Escribe: Rogelio Llanos Q,
Treinta y tres canciones en una noche hermosa. Entre el Hello Goodbye con el que inició el
concierto y un Sgt Pepper´s Lonely
Hearts Club Band prolongado en un
nostálgico The End, rock and roll
potente, tiernas baladas, sentidos homenajes a los viejos amigos que se fueron.
Paul McCartney, cantó, tocó el bajo, el
piano, la guitarra acústica y emocionó. Sólo o con su banda, Paul mostró la
grandeza de los maestros: sencillez, talento, entrega generosa.
Nada casual que iniciara su presentación con Hello Goodbye. Un saludo breve, pero
cálido, a un país que lo acoge con cariño casi cincuenta años después de su
nacimiento musical, cincuenta años desde que
las voces e instrumentos de Paul, John, George y Ringo cambiaron de
manera radical la manera de crear, interpretar y escuchar la música popular.
Ese joven de mirada pícara y actuar juguetón que corría y
corría junto con sus compañeros, perseguido por las jóvenes fascinadas con su
música y su imagen y que Richard Lester testimoniara en A Hard Day´s Night, estaba ahora en Lima, cincuenta años después,
en un escenario de pantallas gigantes y luces multicolores, construido con toda
la parafernalia electrónica para la ocasión.
Ese joven con espíritu de niño que con su música y sus
canciones hizo las delicias de nuestros años mozos, era ahora el hombre que, con
muchos arañazos en el corazón, pero con el espíritu templado como para seguir
componiendo canciones de vitalidad contagiante, estaba ahora sobre el escenario
flanqueado por dos guitarristas de estirpe y cubierto desde atrás por una
batería de tambores cuyo tan tan nocturno fue una suerte de convocatoria a esos
años esenciales que cambiaron la faz del mundo.
Nada casual que su primer encore
lo concluyera con Get Back. Sí,
porque pronto regresó al escenario para hechizar a su público con el clásico Yesterday, remecer, luego, los
cimientos del Monumental con un poderosísimo Helter Skelter y concluir finalmente con el Sgt Pepper-The End.
Revisar los temas que Paul interpretó la noche de ayer, es
recorrer su obra musical como Beatle, como líder de The Wings y de la banda que ahora lo acompaña.
Selección exquisita. Combinación equilibrada de ritmos. Lucimiento de una banda
sólida y cómplice. Cómplice en la música, cómplice en la broma. ¿Quién no gozó
con el arreglo musical en vivo y en directo del olé, olé ole, Paul, Paul? Tras
escuchar atentamente la tonada que el público coreaba, y gesticular y bufonear
un poco, McCartney se animó a ponerle
música. Con el bajo electrónico en ristre, inclinó el cuerpo hacia adelante,
rasgueó las cuerdas, marcó la pauta y
las guitarras y la batería lo siguieron en una sincronización perfecta,
mientras los cuarenta y tantos mil espectadores cantaban a voz en cuello y los
corazones desbordaban alegría.
Podríamos hablar de cada uno de los temas que McCartney nos
regaló anoche, pero de ello seguramente ya habrán dado cuenta los cronistas y
críticos de música. Esta nota sólo pretende decir lo felices que fuimos ayer,
viendo a uno de nuestros ídolos de niñez y juventud, y al que ahora apreciamos
con la serenidad y calidez de la estación otoñal.
Ciertamente, saltamos, bailamos, gritamos, aplaudimos, cantamos…y también nos emocionamos
intensamente con la bellísima versión acústica de Blackbird y la siempre vitalísima Hey Jude. Siendo joven, cuántas veces disfrutamos de la exuberancia
del genial álbum blanco y cómo nuestro corazón vibraba de emoción al escuchar
los delicados sonidos y la hermosa voz de Paul en Blackbird. Lo que escuchábamos ahora no era un disco. El cantante
estaba ante nuestros ojos. Escuchábamos fascinados la tonada, enternecidos,
llenos de recuerdos, sin poder apartar la vista de aquel cuya voz tantas veces
habíamos escuchado y tantas veces nos había emocionado. Paul McCartney dejó de
ser sólo un nombre o una fotografía, cuya voz registrada en los surcos de los viejos long plays, nos
encandilaba con sus bellas melodías. Paul McCartney era un ser de carne y hueso
que ahora se esforzaba por regalar a un público completamente entregado a él,
lo mejor de su trabajo, lo mejor de su arte. Y nosotros estábamos allí para
escucharlo, para admirarlo, para quererlo más.
