Escribe: Rogelio Llanos Q.
Por unas cuantas canciones / en las
que hablaba de su misterio, / las mujeres han sido / excepcionalmente amables /
con mi vejez. / Hacen un rincón secreto / en sus ajetreadas vidas / y me llevan
allí. / Se desnudan / cada una a su manera / y me dicen: / "Mírame Leonard
/ mírame por última vez". / Después se inclinan sobre la cama / y me tapan
/ como a un niño tiritando de frío.
Estos versos, sentidos, entre lo
amable y lo nostálgico, fueron escritos por Leonard Cohen, reciente
ganador del Premio Príncipe de Asturias de la Letras. Nuestro gran Leonard
Cohen.
Con su voz cavernosa, sus gestos
pausados y sus composiciones que aluden al amor y al desamor, a los años que
pasan, a la vida diaria, a la muerte, Leonard Cohen ocupó un lugar especial en
nuestro corazón melómano, aunque, ciertamente, la música no fue su único
quehacer. Sus incursiones en la poesía y en la novela están cargadas de esa
emoción que baña la exploración amable o descarnada, de los sentimientos y de
las experiencias vividas.
Tengo ahora en mis manos su Libro
del Anhelo, un hermoso poemario en el cual escribe un brevísimo poema que
titula La Cancioncilla Más Dulce. Le bastan dos versos para expresar un
sentimiento de ¿amor?, ¿devoción?, ¿resignación?: Sigue tu camino / Yo también
lo seguiré.
El mejor elogio que ha podido
recibir, provino, cómo no, de Bob Dylan: “Si no fuera Bob Dylan, me gustaría
ser Leonard Cohen”.
Enhorabuena, maestro. En estos
tiempos de odio y miseria, saber que han reconocido tu obra y tu sentir, me
alegra profundamente. Me refugiaré, entonces, en tus versos y repetiré una
y otra vez: aturdido / pero / sin / sufrir / hinchado / de / inquietud / y /
ansiedad/ pero / sin / sufrir / viejo, inútil / y lleno de / dolor, pero / sin
/ sufrir.
Lima, 5 de junio de 2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario