Entre el 2
y 5 de diciembre del año pasado, una pequeña delegación de QUIMPAC viajó a Sao
Paulo para conocer de cerca el nuevo sistema automático de control de voltaje y
protección de ánodos que la empresa brasileña Carbocloro había instalado en sus
celdas y que Quimpac recientemente había adquirido como parte de sus proyectos
de optimización de sus procesos. La siguiente es una crónica detallada del
viaje que protagonizaron Jorge Manco,
Alejandro Casas y Rogelio Llanos.
Escribe: Rogelio Llanos Q.
A todos mis amigos
del Megaproyecto.
Cuando en julio del
año pasado Quimpac decidió modernizar sus plantas instalando un sistema de
control automático de voltaje de celdas de última generación, no nos
imaginábamos que junto con la nueva tecnología vendrían las oportunidades de
conocer una realidad distinta, un país diferente, una planta cloro soda modelo
y orgullo de sus trabajadores y del Brasil: Carbocloro.
Y es que Carbocloro es
una suerte de campo de pruebas de la empresa De Nora. Las innovaciones en
materia de celdas electrolíticas y ánodos encuentran un lugar ideal en las
plantas de Carbocloro para hacer los ensayos necesarios que permitan pasar del experimento piloto a la producción
industrial. Obviamente, Carbocloro se beneficia y con creces con los cambios
tecnológicos que hacen posible optimizar sus procesos y mantener una producción
en armonía con la naturaleza que rodea a esta plantas.
Pues Carbocloro se
encuentra en medio de la selva de Cubatao. Rodeada de montañas y árboles que
crecen de manera agreste dentro y fuera de sus límites, la planta de Carbocloro
muestra con no poco orgullo y placer la forma cómo se ha adaptado a este
entorno donde el verde salvaje es el color predominante.
Preparativos de viaje
Pero, vayamos por
partes. Como todas las historias, ésta debe empezar por el comienzo y éste
tiene lugar apenas quince días antes del
viaje, considerando únicamente el tiempo en el cual, Jorge Manco, Alejandro
Casas y nosotros entramos a ese corredor sin retorno de las certezas y los
preparativos necesarios para que la misión sea cumplida de manera exitosa, con
provecho para todos y cada uno de los involucrados, empresa incluida en primer
lugar, por cierto.
Por lo pronto, el
primer desafío planteado fue la reducción de un día de viaje, esto significaba
salir a las 11 de la noche del día 3 de diciembre, llegar – por el cambio de
horario- a las 6 de la mañana a Sao Paulo, bajar del avión, tomar rápidamente
un tentenpié e ir directamente a Carbocloro. Horario ajustadísimo, duro, pero así son las
cosas, cuando se realiza un viaje de trabajo. No queda otra cosa que abrir bien
los ojos para ver el paso raudo del paisaje mientras la mente trabaja de manera
acelerada para ir construyendo las preguntas a realizar, preparando las
probables respuestas a temas que a veces se nos antojan controvertidos y, sobre
todo, disponiendo el humor y la mejor voluntad para convivir por algunas horas
con personas a las que jamás hemos visto en nuestras vidas pero que tienen que
llevarse una buena impresión de quienes representan a una empresa peruana que
aspira a llegar a ser de clase internacional.
El paisaje brasileño
Las cuatro horas de
vuelo se nos pasaron intentando conciliar el sueño. Jorge Manco sostiene que
luego del vino tomado en el refrigerio servido por unas aeromozas olvidables
(punto menos para Taca) dormimos a pierna suelta, convirtiéndonos en un buen
motivo de envidia. La verdad es que el tiempo nos pareció muy corto y, bueno, hay
que admitir que tuvimos la ventaja de ir para el lado de la ventana así que
allí pusimos la pequeña almohada e intentamos (insistimos en lo de intentar)
dormir.
