchcock), cuando Woody la viste y la peina (rubia, para
mayor semejanza) con gran esmero.
Hasta aquí la cinta conserva
una gran dignidad que, tal vez no lo haga tocar las alturas de los mejores
films de Allen, pero que tampoco marcha muy a la zaga de ellos, si bien carece
de la profundidad temática y de la riqueza y variedad de los personajes exhibidos
en una buena parte de la filmografía del autor de MANHATTAN.
- III -
El problema se presenta
cuando Allen intenta alargar la historia, llegando a situaciones tópicas y
dándole a la anécdota una salida nada original. La búsqueda de pareja para
Linda es una de ellas. No negamos que a ratos convoca a la risa, pero las
acciones son un tanto torpes, convencionales e inverosímiles. El personaje del
boxeador que desea ser agricultor se revela totalmente falso en su
comportamiento. Su ingenuidad roza con la estrechez mental. El humor de la
película está basado aquí, pues, en un diseño equivocado del personaje, que nos
deja completamente indiferente. Finalmente, el peso de esta parte de la
historia recae en el humor verbal de Allen, que corre el riesgo de saturar al
espectador.
Peor es el personaje del
proxeneta, que no suma nada a la historia y que aparece de manera caprichosa en
el relato, rompiendo un tanto su continuidad. Humor chabacano basado en la
agresión o en el contraste físico entre el fortachón y el menudo Lenny. Es el
tipo de humor adefesiero que Los Tres Chiflados explotaron durante mucho tiempo
en la TV y, ni el ingenio de Allen salva estos momentos poco felices emparentados
con los peores segmentos de sus
películas iniciales.
Escenas tan chapuceras como
las anteriores resultan ser también las correspondientes al coro griego
-especialmente. las últimas- encargado de subrayar las acciones, advertir de
los peligros a Lenny o transformarse en una especie de conciencia del
personaje. Su presencia en el film es indeseable por la ruptura en la
continuidad de la narración. A manera de viñetas se van insertando a lo largo
de ésta y, si bien, ellas no son extrañas al cine de Allen (por ejemplo, los
intertítulos entre secuencias en HANNA Y SUS HERMANAS), quien siempre ha
tendido en sus cintas a una construcción de tipo episódico, aquí, se tornan
abusivas no sólo por la frecuencia con que aparecen en el film sino, además,
por la extensión de cada una de sus apariciones.
Lo peor, sin embargo, es que
se trata de un humor grosero que hace extrañar el trazo fino con que Allen ha
ido construyendo sus películas desde la ya lejana DOS EXTRAÑOS AMANTES y que,
justamente, hizo olvidar en cierta forma, el cine hecho con anterioridad a esta
cinta, a tal punto de que DOS EXTRAÑOS... se puede considerar como el inicio de
su carrera como autor. Y, es una lástima que PODEROSA AFRODITA concluya con una
esperpéntica danza del coro. Hay un final feliz para todos los personajes, pero
para nosotros queda cierta desazón.
- IV -
Pero, a pesar de lo
observado, la película es indudablemente “alleniana”. Sus temas están allí,
especialmente la relación de pareja y el sexo. Además de las infaltables citas,
burlonas en algunos casos, a la religión, a sus cómicos predilectos, a los
sicoanalistas y al cine.
La relación de pareja es tal
vez uno de los más viejos asuntos que preocupan a Allen. Una y otra vez Allen
la ha llevado a imágenes en un intento de encontrar respuestas a los
innumerables problemas que ella plantea. En PODEROSA AFRODITA, además del
aburrimiento instalado por la rutina, hay un elemento adicional a los ya
tocados en las otras cintas: la maternidad. Y si bien no constituye el centro
del film, obrando más bien como resorte para la relación medular Lenny
Weinrib-Linda Ash, sin embargo, la mirada de Allen no deja de ser sutilmente
crítica. Por ello, nos encanta esa secuencia de la cena de las dos parejas,
anteriormente aludida. Allí, al trazo elegante se une la mirada crítica de un
director siempre alerta a los entredichos de pareja, no para juzgar o acusar,
sí para comprender.
