Remontar el paisaje
tolkieniano, una vez más, entre caballeros negros y sombras espectrales que se
anuncian a través de la niebla de las seis de la mañana.
Raptos de optimismo a
contracorriente de la melancolía entrañable de aquellos finales de Lord Jim y
The Rescue.
Y decirnos, que la aventura bien vale la pena con Dylan y Reed y Sabina y Serrat en la fría
lectora de sonidos o en el nostálgico y viejo tornamesa de 33 1/3 rpm.
O tal
vez, expectante y tenso, a la espera del decisivo y lacónico ¡Vamos..!, como
William Holden en The Wild Bunch, con los viejos amigos fieles, de la burla a
flor de labios y la marginalidad inseparable.
Soñando siempre con bajarme en Atocha o agotar Corrientes o caminar a la vera
del río de Rivette, Después del Atardecer, con los amores incondicionales de
toda mi vida y los alientos filiales y queridos de siempre.
Y quizás,
compensarme, con la sonrisa alegre y contagiante de las amigas encantadoras de
cada día.
Entre las promesas y las ilusiones, entre las fantasías y los sueños,
entre el desánimo y el camino hecho al andar.
Allí vamos, pues.
Lima, diciembre 2004
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