8/12/13

NAZARIN


 (1958, Luis Buñuel)
                       
Escribe: Rogelio Llanos Q.

Sobre Nazarín, cinta que tiene como protagonista central a un sacerdote, abundaron en su momento  los equívocos. Hubo quienes la señalaron como el retorno al redil cristiano de la oveja descarriada, y no escasearon aquellos que levantando el dedo acusador le imputaron al maestro español no sólo una falta de congruencia con su obra pasada sino, además,  un retroceso en sus ideas básicas o en sus planteamientos cinematográficos.

Sin embargo, cuán erradas estuvieron todas aquellas opiniones apresuradas e injustas. Nazarín es, a no dudarlo, una obra maestra y totalmente coherente con la obra, lúcida e inquietante, de uno de los más grandes creadores cinematográficos. La mirada de Buñuel sobre el hombre y su entorno religioso y social trasciende la simple crítica - que la hay y bien punzante -  y se convierte en una reflexión profunda, con resonancias universales, sobre la condición del ser humano, sin perder en ningún momento la emoción del cineasta o la actitud del artista apasionado. Es posible, por tanto, encontrar allí, entremezclados, el apunte social (el entorno miserable, el reclamo salarial, el injusto orden social) con la alusión religiosa (la similitud con varios pasajes de la pasión de Cristo), las  descarnadas interrogantes sobre la naturaleza humana y la más desvergonzada burla a la formal iconografía crística (el Cristo riendo a carcajadas). Y todo ello a partir de una historia quijotesca, que no oculta, en su picaresca aventura, sus raíces galdosianas sazonadas con el ánimo transgresor de un Buñuel inspiradísimo.

Nazarín, cuyo nombre alude al Nazareno, es un sacerdote que ha decidido vivir en la pobreza, en concordancia con el medio en el que habita. Su actitud es rechazada por el clero, que en el fondo la interpreta como subversiva, y tras las fracasadas invocaciones iniciales para su arrepentimiento, le impondrá el abandono y la expulsión. Nazarín decide, entonces, iniciar una peregrinación por los campos y los pequeños pueblos, a fin de hacer realidad el mensaje de Cristo. Dos mujeres, Beatriz, que ha sido burlada por su amante y Andara, la prostituta, se convierten en sus discípulas, ocasionando más adelante el escándalo de las autoridades y pobladores, que no ven en ellos el rasgo espiritual que preside sus intenciones sino el sesgo más pedestre de la propia imaginación: la unión interesada y carnal de un hombre y dos mujeres. Y los malentendidos se suceden sin tregua alguna y cada uno de ellos semeja la laceración de un cuerpo cuyas heridas son expuestas una y otra vez al doloroso castigo de la incomprensión, de la intolerancia, de la hipocresía.

A través de imágenes directas, depuradas de todo refinamiento esteticista, y por ello mismo, de gran fuerza expresiva, Buñuel dinamita algunos conceptos y criterios muy arraigados en la sociedad occidental y cristiana, el principal de ellos: la caridad, aquella virtud que el religioso se esmera en poner en práctica, como la única manera de relacionarse con sus semejantes y de alcanzar el reino de los cielos. Pero, contradictoriamente,  es esta forma de concebir la  existencia la que lo aparta del común de los mortales, en medio de la confusión y el agravio. Por eso, su encuentro con ellos a través del trato doloroso, de la miseria compartida, del rechazo visceral o del testimonio de su agonía, lo hará ingresar en un universo lleno de interrogantes y de emplazamientos, que lo obligarán a cuestionarse el papel que está desempeñando en este mundo de hombres y no de arquetipos. Nazarín, a fuerza de golpes y decepciones, verá por fin la luz y tal vez, más adelante, podrá acceder, venciendo sus dudas y temores, sin prejuicios ni impostaciones, a la verdadera naturaleza del ser humano.


La última secuencia redondea poderosamente el sentido del film. Mientras Nazarín va camino a la prisión - mientras Beatriz pasa sin verlo, ahora reconciliada con su amante -  una anciana compadecida de su miseria se le acerca para entregarle una fruta. La expresión de desconfianza del sacerdote, revela hasta qué punto ha comprendido el falso sentido de la caridad que él ha predicado. La aceptación posterior del obsequio ofrecido, muestra, sin embargo, que Nazarín ha llegado a entender que la solidaridad y la fraternidad son gestos humanos más auténticos, más vitales.  

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