(2006, Sony BMG Music Entertainment)
Ain’t
talkin’, just walkin’
Up
the road, around the bend
Heart
burnin’, still yearnin’
In
the last outback at the world’s end.
Bob
Dylan (Ain’t talkin’, just walkin’, 2006)
Escribe: Rogelio Llanos Q.
Si tuviéramos que
definir Modern Times en pocas
palabras diríamos que se trata de un puñado de canciones que apreciadas en
conjunto componen una obra aparentemente tranquila, relajada, equilibrada sin
dejar por ello de ser irónica, críptica, punzante, sensible, urgente. Modern Times es emocionante,
sorpresiva, hecha con el corazón, pero sin el desgarro del Blood on the Tracks, acudiendo siempre a la referencia musical o
literaria y, cuándo no, planeando sobre aquellos predios tan caros a Dylan: el
amor, la muerte, el apocalipsis, la carretera, el paisaje americano. A veces
con alusiones directas, en otras apelando a la expresión ambigua o a la
construcción hermética.
En medio de su agotador
Never Ending Tour, Modern Times resulta siendo un alto en
el camino. Una parada necesaria para tomar un respiro y, sobre todo, descargar
las ideas, sentimientos y pasiones acumuladas a lo largo de los años y tras los
cientos de millas recorridas en ese cuasi eterno deambular del viejo trovador
por los pueblos, villas, ciudades del viejo y nuevo mundo.
Pero los años no pasan
en vano. Las heridas han cicatrizado y el dolor se ha convertido en recuerdo,
la ira ha devenido en serenidad, la capacidad de indignación en potencial creativo.
Como en toda obra clásica, tras la tempestad la calma, tras la conmoción la
reflexión, tras la tristeza la ironía o el humor. La pasión irreductible de la creación. La
necesidad imbatible de la confesión. Modern Times se anuncia así desde ese
gran estruendo inicial de guitarras, teclados y batería. Un comienzo grandioso,
efusivo, que contrasta enormemente con ese otro austero y gris, proveniente de
una guitarra que desgrana unas notas de manera pausada, casi tímida, y que sirve de breve prólogo a un “I am walking”
pronunciado con gravedad por un Dylan
que volvía a renacer en Time Out of
Mind. Sick of love era la afirmación de un hombre que le había ganado a la
muerte, pero era una composición nacida del dolor y de la enfermedad y sus
acordes estaban teñidos de ciertas notas oscuras.
No, esta vez, el
estruendo sobrecogedor, emotivo, de Thunder
of the Mountain, que en una primera audición del disco, semeja al anuncio pomposo
de ese gran espectáculo en el que Dylan supuestamente habría de transmistirnos su
conceptualización de los tiempos modernos. Pero no, esa descarga no es otra
cosa que una especie de broma o de falsa pista que el viejo Bob elabora
inspiradísimo, pues a continuación se remonta a los cincuenta en un clarísimo
homenaje rítmico al inolvidable Chuck Berry, y con alusión directa a la joven
cantante de Rhytm & Blues, Alicia Keys, sobre cuyo paradero se pregunta inquieto
y nostálgico (sí, claro, si el viejo y libidinoso Bob la conoció en el 2002
cuando ella ganó el Grammy y el Love & Theft se quedó en el
camino). Y a lo largo de este tema, llevado a paso de rock & roll, nos
revela un estado de ánimo proclive a la creación (“feel like my soul is
beginning to expand), aludiendo a las contradicciones de este mundo en el que
el trueno divino en las montañas no oculta el sonido de las pistolas en las
calles, a pesar de lo cual él continúa allí, estudiando el arte de amar, aún
cuando a la vista del apocalipsis clame en frase postrera “for the love of God,
you ought to take pity on yourself”.
En Spirit of the Water, una frase de
resonancias bíblicas, Dylan alude al paisaje y al amor imposible de olvidar
(“You´re always on my mind”, “I´d forgotten about you, then you turned up
again”), pero se trata de un recuerdo cuyo dolor ha sido ya calmado por el paso
del tiempo y la madurez. Así nos lo hace saber la hermosa melodía, de leves
acentos jazzísticos, de este blues intenso, emotivo, de final algo
esperanzador. Y luego, un nuevo contraste: una guitarra chirriante que decanta
inmediatamente en un rock and roll de los cincuenta –Rollin´and Tumblin’ – y su homenaje a Muddy Waters, en un tema que
no rehuye la cita mordaz, dura y directa: “Ain´t nothing so depressing a trying
to satisfy this woman of mine” , pero también la composición elaborada plena de
poesía y ambigüedad: “Well, I got up this mornin’, see the rising sun return /
Sooner or later, you too shall burn”. Qué lejos está aquí
Dylan de ese “sooner or later, one of must know /that I really did try to get
close to you” del
Blonde on Blonde.
