(1986,
The fly)
Director:
David Cronenberg
Hacia el final de la
película, abandonada toda esperanza de salvación, el científico Seth Brundle (Jeff Goldblum),
convertido en una mezcla de insecto-objeto, dirige con uno de sus deformados
miembros la escopeta hacia su cabeza y pide a la que fue su amante (Geena
Davis) que dispare. Este momento, provisto de gran intensidad emotiva, no sólo
es el poderoso clímax del film, es también la culminación violenta de una
transformación biológica que, a causa de un error inadvertido, se desencadena
de manera aterradora convirtiendo en víctima al audaz protagonista de un
experimento genético.
Descenlace inquietante,
pero, en cierta manera, esperado, pues en las cintas de Cronenberg hay muy poco
espacio para los finales felices. LA MOSCA, PACTO DE AMOR e incluso M.
BUTTERFLY son claros ejemplos de lo que decimos. Siendo el cuerpo del
protagonista - frágil, vulnerable, corruptible- el ámbito en donde ocurre los
cambios, la materia con la cual se experimenta o el objeto que se manipula, no
existe la posibilidad de retornar al ser original. Cicatrices, laceraciones,
rugosidades, mutaciones magnificadas con el paso del tiempo, acompañarán al
individuo hasta su violenta disolución. Finalmente, pareciera recordarnos Cronenberg,
estos cambios no son sino una variación de la capacidad esencial del ser humano
de transformarse físicamente, independientemente de cualquier ensayo genético,
y esta transformación, que conlleva un deterioro físico y mental propio de la
vejez conduce ineluctablemente a la muerte. El germen del horror existe,
pues, en el mismo individuo, está en su naturaleza. Y ello, no corresponde,
precisamente, al desarrollo y final de una historia placentera.
De allí, pues, que LA MOSCA
vaya más allá de la idea del castigo a la ambición o a la irresponsabilidad del
científico que se atreve a ensayar un invento fuera de los cánones
establecidos. El proyecto de Seth Brundle de teletransportar seres humanos,
frustrado por la presencia de un insecto cuya carga genética se fusiona con la
de él mismo, importa más que nada por la observación que el protagonista hace
de la evolución de su propia monstruosidad, por el empecinado combate que
realiza por intentar detener o revertir la mutación y por la angustia vivida
por el personaje al ser testigo de su propia metamorfosis hacia el horror y la
muerte.
Sin duda, LA MOSCA viene a
ser uno de los puntos culminantes de la obra de Cronenberg, obra que gira en
torno al cuerpo humano y todo lo que se relaciona con él. Las enfermedades, las
heridas, la evolución física, la degeneración y especialmente el sexo y sus
manifestaciones más desbocadas, son temas de interés para Cronenberg, interés
que raya en la obsesión y que, inevitablemente, conducen a la desestabilización
del espectador, al destruir, sin miramiento alguno, conceptos como seguridad,
inmutabilidad, integridad, que están en la base de aquello que se ha dado en
llamar normalidad. En LA MOSCA, estos
temas son abordados de manera muy original, con una pasión por el detalle que
permite instalar una atmósfera cuya morbidez si bien no evita la presencia del
humor, en cambio, incide en los aspectos
trágicos derivados de la pérdida progresiva de la forma humana del personaje.
Cronenberg hace uso de todos
los medios técnicos a su alcance para hacer más impactante la mutación de
Brundle. Nos impone a la vista la corrupción de la carne humana, proceso
nauseabundo, terrorífico, desgarrador. Sin embargo, la inteligencia de Brundle
-hasta los últimos momentos investiga la naturaleza del fenómeno y trata de
revertirlo- y sus sentimientos -el amor
por la mujer, más intenso cuanto más avanzada está la degradación del
protagonista- nos impiden olvidar que estamos frente a un ser que conserva aún
intactos aquellos rasgos definitorios de la naturaleza humana. Y por ello, el
film, a diferencia de otros del mismo Cronenberg, fríos, distanciados y, cómo
no, revulsivos, se ve con sentimientos entremezclados de dolor y amargura,
cuando no con compasión.
ROGELIO
LLANOS Q.
No hay comentarios:
Publicar un comentario