8/12/13

Günter Grass: UN NOBEL PARA UN REBELDE

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“ Por un buen rato estuve reflexionando y comparando la promesa materna y la paterna. Mientras, observaba y escuchaba una mariposa nocturna que se había extraviado en el cuarto. De talla mediana y cuerpo hirsuto, cortejaba a las dos bombillas de sesenta vatios, proyectando unas sombras que desproporcionadamente grandes en relación con la envergadura verdadera de sus alas desplegadas , cubrían, llenaban y agrandaban a sacudidas la habitación y sus muebles. Pero,  más que aquel juego de luz y sombras, lo que retuve fue el ruido que se producía entre la mariposa y las bombillas. La mariposa parloteaba sin cesar, como si tuviera prisa  por vaciarse de su saber, como si no debiera tener ya más ocasión de futuros coloquios con las bombillas, como si el diálogo entablado con ellas hubiera de ser su última confesión y, una vez obtenido el género de absolución que suelen dar las bombillas, ya no hubiera más lugar para el pecado y la ilusión”. Günter Grass. El Tambor de Hojalata (DIE BLECHTROMMEL, 1959. Trad. Carlos Gerhard. Bruguera, 4ta ed., 1983).


Escribe: Rogelio Llanos Q


Un Nobel a contracorriente

El premio Nobel de Literatura nunca fue extraño a los vaivenes políticos y sociales del mundo. Sin embargo, la última entrega del galardón a Günter Grass va a contracorriente de lo sucedido en el pasado.

Sin duda, el premio hace justicia al gran escritor que es Grass. Pero a la vez es un reconocimiento de la trayectoria de un hombre que habiendo vivido de cerca la experiencia hitleriana reformuló sus conceptos y estableció con lucidez y convicción un compromiso político en medio de un agitado entorno que libra en el presente una batalla de definiciones de cara al nuevo milenio. 

Grass ha sido un duro crítico de la reunificación, como lo ha sido también respecto a la organización social de su país. Que la academia sueca, tan sensible años atrás a las coyunturas políticas y al debate ideológico del momento, haya ahora decidido premiarlo llama poderosamente la atención, sobre todo en circunstancias en que Alemania da muestras de haber atemperado sus viejos impulsos expansionistas en provecho de una actitud que promueve la integración de una Europa compleja y recelosa. 

En todo caso, resulta saludable que la academia se incline hacia una nueva corriente que tendría como eje lo social y lo literario. No obstante, no descartamos el hecho de que al ser un germano el ganador del preciado galardón, sea también la misma Alemania la que coseche los frutos de la victoria personal de Grass. 

Un escritor controvertido 

Muchos críticos sostienen que si Grass hubiera escrito únicamente El Tambor de Hojalata, ello hubiera bastado para hacerlo acreedor al Nobel. Es más, hay quienes manifiestan que el premio está basado en su sus primeras obras y que las últimas resultan completamente olvidables. Podría ser cierta tal afirmación, sin embargo, todos coinciden, y en eso estamos de acuerdo, en que la abundante obra de Grass tiene el material y la reflexión suficiente para configurar un universo provocador y polémico, capaz de suscitar los más encendidos comentarios, como aquel que la Academia Sueca expresó en ocasión de la designación de Grass al Nobel: “ ... El Tambor de Hojalata se convertirá en una de las obras literarias perdurables del siglo XX”. 

Controvertido, audaz y peleador Grass nunca fue, precisamente, un hombre de perfil bajo. Nacido en Danzig el 16 de octubre de 1927 no reveló en sus inicios su aptitud para la escritura. Más bien fueron la pintura y el dibujo los que ocuparon su tiempo luego de aquel período aciago en que la vorágine del nacionalsocialismo y la guerra lo envolvieron en los violentos acontecimientos históricos de los años treinta y cuarenta que destruyeron las ilusiones y la juventud de toda una generación. 

La experiencia parisina y un intenso proceso de reflexión derivó en lo que llegaría a constituir su obra maestra, El Tambor de Hojalata. Allí, apelando a un rico imaginario y a una sutil poesía, sin abandonar un realismo (algunos incluso acuden al término de realismo mágico) que por momentos golpea con la fuerza de lo inevitable, Grass nos entrega su visión del Danzig que conoció, de aquel Danzig multiétnico que los alemanes no tuvieron reparo en destruir. La narración llena de digresiones, datos históricos y metáforas, como la del protagonista que es un enano que decide no crecer y que se comunica con los demás a través de los redobles de su tambor, encubre la intención del escritor de ingresar y descubrir, como si de un exorcismo se tratara, en el monstruo que generó el nazismo. 

Alemania en el debate 

La escritura de Grass, influenciada por la novela picaresca española, de la cual el Quijote es su máximo exponente, está recorrida en general por un impulso vital que lo ha llevado a cuestionar el acontecer histórico de su país y del mundo, en perfecto acuerdo con una actitud personal caracterizada por la disensión y el cuestionamiento. 

Para Grass, la complacencia siempre le ha sido ajena, afirmando por sobre cualquier bandera política su opción independiente. En su extensa novela Es cuento largo, sus blancos elegidos tienen nombres ilustres: desde von Bismarck hasta Helmut Köhl. El centro de la narración es una vez más la historia alemana, desde la Revolución de 1848, que buscaba terminar con el fraccionamiento político y crear un estado nacional, hasta la caída del Muro y el fin de una forma opresiva de gobierno. 

Alemania como centro de una preocupación constante, el debate intenso y acalorado, el compromiso llevado a su más elevada expresión, y la crítica como manifestación sincera de una conciencia moral de un país habitado por los fantasmas redivivos de un pasado sórdido y violento. Tales son las constantes de un escritor con el que quizás se pueda discrepar, pero en ningún caso ignorar o marginar. 

Tal vez sí se le pueda reprochar el derroche de páginas en sus siempre dilatadas obras. Como sostiene el escritor José Adolph, Grass tiende a la desmesura en el desarrollo de sus ideas y ello hace, por momentos, que la lectura de sus textos ponga a prueba la paciencia y perseverancia del lector. 

Prolífico y aguerrido, sus creaciones incluyen títulos como El gato y el ratón (1961), Años de perro (1963), Anestesia local (1969), El rodaballo (1977). Su obra última, la de los años 90 (Malos presagios, Es cuento largo y Mi siglo) confirman el pulso narrativo de un autor de escritura tan difícil y penetrante como reveladora de un espíritu brioso y rebelde. 


Lima, noviembre 1999
Texto para Hablemos de Quimpac




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