When the Deal Goes Down es
uno de los puntos elevadísimos del Modern
Times. La melodía es sencilla, tierna, apacible. La voz de Dylan se suaviza
y modula perfectamente contagiando su emoción. Los intermedios instrumentales
–la guitarra de Stu Kimball en el primero y el bajo de Tony Garnier en el
segundo- son brevísimos, pero eficaces, conmueven con su intensidad en esta
ambigua balada de amor que parafraseando uno de sus versos llega a nuestros
oídos como una melodía celestial.
La batería de George
Recile abre Someday Baby que nos
saca de la fascinación en que nos ha sumido When the Deal.... para instalarnos en el ritmo percutiente de un
blues acelerado que empieza con un despectivo “I don´t care what you do, I
don´t care what you say” y concluye con un “Why was I born to love you”, que
pone en evidencia lo inevitable, la imposibilidad de huir de los sentimientos.
Workingman´s Blues # 2 hace
mención a una canción de Merle Haggard, con quien Dylan ha compartido hace poco
el escenario dentro de su tour interminable. El piano de Dylan instala el tono
de la melodía. No hay ira ni cuando reconoce que el salario de los obreros se
ha venido al piso, no hay violencia cuando alude a la globalización. Sí hay una
cierta nostalgia cuando memorioso atina a expresar que el lugar que más amaba
es sólo un dulce recuerdo. Dylan habla ahora a través de su tristeza y del
amor. No ignora la dura realidad, y la menciona, pero opta
por el aliento whitmaniano “Come sit down on my knee / you are dearer to me
than myself...” o “ In the dark I hear the night birds call, I can feel a
lover’s breath”.
Beyond
the horizon es una pieza jazzísitica menor en la que Dylan torna a los
sentimientos y a la naturaleza, las
estaciones, los ríos, el cielo azul y todo el tiempo del mundo para el amor o
para su recuerdo. Nettie Moore es una balada folk de amor con declaraciones
categóricas como “the woman I’m loving she rules my heart / No knife could ever
cut our love apart”, pero cuyo final, embellecido por una instrumentación
delicada y una percusión inquietante no deja de estremecer: “the world has gone
black before my eyes”. Notable.
Se ha mencionado en
noticias y comentarios que The Levee´s
Gonna Break es una alusión de Dylan a lo ocurrido en New Orleans. Quizás,
pero creemos más bien que, de manera similar al High Water del Love &
Theft (algo sucede en este mundo y el nivel de las aguas sube por todas
partes), Dylan opta por la alusión indirecta, la metáfora, la expresión
simbólica, como forma de canalizar ciertos presagios o advertencias de resonancias bíblicas o
apocalípticas muy bien disimuladas bajo el ropaje de un rock incisivo,
reiterativo y juguetón.
Ain’t
talkin’
es un soberbio final para Modern Times.
Blues de la desolación, de la venganza, de la desilusión. Tras la conmoción
inicial y el destello del rayo, la oscuridad,
las sombras de la noche sobre la tierra donde el sufrimiento no tiene
fin y la fe ha sido hace tiempo abandonada.
Sí, Dylan ha caminado
mucho desde aquel 1961 en que grabó su primer disco. Mucha agua ha corrido bajo
los puentes, y Dylan ha sido testigo de cuánto ha cambiado el mundo. Y no
necesariamente para bien. Desde la salida del Love & Theft (2001), no había vuelto a los estudios. Sólo
caminando, sin palabras nuevas, mirando lo que sucedía en su entorno.
Volviendo, sin embargo, a sus viejas canciones, una y otra vez. Pero ya no pudo
más con su silencio y decidió volver a componer, que es su manera de hablar.
Sesenta y cinco años para
un trovador de vida agitada e intensa no es poco. Y, a diferencia de sus
anteriores discos, acudió a la sala de grabaciones con su banda de carretera,
aquella que lo ha acompañado en estos últimos tiempos y con quien ha logrado un
ensamble perfecto, para entregarnos, bajo el ropaje de viejas formas musicales,
sus ideas de lo que para él son estos tiempos modernos: un motivo para la
nostalgia, una advertencia del futuro catastrófico, el anhelo ideal de una
vuelta al jardín edénico...aún cuando el jardinero pareciera ya no estar más
allí. Visionario camuflado el viejo Bob, su vigencia es indiscutible. Y su voz,
cual trueno en la montaña en estos tiempos de caos, resulta imprescindible.
Lima, 12 de noviembre de
2006
No hay comentarios:
Publicar un comentario