Y de repente ya
estábamos en el aeropuerto de Sao Paulo, cambiando los dólares americanos a
reales brasileños y tomando un desayuno rápido, mientras mirábamos el entorno
de un aeropuerto grande, pero mortecino. Un bigotón con pinta de mexicano más que de
brasileño nos dio la bienvenida con un cartel que decía de manera escueta ‘De
Nora’. Era el amable conductor que el amigo Decio Barros puso a nuestra
disposición para llevarnos sin pérdida de tiempo a ese lugar de Cubatao donde
entre árboles, montañas y animales se levanta el complejo químico Carbocloro.
Si mal no recuerdo,
fueron casi tres horas de viaje en un cómodo Ford desde Guarulhos, lugar donde
está el aeropuerto hasta Cubatao. Salimos por una autopista muy moderna, pero
luego derivamos por la periferia
industrial y comercial de Sao Paulo, cuya apariencia tercermundista no es tan
diferente de la nuestra, atisbando en nuestro raudo paso unos lugares tan
pobres que de inmediato pensamos en aquellas favelas mostradas sin complacencia
alguna por los cineastas brasileños de avanzada. A lo lejos, y hacia la derecha
de la pista atiborrada de vehículos (aunque más lo estaría a nuestro regreso),
deseando secretamente ir por allí, cosa que finalmente no ocurrirá, se levantan
los rascacielos de esta populosa y, según algunos, peligrosa ciudad.
Porque, efectivamente,
que es peligrosa, lo podemos comprobar cuando empiezan a pasar a cien
kilómetros por hora avezados motociclistas que serpentean a través del pesado
tráfico que a esta hora de la mañana atiborra las amplias pistas de Sao Paulo.
Según el bigotón que conduce con destreza el automóvil, aquí mueren cincuenta
motociclistas por día. Nos pareció una exageración, sin embargo guardamos
silencio y pensamos que la tasa de mortalidad de estos jinetes de la modernidad
tal vez no llegue a cincuenta, pero sí, debe ser muy alta, pues unos
centímetros de desviación del auto y el motociclista no lo contaría dos veces.
De pronto, la urbe
queda atrás y entramos a una zona donde una densa neblina oculta por momentos
la pista y el paisaje. Estamos descendiendo por un tramo bastante sinuoso y
elevado. Cuando se disipa la neblina es posible ver una gran vegetación. Pero,
¡alto!, estamos en la ladera de un cerro y acabamos de darnos cuenta que hemos
girado en ciento ochenta grados, por tanto ahora podemos ver la montaña de
enfrente y la pista por donde hemos corrido y que pareciera estar en el aire.
Pero, no, la pista según nos explica el conductor está soportada por unos
tremendos pilotes de concreto de ciento ochenta metros. Jorge y nosotros
estamos sorprendidos, fascinados. Alejandro duerme agotado ahora, por las
incomodidades del vuelo nocturno.
Definitivamente, la
obra de ingeniería aquí realizada es admirable. Han bordeado el cerro y allí
donde no se podía más, sencillamente lo han volado, lo han taladrado y han
construido una hermosa autopista que permite disminuir de manera sustancial el
tiempo de viaje entre las ciudades y los centros de trabajo. Decía el ingeniero
Paulo Vaz, viejo amigo nuestro y uno de los pocos sabios que aún quedan en este
mundo, que para ir de su casa a su trabajo tenía que recorrer algo así como
cinto cincuenta kilómetros. Estamos viendo ahora que eso en el gigante de
Sudamérica es completamente cierto. Las distancias son enormes y ello los ha
obligado a mejorar sus vías de comunicación.
Conociendo gente en Carbocloro
Finalmente llegamos a Carbocloro.
Allí encontramos un rostro conocido: Nelson Oliva, el hombre que nos ayudó a
hacer posible llegar al nivel actual de kf de nuestras celdas de Oquendo, que
no será el óptimo, pero que, vaya, tampoco está mal. Como siempre amable, hace
las primeras presentaciones en recepción y nos pregunta por todos los conocidos
de Quimpac. Somos los primeros en llegar. Allí nos enteramos que no somos los
únicos en estar presentes. Mientras respiramos el aire húmedo y caliente propio
de una zona tropical, esperamos a los otros visitantes. Pero, luego pasamos a
una salita donde una maqueta de las instalaciones de Carbocloro, nos ubica
rápidamente en el lugar.
