8/12/13

MODERN TIMES: UN DYLAN EN LOS TIEMPOS DEL CAOS


(2006, Sony BMG Music Entertainment)


Ain’t talkin’, just walkin’
Up the road, around the bend
Heart burnin’, still yearnin’
In the last outback at the world’s end.

Bob Dylan (Ain’t talkin’, just walkin’, 2006)


Escribe: Rogelio Llanos Q.


Si tuviéramos que definir Modern Times en pocas palabras diríamos que se trata de un puñado de canciones que apreciadas en conjunto componen una obra aparentemente tranquila, relajada, equilibrada sin dejar por ello de ser irónica, críptica, punzante, sensible, urgente. Modern Times es emocionante, sorpresiva, hecha con el corazón, pero sin el desgarro del Blood on the Tracks, acudiendo siempre a la referencia musical o literaria y, cuándo no, planeando sobre aquellos predios tan caros a Dylan: el amor, la muerte, el apocalipsis, la carretera, el paisaje americano. A veces con alusiones directas, en otras apelando a la expresión ambigua o a la construcción hermética.

En medio de su agotador Never Ending Tour, Modern Times resulta siendo un alto en el camino. Una parada necesaria para tomar un respiro y, sobre todo, descargar las ideas, sentimientos y pasiones acumuladas a lo largo de los años y tras los cientos de millas recorridas en ese cuasi eterno deambular del viejo trovador por los pueblos, villas, ciudades del viejo y nuevo mundo.

Pero los años no pasan en vano. Las heridas han cicatrizado y el dolor se ha convertido en recuerdo, la ira ha devenido en serenidad, la capacidad de indignación en potencial creativo. Como en toda obra clásica, tras la tempestad la calma, tras la conmoción la reflexión, tras la tristeza la ironía o el humor.  La pasión irreductible de la creación. La necesidad imbatible de la confesión.  Modern Times se anuncia así desde ese gran estruendo inicial de guitarras, teclados y batería. Un comienzo grandioso, efusivo, que contrasta enormemente con ese otro austero y gris, proveniente de una guitarra que desgrana unas notas de manera pausada, casi tímida,  y que sirve de breve prólogo a un “I am walking”  pronunciado con gravedad por un Dylan que volvía a renacer en Time Out of Mind. Sick of love era la afirmación de un hombre que le había ganado a la muerte, pero era una composición nacida del dolor y de la enfermedad y sus acordes estaban teñidos de ciertas notas oscuras.

No, esta vez, el estruendo sobrecogedor, emotivo, de Thunder of the Mountain, que en una primera audición del disco, semeja al anuncio pomposo de ese gran espectáculo en el que Dylan supuestamente habría de transmistirnos su conceptualización de los tiempos modernos. Pero no, esa descarga no es otra cosa que una especie de broma o de falsa pista que el viejo Bob elabora inspiradísimo, pues a continuación se remonta a los cincuenta en un clarísimo homenaje rítmico al inolvidable Chuck Berry, y con alusión directa a la joven cantante de Rhytm & Blues, Alicia Keys, sobre cuyo paradero se pregunta inquieto y nostálgico (sí, claro, si el viejo y libidinoso Bob la conoció en el 2002 cuando ella ganó el Grammy y el Love & Theft se quedó en el camino). Y a lo largo de este tema, llevado a paso de rock & roll, nos revela un estado de ánimo proclive a la creación (“feel like my soul is beginning to expand), aludiendo a las contradicciones de este mundo en el que el trueno divino en las montañas no oculta el sonido de las pistolas en las calles, a pesar de lo cual él continúa allí, estudiando el arte de amar, aún cuando a la vista del apocalipsis clame en frase postrera “for the love of God, you ought to take pity on yourself”.

En Spirit of the Water, una frase de resonancias bíblicas, Dylan alude al paisaje y al amor imposible de olvidar (“You´re always on my mind”, “I´d forgotten about you, then you turned up again”), pero se trata de un recuerdo cuyo dolor ha sido ya calmado por el paso del tiempo y la madurez. Así nos lo hace saber la hermosa melodía, de leves acentos jazzísticos, de este blues intenso, emotivo, de final algo esperanzador. Y luego, un nuevo contraste: una guitarra chirriante que decanta inmediatamente en un rock and roll de los cincuenta –Rollin´and Tumblin’ – y su homenaje a Muddy Waters, en un tema que no rehuye la cita mordaz, dura y directa: “Ain´t nothing so depressing a trying to satisfy this woman of mine” , pero también la composición elaborada plena de poesía y ambigüedad: “Well, I got up this mornin’, see the rising sun return / Sooner or later, you too shall burn”. Qué lejos está aquí Dylan de ese “sooner or later, one of must know /that I really did try to get close to you” del Blonde on Blonde.

