30/4/14

Nobleza y Generosidad: TÍO PEPE


Escribe: Rogelio Llanos Q.

Tenía alma de niño. Siempre de buen humor y presto a dar su ayuda a quien la necesitaba. Su presencia a nuestro lado, en momentos difíciles, fue el soporte moral en el que nos apoyamos muchas veces para levantar el ánimo y disipar las brumas que a veces enturbiaban nuestro horizonte. Cuántas tardes, cuántas noches conversamos sobre aquellos temas que le encantaban: la vida, el futuro, los amigos, la familia. Conversaciones que él sazonaba con anécdotas plenas de humor sano y que gozaba narrándolas con múltiples detalles y que, luego, celebrábamos riendo a carcajadas.

A su lado, no se sentía el paso del tiempo. Sus historias eran interminables, divertidas, amenas. Una de ellas: cuando llegó el ballet de Senegal al Amauta, fue con la tía Luz (tan generosa, buena y aguerrida), su esposa, a ver el espectáculo. Sentado en las graderías de cemento, disfrutaba de los sensuales movimientos de las bailarinas que con sus pechos descubiertos aceleraban el ritmo cardíaco de los espectadores. La percusión fue  in crescendo. El movimiento de los bailarines se aceleró al compás de unos tambores cada vez más frenéticos. De pronto, el músculo de la pierna se le agarrotó. Un terrible calambre, lo impulsó a ponerse de pie y a zapatear con fuerza, al mismo tiempo que se frotaba con vigor la pierna. Una y otra vez, golpeó enérgicamente el piso con el pie. La gente en su entorno, empezó a aplaudirlo, pensando que, contagiado de la emoción de los bailarines, había iniciado ese zapateo vigoroso, que sólo concluyó cuando el calambre fue superado. Muchas veces le pedimos que contara esa historia, muchas veces reímos a mandíbula batiente con su relato, siempre lleno de gracia y de humor.

Viví diecisiete años en su casa. Como lo expresé hace más de un año en su funeral: Diecisiete años y jamás una palabra de reproche, diecisiete años y jamás una pelea, diecisiete años de afecto, diecisiete años de generosidad. Sí, nobleza y generosidad son las dos palabras con las que toda la vida identifiqué a este hombre que encontraba placer en dar alegría a los demás.

Se llamaba José Dusek Vásquez. Le decíamos cariñosamente, Tio Pepe. Hoy, 2 de mayo, es su cumpleaños. Lo he recordado con júbilo, sí, porque a él le gustaba la alegría, la fiesta, el baile. Hoy está en mi corazón y en el de todos los que tuvimos el privilegio de conocerlo y amarlo.

Para la tía Luz, Gladys, Gino, Henry, Yaro, Gino, Ginito, Nicole, Renzo, Ariana, señorita Blanca, tía Lidia, y todos los Dusek, todos, todos…un fuerte abrazo…los quiero mucho.

Lima, 2 de mayo de 2011



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