Luego de unos veinte
minutos de espera, llegan los otros visitantes encabezados por el siempre locuaz y gentil ingeniero de De Nora, Decio Barros.
Con él, bien bañaditos y descansados, vienen ingenieros de Refisal (Colombia), Agro
Industrial Igarassu (Brasil) y Braskem (Brasil). Pues bien, ahora ya lo
sabemos, De Nora ha gestionado una visita a Carbocloro de varios de sus
clientes, interesados en conocer diferentes aspectos de su proceso productivo:
celdas, desamalgamadores, aspectos ecológicos y tratamiento de efluentes, y, en
el caso nuestro, el sistema de control automático de voltaje y protección de
ánodos de las celdas, más conocido con las siglas ACPD. Varios sitios por
visitar, muchas preguntas por hacer, pero el ingeniero Manuel Pérez fue bien
claro –demasiado, diríamos nosotros- en su exigencia: “No quiero que pierdan el
tiempo preguntando sobre aspectos que no estén relacionados con el ACPD”. Ni
modo, pues. Donde manda capitán...
En una cómoda salita
de reuniones, dotada de teléfonos, televisores y proyectores se llevaron a cabo
las presentaciones de rigor, con cafecitos y bocaditos como para resistir la
jornada que se avecinaba. El café y el deseo de tomar notas para enriquecer
nuestro informe nos mantienen despiertos ante la exposición de Airton Antonio
de Andrade, Gerente de Producción, quien nos informa de los logros de
Carbocloro en el campo de la producción y de la protección del medio ambiente.
¿Qué es Carbocloro?
Así nos enteramos que
Carbocloro es una empresa cuya propiedad es fifty
–fifty entre UNIPAR y la Occidental
Chemical Corporation, y con una población laboral de 342 trabajadores en la
fábrica de Cubatao. Y si bien es cierto que quedamos impresionados ante su
enorme capacidad de producción de cloro, 253,000 toneladas métricas, de las
cuales el 40 % proviene de celdas como las nuestras, más impactados resultamos
al enterarnos de sus consumos de energía, 74 millones de kilowatts hora
mensuales, y de sal, 440,000 toneladas anuales, que se corresponden con 3000
kWh por tonelada de cloro y 1.64 toneladas de sal como consumo específico. Muchas
cosas buenas se sacan de estos viajes, pero la más importante es tal vez la
posibilidad de comparar con la propia realidad y establecer horizontes reales,
posibles de obtener. Disciplina, empeño, orden, planificación, trabajo,
inversión son algunos de los términos que escuchamos en la esclarecedora
exposición de Airton.
De manera similar a
Quimpac, Carbocloro nació a comienzos de los sesenta, más precisamente en 1964.
Empezó con unas modestas 17,500 toneladas por año de cloro y con celdas de
amalgama. Dos años después, duplicaron su producción y cinco años después
llegaron a las 92,000 toneladas. Cien mil toneladas fueron agregadas en 1981, a
través de celdas de diafragma Eltech, y finalmente, en el año 1999 llegaron a
su capacidad actual con un total de 92 celdas de diafragma y 60 celdas de amalgama
De Nora. Paralelamente, un óptimo sistema de tratamiento de efluentes, les está
permitiendo vivir en excelentes relaciones con su entorno natural, que incluye
un atractivo parque zoológico y vivero forestal, abiertos –previa cita- al
público y empresas en general.
En los interiores de la Planta
Pues bien, luego de la
charla y con el estómago lleno, partimos hacia las entrañas de Carbocloro bajo
la conducción de Airton y de su ingeniero de proceso, Eduardo Lourenço Grassi.
