8/12/13

Los films del 2002: LOS SIETE MAGNÍFICOS


  
Escribe: Rogelio Llanos Q.


1.  Apocalipsis ahora Reeditada

Si bien se trata de un film realizado en 1979, sin embargo sus casi cincuenta minutos adicionales y la nueva edición realizada hacen de ella una película nueva aún cuando conserve los postulados de la puesta en escena original. El viaje hacia la tienieblas que la guerra ha desatado, el viaje hacia el lado oscuro del ser humano se imbrican en un film de una rara e impresionante belleza visual que ya la tenía la primera versión y que ahora, con las imágenes añadidas y el nuevo montaje realizado adquieren un sesgo mayor de locura y extrañeza. Una obra maestra absoluta.

2.  Hable con ella

Aún recuerdo al Almodóvar de Mujeres al borde de un ataque de nervios (1987). Irónico, chillón, provocador. Bueno y divertido, sin duda alguna, pero muy dado al escándalo y al exhibicionismo. Sin embargo, los años no pasan en vano, y cuando hay talento, la madurez se convierte en sinónimo de plenitud, serenidad y sabiduría. Hable con ella refleja de manera contundente la madurez de este manchego, cuya película acerca de la entrañable amistad de dos hombres que mantienen una relación amorosa imposible con dos mujeres en estado de coma, está dotada de una gran riqueza expresiva que se nutre de la cinefilia del director (Hitchcock, Truffaut y especialmente Buñuel), así como del melodrama clásico, elementos que, finalmente, adquieren los toques propios del universo almodovariano: hombres que lloran emocionados al escuchar una dulce melodía, hombres que se empeñan en tener a la mujer amada, aún cuando ellas no puedan corresponderles.  En síntesis, un mundo a contracorriente de la tradición y de los cánones usuales, y a la vez, un mundo que ha modulado los brillantes colores de la pasión con los delicados tonos grises de la sensibilidad y la melancolía.

3.    El hombre que nunca estuvo

Hablar de los hermanos Coen es traer a colación no sólo originalidad en la puesta en escena; es ir un poco hacia los límites de la imaginación en su recreación del género policial y, como en este caso, retornar con felicidad a un género ya desaparecido: el cine negro. Y lo hacen utilizando a un gran actor: Billy Bob Thornton. Hay que verlo caminando como si nada le importara, desempeñando su trabajo de peluquero con un aire ausente. Inexpresividad y pocas palabras lo definen. Y sin embargo, envuelto en una historia de crímenes, pasión y errores. Humor, ironía completan el cuadro que nunca estuvo mejor pintado que en blanco y negro.

4.  La habitación del hijo

Nanni Moretti intenta responder a la pregunta: ¿Qué sucede con una familia cuando el hijo se muere? Pero no se vaya a creer que a Moretti, lúcido italiano cultor de la ironía y estudioso de la propia neurosis, le gusta transitar por la vía del morbo. Por el contrario, su mirada es la de la comprensión y la de la solidaridad ante el dolor y la tristeza. Dos movimientos y una pequeña coda componen su film. El primero: alegre, relajado, celebratorio de la unión familiar. El segundo, tras el acontecimiento de la muerte, grave, intenso y melancólico, pero también sorprendente y entrañable, sobre todo porque los seres involucrados en el sufrimiento emprenden el combate rutinario que opone al recuerdo doloroso la esperanza de un futuro que puede también tener algunos atisbos de felicidad.

5.  La dama y el duque

Rohmer siempre será bienvenido. Original y locuaz. Admirador de las mujeres y profundo observador de sus avatares emocionales y amorosos, Rohmer suma ahora a su filmografía una película ambientada en una Francia sometida a la dictadura del Terror, luego de la Revolución. En ella, Grace, la  atractiva protagonista de la historia,  sin traicionar las cualidades y debilidades de las mujeres rohmerianas, vive de cerca el duro momento político de Francia, permaneciendo fiel a sus principios aristocráticos, enfrentando con inteligencia y astucia las diversas trampas que el fanatismo y la venalidad de la burguesía en ascenso le tienden a su paso. Como fondo paisajístico un París  retocado siguiendo los modelos de los pintores de la época. Hecha con imágenes digitales, y a despecho de su punto de vista político, la Dama y el Duque nos muestran a un Rohmer juvenil que nos hace exclamar entusiasmados: ¡Viva la Monarquía!

6.  El empleo del tiempo

Que un ejecutivo se quede sin trabajo de la noche a la mañana puede que ya no llame la atención en nuestros tiempos duros y cambiantes. Sin embargo, hay quien como Laurent Cantet que ha tomado como asunto muy personal la indagación de los comportamientos humanos a partir de los problemas laborales vividos. Pues, ¿Qué hacer? ¿Engañarse que aún se mantiene la rutina laboral, ingresando a escondidas a las frías oficinas o a las amplias salas de reuniones? ¿Hasta cuándo engañar a la esposa, a los padres, ilusionándolos con grandes planes para el futuro, y mientras tanto birlándoles algo de dinero para sustentar el comienzo de una ilusoria nueva carrera? ¿Embaucar temporalmente a los amigos mientras se espera que algo suceda? Pues estas son algunas de las cuestiones que el film de Cantet aborda con dureza, sin complacencia alguna. Como para recordarnos que tal vez algún  día podríamos estar en el lugar de su protagonista.

7.  Deuda de sangre

Clint es Clint. Es decir, clasicismo, serenidad, sensibilidad y lucidez. Se nos podrá objetar que hay mejores películas en el año que ésta. Podría ser cierto. Pero nosotros, interpretando lo que alguna vez expresara un entrañable cineasta francés, acomodaríamos sus palabras para decir que la peor película de un autor siempre será mejor que la gran película de un artesano o un desconocido. Pero, obviamente, aquí no se trata de la peor película de Eastwood. Convengo en que no es mejor que Los Imperdonables, Un Mundo Perfecto, Los Puentes de Madison, pero que es un buen film, lo es sin duda alguna. Deuda de sangre conserva el ritmo pausado característico de los films de Estwood, acumula energía e interés en algunos tramos para luego darle una salida violenta y, al mismo tiempo, develadora del misterio que rodea una trama que al margen de su originalidad permite descubrir a un personaje fiel a sí mismo y en perfecta coherencia con aquellos entrañables protagonistas westernianos y policiales que pueblan la filmografía de Eastwood. Por otra parte, la investigación se realiza con la morosidad que impone la realidad cinematográfica diseñada por el autor, una realidad hecha de afectos hacia la marginalidad y de descargas inevitables –por los compromisos establecidos y por el medio agresivo en que habita – de una violencia sin atenuantes. El viejo Clint, pues, continúa cabalgando, a pesar de la incomprensión que ya empieza a cosechar.



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