8/12/13

ROMANCE



Directora: Catherine Breillat



Escribe: Rogelio Llanos Q.



No pocos han acusado a Romance de ser una película pornográfica. Que intenta ser audaz es verdad, y también lo es la rareza del hecho de encontrar en la pantalla, dentro de la cartelera convencional, imágenes abiertas de fellatio o cunnilingus, ciertamente tímidas y lánguidas o desesperados y deprimentes, pero al fin y al cabo imágenes que el espectador común se resiste (públicamente) a ver. 

Sin embargo, señalar como pornográfica una cinta como Romance, nos parece fuera de lugar y, en todo caso, una opinión muy apresurada, primero porque la intención de la realizadora se ubica, según propia declaración, en un ámbito alejado del desarrollo mecánico, rutinario y vacío propio del cine porno: "La consumación del sexo es agradable, y lo que muestro es una búsqueda de identidad a través del sexo”, afirma oronda la Breillat; segundo, porque la película no tiene el propósito de excitar al espectador y, dudamos, que lo consiga con sus frías y “reflexivas” imágenes y, finalmente, porque, evitando los insistentes primerísimos planos y los planos de detalle escapa de los lugares comunes y obscenos propios  de las cintas pornográficas. Sí, en cambio, la apreciamos exhibicionista y provocadora, pero nada más.

Romance quiere ser una película meditativa sobre la condición de la mujer a partir de la frustrada relación amorosa de una joven, Marie (Caroline Ducey) con un hombre que la ignora o que la maltrata. Marie, entonces, inicia un viaje exploratorio a través de una serie de experiencias de orden sexual con diferentes hombres, que responden a una molesta tipología de laboratorio (el gigoló, el violador, el sadomasoquista, etc).

El reparo que le hacemos a la película tiene que ver con el gratuito congelamiento del accionar y conducta de los protagonistas, buscando de manera forzada en el campo visual, una composición estética que responda a la particular y cuestionable concepción de la belleza de la realizadora. Los planos largos, el ritmo moroso, el acercamiento, entre curioso e impertinente, a los amantes pretenden vanamente, con acciones muy estudiadas, llevar a la práctica la tan mentada influencia de El Imperio de los sentidos de su admirado Nagisa Oshima.  

Hay, además, en la película de la francesa un afán demostrativo que le resta espesor dramático a la historia y calor humano a sus personajes. En ese afán, la cineasta instala en la banda sonora una imprudente voz en off  de la protagonista, con un discurso que oscila entre el rebuscamiento y la grandilocuencia, aspirando a dotar al film de un carácter reflexivo e intentando allí revelar lo que las imágenes por sí solas son incapaces de descubrir. Un ridículo desenlace, con maternidad satisfecha (¿era todo eso lo que buscaba el personaje?) y feliz impunidad criminal (¿le parece muy original a la directora?), pone punto final a una película cuya impostación corre pareja con el grado de pretensión de autora que tiene la Breillat.

Según parece, a esta directora lo que le atrae es la polémica y la provocación. Por lo que sabemos hoy nuevamente se está enfrentando a las juntas censoras de su país. Qué tan original y auténtica sea su posición, francamente no lo sabemos. Sin embargo, a la luz de lo realizado en Romance, con sus historias e imágenes que nos dejan poco menos que indiferentes, debemos sospechar que hay mucho de lo que aquí llamamos con la expresión “posero”. 

Y si de erotismo se habla, recordemos mejor la mirada indiscreta – legítima y sutilmente libidinosa - de Rohmer sobre los cuerpos de sus actrices en Cuento de Verano. Nuestra gratificación, entonces, será plena y saludable.



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