Ello no impide que Allen
deje muy en claro su punto de vista respecto a los roles que los miembros de la
pareja deben cumplir. Así, a Lenny no le hace ninguna gracia el tener que
adoptar un niño, cuando sus genes están en condiciones de ser transmitidos y
Amanda no tiene razón valedera alguna para negarse al embarazo. La excusa que
exhibe Amanda, el trabajo en la galería propia, se revela carente de asidero y,
lo que es más, contraproducente, pues motiva no sólo el alejamiento del hogar,
el descuido en la crianza del niño y, finalmente, el peligro de ruptura de la
pareja.
Allen viabiliza su punto de
vista estableciendo una especie de separación de la pareja y trabajando el
montaje en paralelo, aunque se aprecia un claro desbalance que afecta al
personaje de Amanda. Sin embargo, no es la intención de Allen de abordar las
relaciones de múltiples personajes como hiciera en HANNAH... o en MARIDOS...Por
el momento, le interesa más mostrar los avatares de Lenny y Linda. Por ello, acude a la simplificación en lo que
a la relación de Lenny y Amanda se refiere.
De un lado, Lenny preocupado
por encontrar a la madre real de Max y, de otro Amanda dedicada al montaje de
la galería y al flirteo con Jerry (Peter Weller). Cada uno camina por su lado
y, sólo después de la aventura extramatrimonial de cada uno de ellos,
reconocerán la necesidad de volver a unirse. El final feliz de PODEROSA AFRODITA
subraya el carácter de divertimento que tiene el film.
Lo que hay que lamentar es
la falta de una actriz con la garra, el encanto y la neurosis de Diane Keaton,
que haga la contraparte de Mira Sorvino. Y no es que Helena Bonham Carter esté
mal, lo que sucede es que por más que aparezca con el pelo revuelto y
desaliñada la seguimos viendo como el personaje etéreo creado por James Ivory
en A ROOM WITH A VIEW o en HOWARD’S END.
Finalmente, el sexo es otra
de las obsesiones del bueno de Woody. Y aquí, en PODEROSA AFRODITA, Woody se
despacha a su gusto a través de la prostituta, personaje que precisamente vive
de la explotación del sexo. Sólo que Linda es muy especial, pues disfruta de su
profesión que le permite vivir con comodidad y acceder a la ilusión del
estrellato cinematográfico, protagonizando cintas pornográficas.
El pudoroso y diminuto Lenny
queda abrumado ante la avalancha verbal de Linda y lo llamativo de su físico.
El contraste entre los dos personajes aquí sí funciona, desencadenando la
carcajada o la sonrisa placentera. Todo tiene
la fuerza de lo espontáneo y verdadero. Woody es el de siempre y Mira Sorvino
nos convoca, con su provocación constante a no perderla de vista. Sin duda, los
méritos de PODEROSA FRODITA le pertenecen con todo derecho.
ROGELIO LLANOS Q.
Notas:
(1) Thelonius Monk es uno de
los grandes del jazz de los años cuarenta. Improvisación y ruptura de las
armonías caracterizaron el estilo del llamado padre del “bop”. Django Reinhardt
fue un consagrado jazzista europeo que a pesar de las graves quemaduras
sufridas en sus manos llegó a ser un excelente guitarrista de mucha influencia
en las bandas de los años cuarenta.
(2) Woody Allen y Martin
Scorsese han hecho de New York uno de los motivos principales de su obra
cinematográfica. Subyugados por su encanto le han declarado su afecto, conmocionados
por su complejidad y gigantismo la han desnudado revelando ansiedades,
depresiones y miedos. Amor y odio, ternura y dureza entremezclados como en las
canciones de Lou Reed, especialmente en esa obra maestra del rock de los
ochenta, NEW YORK (Sire, 1989).
1 comentario:
Los primeros trabajos de Woody Allen lo exponen más
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