Siendo joven fuimos incondicionales de The Beatles. Los años pasaron y The Band y The Last Waltz, su canto de cisne, cambió nuestra vida. Sobre los viejos discos
de The Beatles empezó a acumularse una ligera capa de polvo. Bastaba, sin
embargo, escuchar en la radio una de sus composiciones, cualquiera de ellas,
para ir en busca del disco olvidado y aceptar su amable invitación a vivir, una
vez más, esa experiencia reconfortante y plena de promesas como era la revisión
exploratoria de aquel universo construido de imágenes nostálgicas y evocadoras.
Tal vez nunca les llegamos a perdonar que cada uno marchara
por su lado. Y por eso, siendo cada uno de ellos diferente a los otros, siempre
sobre imprimimos sobre sus imágenes individuales, la del grupo bienamado, la de
la banda entrañable.
Band on the Run, cuya inspirada versión del
concierto siguió a Something –hermoso
homenaje al genial George Harrison- fue
en su momento –por su fuerza, por su originalidad- el golpe emocional que nos
recordó siempre –y anoche tanto como
ayer- que Paul (como cualquiera de los
otros tres) antes que nada, era un Beatle y lo seguiría siendo toda su vida.
Anoche, Paul, con su
voz invicta, nos transportó en el tiempo hacia ese pasado entrañable de ocio y
horas y horas sin fin al lado del tornamesa, escuchando y viendo girar a 33 1/3
revoluciones por minuto, All my Loving,
Eleanor Rigby, Obla Di Obla Da, Back in the USSR, Paperback Writer, Let It Be,
Something y todas aquellas canciones que hicieron de los cuatro de
Liverpool la banda más famosa e influyente del mundo. ¿Tienes idea, Paul, de
cuánta felicidad has brindado, con tu mágico quehacer, a tanta gente en esas
casi tres horas de recital? (1)
El concierto de Paul McCartney fue para nosotros el
reencuentro con la música de aquellos años plenos de ilusiones, de soles
brillantes, matinées excitantes y veranos de horas de playa interminables. Pero
fue también el reencuentro con ese pedazo de historia musical que nos marcó a
fuego, que encendió nuestro corazón y enrumbó nuestro gusto musical por la
senda gloriosa del rock and roll.
Lima, 10 de
mayo de 2011
_______________________________
Notas.
(1)
Del
concierto nos llevamos un pequeño trofeo: el set list (o lista de canciones)
que sirvió de guía a Paul (ver fotografía). La lista completa de canciones fue
la siguiente:
- Hello
Goodbye
- Jet
- All My
Loving
- Letting Go
- Drive My
Car
- Sing the
Changes
- Let Me
Roll It
- The Long
and Winding Road
- 1985
- Let´em In
- I’ve Just
Seen a Face
- And I Love
Her
- Blackbird
- Here Today
- Dance
Tonight
- Mrs.
Vandebilt
- Eleanor
Rigby
- Something
- Band on
the Run
- Obla Di
Obla Da
- Back in
the USSR
- I Gotta
Feeling
- Paperback
Writer
- A Day in the Life – Give Peace a Chance
- Let It Be
- Live and
Let Die
- Hey Jude
(Primer Encore)
- Day
Tripper
- Lady
Madonna
- Get Back
(Segundo Encore)
- Yesterday
- Helter
Skelter
- Sgt.
Pepper – The End
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