8/12/13

NEGROS NUBARRONES…



Muchos temas se están quedando en el tintero. Desde la correspondencia amical hasta artículos prometidos y hasta ahora incumplidos. Hubiera querido agradecerle a mi amigo Jordi su nota amabilísima de hace un par de semanas; hubiera querido comentar aquello de los pedestales y el ánimo polémico de David (aceptado lo de los whiskys, aunque ¿podría ser mejor un Escorihuela Cabernet Sauvignon?), hubiera deseado escribir algunas noticias cinéfilas para enviar al amigo italiano Maurizio Ponzetto, admirador del siempre controvertido Peter Greenaway (se agradece el artículo); hubiera querido también abordar ya la pequeña gran música de los Travelling Wilburys (y brindar por la amistad, una vez más con los ya entrañables Jordi y Nati) y cumplir con el escritor en ciernes , Henry Flores, que seguramente un día de estos dará que hablar (no me cabe la menor duda); pero la molicie, ese ser ribeyriano,  informe e inasible,  aunado a un bloqueo cíclico e implacable han conspirado contra este deseo de enfrentar la angustia de la página en blanco.

Sí, porque iniciar un texto me cuesta mucho. Y siempre me digo que, más entretenido es agarrar el libro del escritor predilecto y saborear párrafo tras párrafo, metiéndonos en esos universos maravillosos e imaginarios y huyendo de una realidad cada vez más dura, menos atractiva y que, para colmo de males, está presentando negros nubarrones en el horizonte. Sin embargo, las noticias en el periódico son preocupantes, y mi olfato para estas cosas, hasta el momento, nunca me ha dejado mal parado. Es por eso que me levanté de la cama y me senté frente al teclado, dispuesto a escribir sobre lo que me inquieta ahora.  O más bien, a glosar algunas notas extraídas del artículo del inefable Richard Webb, artículo titulado “La ilusión monetaria”.

El sólo título seguramente que a muchos ya les hará recordar ese fenómeno tan nefasto vivido en la década de los ochenta: la inflación. Y quiero glosar estas notas por aquello de la socialización de nuestros temores. O por aquello que una pena entre dos (o más, en este caso) es menos atroz. Sí, el fantasma de la inflación está retornando. El ruido de los cascos de los caballeros negros, bajo la forma de alza de precios en los alimentos y en otros bienes de consumo,  ya se están empezando a escuchar con más fuerza. Vean si no cómo empieza Richard Webb su nota: “Cuando regresa la inflación empieza la confusión”.  Alentador…¿verdad? Y tengo unas enormes ganas de meterme a la cama, dormir, soñar y olvidarme de los oscuros augurios que empiezo a leer, escuchar y ver.

Y como para que no nos quede la menor duda, el economista nos restriega en la cara algunas cifras irrefutables, que en algún momento las escuchamos por algún lado, pero que en ese afán de vivir el momento y dejar para después las preocupaciones pues las dejamos a un lado o no quisimos prestar mucha atención a ellas. Las quisimos olvidar, pero estaban allí. Nunca se fueron y, ahora, se hacen más que evidentes. Veamos con algo que duele para quien guarda ilusionado su platita en el banco. Dice Webb: (el año pasado) “los bancos ofrecían atractivas tasas de interés, entre 3% y 5%, pero la inflación resultó siendo 5.7%, por lo que la mayoría de los ahorristas cerró el año con menos dinero del que tuvieron al inicio”. Pocos seguramente se han dado cuenta cuánto han perdido, pero el no darse cuenta no le quita un ápice de verdad a lo que ha sucedido con el capital puesto en los bancos.

Y si vemos ahora por el lado de los ingresos laborales. Según los datos que incluye en su nota, Webb sostiene que las estadísticas oficiales hablan de un incremento del 26% en los últimos cinco años. El costo de vida, de acuerdo a lo que sostiene el economista se elevó en 15%, es decir, la mejora salarial real está en el orden del 10%. El salario, por su parte aumentó en 16%, pero descontando el 15% mencionado, resulta en términos reales de 1%.

Y esto es sólo el comienzo. Los pronósticos no son nada buenos. Yo quisiera que hubiera un error en ellos. Quisiera decir que se trata de una exageración de aquellos que creen ver en la silueta creciente de Alan García un símbolo metafórico de ese futuro inmediato que se nos viene en el campo económico. Durante muchos años fui anti aprista. Ahora, a la vista de ese futuro político tan incierto que se nos presenta, con los Humalas, las Lourdes o los Fujimoris esperando pescar en río revuelto, me he convertido en ‘no aprista’. Es decir, no soy aprista, pero deseo que puedan llegar al fin de su gobierno con la economía (o sea con nosotros) a flote.  Aunque, para ser sincero, dudo mucho que entre tanta corrupción, tanta inmoralidad, ello pueda ser posible.

Y para completar el panorama, se nos viene a todo galope el racionamiento de energía, pero el inefable primer ministro, Jorge del Castillo, dice en el periódico de hoy que tales noticias son “un alarmismo innecesario” y que “lamentablemente ya hay gente alucinando que se va a quedar sin luz”. ¿Será que, aparte de la inflación, volverá la estupidez convertida en chiste? Como dijo el ex Ministro de Energía, ing. Carlos Herrera, “Sólo nos queda rezar”.

Lima, 21 de julio de 2008


Rogelio Llanos Q.

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