Escribe:
Rogelio Llanos Q.
1. Apocalipsis
ahora Reeditada
Si bien se trata de un film realizado en 1979, sin embargo sus casi
cincuenta minutos adicionales y la nueva edición realizada hacen de ella una
película nueva aún cuando conserve los postulados de la puesta en escena
original. El viaje hacia la tienieblas que la guerra ha desatado, el viaje
hacia el lado oscuro del ser humano se imbrican en un film de una rara e
impresionante belleza visual que ya la tenía la primera versión y que ahora,
con las imágenes añadidas y el nuevo montaje realizado adquieren un sesgo mayor
de locura y extrañeza. Una obra maestra absoluta.
2. Hable
con ella
Aún recuerdo al Almodóvar de Mujeres
al borde de un ataque de nervios (1987). Irónico, chillón, provocador.
Bueno y divertido, sin duda alguna, pero muy dado al escándalo y al
exhibicionismo. Sin embargo, los años no pasan en vano, y cuando hay talento,
la madurez se convierte en sinónimo de plenitud, serenidad y sabiduría. Hable
con ella refleja de manera contundente la madurez de este manchego, cuya
película acerca de la entrañable amistad de dos hombres que mantienen una
relación amorosa imposible con dos mujeres en estado de coma, está dotada de
una gran riqueza expresiva que se nutre de la cinefilia del director
(Hitchcock, Truffaut y especialmente Buñuel), así como del melodrama clásico,
elementos que, finalmente, adquieren los toques propios del universo
almodovariano: hombres que lloran emocionados al escuchar una dulce melodía,
hombres que se empeñan en tener a la mujer amada, aún cuando ellas no puedan
corresponderles. En síntesis, un mundo a
contracorriente de la tradición y de los cánones usuales, y a la vez, un mundo
que ha modulado los brillantes colores de la pasión con los delicados tonos
grises de la sensibilidad y la melancolía.
3.
El hombre que nunca estuvo
Hablar de los hermanos Coen es traer a colación no sólo originalidad en la
puesta en escena; es ir un poco hacia los límites de la imaginación en su
recreación del género policial y, como en este caso, retornar con felicidad a
un género ya desaparecido: el cine negro. Y lo hacen utilizando a un gran
actor: Billy Bob Thornton. Hay que verlo caminando como si nada le importara,
desempeñando su trabajo de peluquero con un aire ausente. Inexpresividad y
pocas palabras lo definen. Y sin embargo, envuelto en una historia de crímenes,
pasión y errores. Humor, ironía completan el cuadro que nunca estuvo mejor
pintado que en blanco y negro.
4. La
habitación del hijo
Nanni Moretti intenta responder a la pregunta: ¿Qué sucede con una familia
cuando el hijo se muere? Pero no se vaya a creer que a Moretti, lúcido italiano
cultor de la ironía y estudioso de la propia neurosis, le gusta transitar por
la vía del morbo. Por el contrario, su mirada es la de la comprensión y la de
la solidaridad ante el dolor y la tristeza. Dos movimientos y una pequeña coda
componen su film. El primero: alegre, relajado, celebratorio de la unión
familiar. El segundo, tras el acontecimiento de la muerte, grave, intenso y
melancólico, pero también sorprendente y entrañable, sobre todo porque los
seres involucrados en el sufrimiento emprenden el combate rutinario que opone
al recuerdo doloroso la esperanza de un futuro que puede también tener algunos
atisbos de felicidad.
5. La
dama y el duque
Rohmer siempre será bienvenido. Original y locuaz. Admirador de las mujeres
y profundo observador de sus avatares emocionales y amorosos, Rohmer suma ahora
a su filmografía una película ambientada en una Francia sometida a la dictadura
del Terror, luego de la
Revolución. En ella, Grace, la atractiva protagonista de la historia, sin traicionar las cualidades y debilidades
de las mujeres rohmerianas, vive de cerca el duro momento político de Francia,
permaneciendo fiel a sus principios aristocráticos, enfrentando con
inteligencia y astucia las diversas trampas que el fanatismo y la venalidad de
la burguesía en ascenso le tienden a su paso. Como fondo paisajístico un
París retocado siguiendo los modelos de los
pintores de la época. Hecha con imágenes digitales, y a despecho de su punto de
vista político, la Dama
y el Duque nos muestran a un Rohmer juvenil que nos hace exclamar
entusiasmados: ¡Viva la
Monarquía !
6. El
empleo del tiempo
Que un ejecutivo se quede sin trabajo de la noche a la mañana puede que ya
no llame la atención en nuestros tiempos duros y cambiantes. Sin embargo, hay
quien como Laurent Cantet que ha tomado como asunto muy personal la indagación
de los comportamientos humanos a partir de los problemas laborales vividos.
Pues, ¿Qué hacer? ¿Engañarse que aún se mantiene la rutina laboral, ingresando
a escondidas a las frías oficinas o a las amplias salas de reuniones? ¿Hasta
cuándo engañar a la esposa, a los padres, ilusionándolos con grandes planes
para el futuro, y mientras tanto birlándoles algo de dinero para sustentar el
comienzo de una ilusoria nueva carrera? ¿Embaucar temporalmente a los amigos
mientras se espera que algo suceda? Pues estas son algunas de las cuestiones
que el film de Cantet aborda con dureza, sin complacencia alguna. Como para
recordarnos que tal vez algún día
podríamos estar en el lugar de su protagonista.
7. Deuda
de sangre
Clint es Clint. Es decir, clasicismo, serenidad, sensibilidad y lucidez. Se
nos podrá objetar que hay mejores películas en el año que ésta. Podría ser
cierto. Pero nosotros, interpretando lo que alguna vez expresara un entrañable
cineasta francés, acomodaríamos sus palabras para decir que la peor película de
un autor siempre será mejor que la gran película de un artesano o un
desconocido. Pero, obviamente, aquí no se trata de la peor película de
Eastwood. Convengo en que no es mejor que Los
Imperdonables, Un Mundo Perfecto,
Los Puentes de Madison, pero que es
un buen film, lo es sin duda alguna. Deuda
de sangre conserva el ritmo pausado característico de los films de Estwood,
acumula energía e interés en algunos tramos para luego darle una salida
violenta y, al mismo tiempo, develadora del misterio que rodea una trama que al
margen de su originalidad permite descubrir a un personaje fiel a sí mismo y en
perfecta coherencia con aquellos entrañables protagonistas westernianos y
policiales que pueblan la filmografía de Eastwood. Por otra parte, la
investigación se realiza con la morosidad que impone la realidad
cinematográfica diseñada por el autor, una realidad hecha de afectos hacia la
marginalidad y de descargas inevitables –por los compromisos establecidos y por
el medio agresivo en que habita – de una violencia sin atenuantes. El viejo
Clint, pues, continúa cabalgando, a pesar de la incomprensión que ya empieza a
cosechar.
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