Como es natural, hay mucho celo por parte de los técnicos brasileños, así que no
es posible entrar en minucias, y además, el tiempo está quedando bastante
corto. Nosotros, como ya fuimos advertidos, nos guardamos para el momento de
estar frente al ACPD de celdas, así que miramos rápidamente el circuito de
salmuera (no ví decantador por ningún lado), echamos una rápida ojeada a la
planta de celdas de diafragma y apuramos el paso para seguir a los guías que
finalmente nos llevan a la sala de celdas.
Lástima, no nos dejan
ingresar la máquina fotográfica –ni aún recurriendo a Decio- así que tengo que
contentarme con memorizar los detalles. Estoy seguro que Jorge y Alejandro
harán lo mismo, pero les hago saber mi preocupación al momento de entrar a la
sala de control de celdas. Allí están, en un lado, a la derecha de la puerta de
acceso y mirando a las celdas, los tableros de los rectificadores; en el otro
lado, a la izquierda una enorme mampara
de vidrio separa esta salita de aquella donde están las celdas. Al fondo de la
salita y con el puesto del operador de espadas a las celdas, encontramos el
monitor plano y el CPU de la computadora
que gobierna el sistema y registra todos sus datos. Airton, Nelson y Decio se prodigan aquí y
allá para atender las consultas de todos los visitantes.
El objetivo: mirar bien el sistema ACPD
Todas las
explicaciones sobre los mecanismos que hacen posible que el kf de las celdas
donde se ha instalado el nuevo sistema con los 14 motorreductores esté por
debajo del nuestro en un 16 %, quedan
cortas ante el deseo creciente de entrar a la sala de celdas y ver de cerca los
nuevos bastidores móviles, los tableros locales. De repente, Quimpac se subleva
y pide pasar a ver de cerca las celdas. Esta bien, dice Decio, quien oficia de
parlamentario y gestiona el pedido del trio peruano. Está bien, está bien, van
a pasar a las celdas se nos avisa. Y mientras el pedido se traslada por cauces
desconocidos hasta las instancias de decisión, y mientras la decisión baja por
los mismos u otros cauces hasta estos humildes servidores, el tiempo va pasando
y nosotros, tomando notas y memorizando como locos cada detalle de este sistema
que por ahora parece ser la panacea deseada para optimizar la operación de las
celdas.
Y mientras la decisión
de pasar o no pasar a celdas camina y no corre, nos enteramos que no todas las
celdas de Carbocloro tienen el nuevo mecanismo de 14 motorreductores.
Empezaron, se nos dice, con la celda 2 y, posteriormente, ampliaron la
aplicación a cuatro celdas más, superando las limitaciones observadas en la
celda inaugural. Tal como se planificó en Oquendo, en Carbocloro, se ha llevado
a cabo un proceso de adaptación de los bastidores móviles a los soportes fijos
existentes. Para ello, un suple de 136 mm les ha permitido lograr la altura
necesaria para efectuar la adaptación indicada.
Los bastidores móviles
que mencionamos, y cuyo mecanismo tuvimos la oportunidad de verlos en detalle y
de cerca en la visita a De Nora, que realizamos al día siguiente, no son otra
cosa que mecanismos que cuentan con un marco metálico que soporta los ánodos.
Allí, el movimiento vertical se efectúa mediante varillas con pines que giran
sobre unos goznes. El desplazamiento vertical, por su parte, se consigue a
través de un husillo roscado propulsado por el motorreductor. Aquí, la
respuesta del control automático de regulación se realiza con una velocidad de
0.4 mm/seg; en tanto que, la respuesta ante un probable cortocircuito se lleva
a cabo a 1 mm/seg. Estas velocidades de respuesta son claves considerando que
la distancia entre electrodos es apenas de 1 a 2 mm. Si esto nos parece muy
pequeño, la distancia con que trabajan los nuevos ánodos SLM que también
tuvimos la oportunidad de ver en De Nora, y que está en el rango de 0.2 a 0.4
mm nos deja completamente asombrados.