When the Deal Goes Down es uno de los puntos elevadísimos del Modern Times. La melodía es sencilla, tierna, apacible. La voz de Dylan se suaviza y modula perfectamente contagiando su emoción. Los intermedios instrumentales –la guitarra de Stu Kimball en el primero y el bajo de Tony Garnier en el segundo- son brevísimos, pero eficaces, conmueven con su intensidad en esta ambigua balada de amor que parafraseando uno de sus versos llega a nuestros oídos como una melodía celestial.

La batería de George Recile abre Someday Baby que nos saca de la fascinación en que nos ha sumido When the Deal.... para instalarnos en el ritmo percutiente de un blues acelerado que empieza con un despectivo “I don´t care what you do, I don´t care what you say” y concluye con un “Why was I born to love you”, que pone en evidencia lo inevitable, la imposibilidad de huir de los sentimientos.

Workingman´s Blues # 2 hace mención a una canción de Merle Haggard, con quien Dylan ha compartido hace poco el escenario dentro de su tour interminable. El piano de Dylan instala el tono de la melodía. No hay ira ni cuando reconoce que el salario de los obreros se ha venido al piso, no hay violencia cuando alude a la globalización. Sí hay una cierta nostalgia cuando memorioso atina a expresar que el lugar que más amaba es sólo un dulce recuerdo. Dylan habla ahora a través de su tristeza y del amor. No ignora la dura realidad, y la menciona, pero opta por el aliento whitmaniano “Come sit down on my knee / you are dearer to me than myself...” o “ In the dark I hear the night birds call, I can feel a lover’s breath”.

Beyond the horizon es una pieza jazzísitica menor en la que Dylan torna a los sentimientos  y a la naturaleza, las estaciones, los ríos, el cielo azul y todo el tiempo del mundo para el amor o para su recuerdo.  Nettie Moore es una balada folk de amor con declaraciones categóricas como “the woman I’m loving she rules my heart / No knife could ever cut our love apart”, pero cuyo final, embellecido por una instrumentación delicada y una percusión inquietante no deja de estremecer: “the world has gone black before my eyes”. Notable.

Se ha mencionado en noticias y comentarios que The Levee´s Gonna Break es una alusión de Dylan a lo ocurrido en New Orleans. Quizás, pero creemos más bien que, de manera similar al High Water del Love & Theft (algo sucede en este mundo y el nivel de las aguas sube por todas partes), Dylan opta por la alusión indirecta, la metáfora, la expresión simbólica, como forma de canalizar ciertos presagios o  advertencias de resonancias bíblicas o apocalípticas muy bien disimuladas bajo el ropaje de un rock incisivo, reiterativo y juguetón.

Ain’t talkin’ es un soberbio final para Modern Times. Blues de la desolación, de la venganza, de la desilusión. Tras la conmoción inicial y el destello del rayo, la oscuridad,  las sombras de la noche sobre la tierra donde el sufrimiento no tiene fin y la fe ha sido hace tiempo abandonada.

Sí, Dylan ha caminado mucho desde aquel 1961 en que grabó su primer disco. Mucha agua ha corrido bajo los puentes, y Dylan ha sido testigo de cuánto ha cambiado el mundo. Y no necesariamente para bien. Desde la salida del Love & Theft (2001), no había vuelto a los estudios. Sólo caminando, sin palabras nuevas, mirando lo que sucedía en su entorno. Volviendo, sin embargo, a sus viejas canciones, una y otra vez. Pero ya no pudo más con su silencio y decidió volver a componer, que es su manera de hablar.

Sesenta y cinco años para un trovador de vida agitada e intensa no es poco. Y, a diferencia de sus anteriores discos, acudió a la sala de grabaciones con su banda de carretera, aquella que lo ha acompañado en estos últimos tiempos y con quien ha logrado un ensamble perfecto, para entregarnos, bajo el ropaje de viejas formas musicales, sus ideas de lo que para él son estos tiempos modernos: un motivo para la nostalgia, una advertencia del futuro catastrófico, el anhelo ideal de una vuelta al jardín edénico...aún cuando el jardinero pareciera ya no estar más allí. Visionario camuflado el viejo Bob, su vigencia es indiscutible. Y su voz, cual trueno en la montaña en estos tiempos de caos, resulta imprescindible.


Lima, 12 de noviembre de 2006

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