Reuniendo información
Caramba, cómo demoran
decidir en esta planta, pensamos, mientras seguimos observando cuidadosamente a
las celdas a través del vidrio panorámico. Cada celda tiene su propio tablero
local, incluso aquellas que han sido adaptadas al nuevo sistema. A futuro, sin
embargo, se tendrá el esquema planteado para Quimpac: un tablero para cuatro
celdas. Algo relievante y que no escapa al ojo perspicaz de Jorge Manco: todos
los tableros están presurizados y tanto las líneas de aire como su cableado,
que ingresan por la parte superior, son conducidos por un rack soportado en las
columnas de la sala según las podemos apreciar de lejos. Se trata, sin duda, de
unas conexiones muy limpias y ordenadas.
Bueno, al fin llegó la
decisión, y ésta fue un ingrato NO, que nos sorprendió, pero toda empresa tiene
derecho a protegerse y, tal vez, sospechó que tres pares de ojos estaban
dispuestos a ver y copiar hasta el último perno del nuevo sistema. Y entonces,
lo que los ojos no podían ver, los oídos y la habilidad tendrían que juntarse
para reconstruir e imaginar aquellos datos ocultos a extraños. Jorge sacó papel
y lápiz y se puso a dibujar, Alejandro aguzó el ingenio para imaginar a partir
de la información solicitada, las conexiones para las catorce señales de
amperaje y siete de voltaje así como las resistencias en las barras. Aquí
habíamos venido a trabajar y no a hacer turismo, así que, con el perdón de los
presentes, nos lanzamos a preguntar y anotar sin pudor alguno. Al día
siguiente, al filo de la medianoche, en el lobby del Caesar Park Hotel se armó el rompecabezas informativo, pero esa
es otra historia.
Por nuestra parte, nos
dedicamos a mirar y remirar el control maestro del sistema que, como ya
conocemos, consta de dos monitores planos y los CPU respectivos. En la pantalla
se seleccionó celdas con coeficientes específicos de voltaje inferiores a los
nuestros en 16 %. Sin embargo, lo que nos llamó la atención fue la celda No. 4,
cuya operación se realizaba con el sistema de catorce motorreductores y con los
impresionantes ánodos SLM, cuya área de trabajo es superior en cuarenta por
ciento al Runner. Los datos de la pantalla eran espectaculares: el kf era 35 %
inferior a los obtenidos en promedio por Quimpac. Y bien, allí estaban los
resultados de la innovación. Con mucho empeño y no poco esfuerzo, por parte de
todos, era posible llegar a esos resultados que implicaban un ahorro
significativo para la empresa.
Luego de la visita a
la sala de control de celdas, pasamos a la zona de mantenimiento de ánodos,
donde el ojo avizor de Jorge tomó nota debida de la disposición de los equipos
y no dejó de reparar en la existencia de un juego completo de ánodos en
stand-by, listo para operar al salir otro de servicio, con lo cual el disminuye
el lucro cesante por mantenimiento de celdas.
Un recorrido por el
zoológico y vivero forestal, una conversación final y un almuerzo de
camaradería cerró esta parte de la visita. Decio dispuso nos llevaran a
Sorocaba para pernoctar allí y partir al día siguiente, temprano, a las
instalaciones de De Nora. Una tarde de compras, una mirada –o tal vez muchas
miradas- a las chicas y a los alrededores y una llamada telefónica a la
familia, cerró un día bastante agitado.
Hacia De Nora, la fábrica de ánodos
El día 5 amaneció muy
temprano, soleado y cálido. Desde la ventana del hotel se veía el paisaje. Una
vez más comprobábamos la labor magnífica del hombre en los orígenes de estas
ciudades. Los árboles, el calor húmedo, las lluvias intensas, delatan la
naturaleza selvática de esta geografía hollada por la civilización. Una vez
más, la vista se perdía en la inmensidad de este teritorio, en las
interminables pistas por las que éramos conducidos y, por todos lados, una
vegetación agreste, resistiéndose siempre a la dominación del hombre.
Ya no recuerdo cuánto
tardamos en llegar a nuestro destino. Lo que sí recuerdo es el hermoso paisaje
que rodea las instalaciones de De Nora.
Se respira aire puro y tranquilidad. Da la impresión de que el tiempo
transcurre lentamente por estos lugares. Pues bien, allí estaba Decio y Nelson
esperándonos. Y sin muchos preámbulos iniciamos una pequeña reunión, que fue
seguida de una visita por las instalaciones de De Nora, empresa dedicada a la
fabricación, reparación y reactivación de ánodos utilizados en las diversas
tecnologías cloro soda –amalgama, diafragma, membrana- así como en otros
procesos de producción de derivados clorados.
Lástima, aquí también
tuvimos que recurrir al dato informativo y a la imaginación porque los procesos
de de reparación y construcción de ánodos que concluyen con una fase de
aplicación de recubrimiento (óxidos de iridio y rutenio) por aspersión,
polimerización y secado estaban a media máquina. Así que el consabido “aquí se
hace esto o aquello” no era otra cosa sino el llamado urgente a la imaginación.
Aunque, según Decio, no pertenece al campo de la imaginación las pruebas que
han hecho con los ánodos a 162 kA y que
los ha conducido a la conclusión de que ellos pueden operar sin desactivación
durante casi diez años.
Como parte de la
visita, Decio nos muestra el bastidor móvil piloto, cuyo principio describimos
líneas atrás. Ahora que lo tenemos tan cerca no nos parece tan extraordinario
como lo habíamos tal vez imaginado. Pensamos que Jorge ya tomó nota y su
cerebro convertido en un AUTOCAD volante lo habrá almacenado para reproducirlo
tan luego lleguemos a Quimpac.
Un poco de relax y el retorno
Una mirada en detalle
a los talleres de De Nora y una paciente explicación de Decio de los trabajos
que allí se realizan cerró una visita marcada por la amabilidad de los
anfitriones, la atmósfera calurosa y el paisaje bucólico que rodea esta
fábrica. Un delicioso almuerzo sazonado con una caipirinha que no supimos
degustar adecuadamente –salvo Alejandro que sí quedó encantado con ella y se
tomó la de Jorge y la nuestra- en un restaurante ubicado a pocos minutos de De
Nora completó la jornada.
Y nuevamente en la
carretera, tres horas de viaje a lo largo de la autopista, pero esta vez con el
sol en todo su apogeo y un zambito –un técnico de Braskem- que no paró de
hablar hasta que llegamos al Caesar Hotel, ubicado cerca del aeropuerto de
Guarulhos. Una tempestad –que puso en
apuros al hotel, pues el agua se filtraba por los sockets de las lámparas del
techo o por las ventanas de los pisos superiores (un poco más y, tal vez
Alejandro habría tenido que intervenir) - nos mantuvo enclaustrados en el lobby
del hotel hasta las seis de la tarde, hora en la que partimos a comprar algunos
recuerdos para la familia y, por supuesto, muchos discos, el mejor de los
cuales fue el homenaje a Federico Fellini y a Giulieta Masina, su mujer, a
cargo del insuperable y entrañable Caetano Veloso.
En el avión de retorno
al Perú recordábamos, intentando perennizarlos en la memoria, los gratos momentos
vividos en esas pocas horas en tierras brasileñas y las impresionantes visiones
fugaces del entorno paulista. Tenues columnas blancas de gases o humos
elevándose sobre el verde paisaje y recortándose sobre el azul de un cielo
despejado, hermosas mujeres de perfiles provocadores, grandes conglomerados
comerciales convertidos también en lugares de encuentro de jóvenes en busca de
diversión, y enormes distancias por recorrer en un país que, a despecho de sus
grandes avances urbanísticos y tecnológicos, de vez en cuando nos manifiesta su fascinante naturaleza salvaje primigenia. Sin duda, será todo un placer volver
algún día a estas tierras donde la línea
curva es su emblema y su mayor atractivo.
Lima, 16 de agosto de
2003.
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