29/4/14

Tecnología y paisaje brasileños: UN FUGAZ VIAJE HACIA EL FUTURO


Entre el 2 y 5 de diciembre del año pasado, una pequeña delegación de QUIMPAC viajó a Sao Paulo para conocer de cerca el nuevo sistema automático de control de voltaje y protección de ánodos que la empresa brasileña Carbocloro había instalado en sus celdas y que Quimpac recientemente había adquirido como parte de sus proyectos de optimización de sus procesos. La siguiente es una crónica detallada del viaje que protagonizaron  Jorge Manco, Alejandro Casas y Rogelio Llanos.

Escribe: Rogelio Llanos Q.

A todos mis amigos
del Megaproyecto.

Cuando en julio del año pasado Quimpac decidió modernizar sus plantas instalando un sistema de control automático de voltaje de celdas de última generación, no nos imaginábamos que junto con la nueva tecnología vendrían las oportunidades de conocer una realidad distinta, un país diferente, una planta cloro soda modelo y orgullo de sus trabajadores y del Brasil: Carbocloro.

Y es que Carbocloro es una suerte de campo de pruebas de la empresa De Nora. Las innovaciones en materia de celdas electrolíticas y ánodos encuentran un lugar ideal en las plantas de Carbocloro para hacer los ensayos necesarios que permitan pasar del experimento piloto a la producción industrial. Obviamente, Carbocloro se beneficia y con creces con los cambios tecnológicos que hacen posible optimizar sus procesos y mantener una producción en armonía con la naturaleza que rodea a esta plantas.

Pues Carbocloro se encuentra en medio de la selva de Cubatao. Rodeada de montañas y árboles que crecen de manera agreste dentro y fuera de sus límites, la planta de Carbocloro muestra con no poco orgullo y placer la forma cómo se ha adaptado a este entorno donde el verde salvaje es el color predominante.

Preparativos de viaje

Pero, vayamos por partes. Como todas las historias, ésta debe empezar por el comienzo y éste tiene lugar apenas quince días  antes del viaje, considerando únicamente el tiempo en el cual, Jorge Manco, Alejandro Casas y nosotros entramos a ese corredor sin retorno de las certezas y los preparativos necesarios para que la misión sea cumplida de manera exitosa, con provecho para todos y cada uno de los involucrados, empresa incluida en primer lugar, por cierto.

Por lo pronto, el primer desafío planteado fue la reducción de un día de viaje, esto significaba salir a las 11 de la noche del día 3 de diciembre, llegar – por el cambio de horario- a las 6 de la mañana a Sao Paulo, bajar del avión, tomar rápidamente un tentenpié e ir directamente a Carbocloro.  Horario ajustadísimo, duro, pero así son las cosas, cuando se realiza un viaje de trabajo. No queda otra cosa que abrir bien los ojos para ver el paso raudo del paisaje mientras la mente trabaja de manera acelerada para ir construyendo las preguntas a realizar, preparando las probables respuestas a temas que a veces se nos antojan controvertidos y, sobre todo, disponiendo el humor y la mejor voluntad para convivir por algunas horas con personas a las que jamás hemos visto en nuestras vidas pero que tienen que llevarse una buena impresión de quienes representan a una empresa peruana que aspira a llegar a ser de clase internacional.

El paisaje brasileño

Las cuatro horas de vuelo se nos pasaron intentando conciliar el sueño. Jorge Manco sostiene que luego del vino tomado en el refrigerio servido por unas aeromozas olvidables (punto menos para Taca) dormimos a pierna suelta, convirtiéndonos en un buen motivo de envidia. La verdad es que el tiempo nos pareció muy corto y, bueno, hay que admitir que tuvimos la ventaja de ir para el lado de la ventana así que allí pusimos la pequeña almohada e intentamos (insistimos en lo de intentar) dormir.

Y de repente ya estábamos en el aeropuerto de Sao Paulo, cambiando los dólares americanos a reales brasileños y tomando un desayuno rápido, mientras mirábamos el entorno de un aeropuerto grande, pero mortecino. Un  bigotón con pinta de mexicano más que de brasileño nos dio la bienvenida con un cartel que decía de manera escueta ‘De Nora’. Era el amable conductor que el amigo Decio Barros puso a nuestra disposición para llevarnos sin pérdida de tiempo a ese lugar de Cubatao donde entre árboles, montañas y animales se levanta el complejo químico Carbocloro.

Si mal no recuerdo, fueron casi tres horas de viaje en un cómodo Ford desde Guarulhos, lugar donde está el aeropuerto hasta Cubatao. Salimos por una autopista muy moderna, pero luego derivamos  por la periferia industrial y comercial de Sao Paulo, cuya apariencia tercermundista no es tan diferente de la nuestra, atisbando en nuestro raudo paso unos lugares tan pobres que de inmediato pensamos en aquellas favelas mostradas sin complacencia alguna por los cineastas brasileños de avanzada. A lo lejos, y hacia la derecha de la pista atiborrada de vehículos (aunque más lo estaría a nuestro regreso), deseando secretamente ir por allí, cosa que finalmente no ocurrirá, se levantan los rascacielos de esta populosa y, según algunos, peligrosa ciudad.

Porque, efectivamente, que es peligrosa, lo podemos comprobar cuando empiezan a pasar a cien kilómetros por hora avezados motociclistas que serpentean a través del pesado tráfico que a esta hora de la mañana atiborra las amplias pistas de Sao Paulo. Según el bigotón que conduce con destreza el automóvil, aquí mueren cincuenta motociclistas por día. Nos pareció una exageración, sin embargo guardamos silencio y pensamos que la tasa de mortalidad de estos jinetes de la modernidad tal vez no llegue a cincuenta, pero sí, debe ser muy alta, pues unos centímetros de desviación del auto y el motociclista no lo contaría dos veces.

De pronto, la urbe queda atrás y entramos a una zona donde una densa neblina oculta por momentos la pista y el paisaje. Estamos descendiendo por un tramo bastante sinuoso y elevado. Cuando se disipa la neblina es posible ver una gran vegetación. Pero, ¡alto!, estamos en la ladera de un cerro y acabamos de darnos cuenta que hemos girado en ciento ochenta grados, por tanto ahora podemos ver la montaña de enfrente y la pista por donde hemos corrido y que pareciera estar en el aire. Pero, no, la pista según nos explica el conductor está soportada por unos tremendos pilotes de concreto de ciento ochenta metros. Jorge y nosotros estamos sorprendidos, fascinados. Alejandro duerme agotado ahora, por las incomodidades del vuelo nocturno.

Definitivamente, la obra de ingeniería aquí realizada es admirable. Han bordeado el cerro y allí donde no se podía más, sencillamente lo han volado, lo han taladrado y han construido una hermosa autopista que permite disminuir de manera sustancial el tiempo de viaje entre las ciudades y los centros de trabajo. Decía el ingeniero Paulo Vaz, viejo amigo nuestro y uno de los pocos sabios que aún quedan en este mundo, que para ir de su casa a su trabajo tenía que recorrer algo así como cinto cincuenta kilómetros. Estamos viendo ahora que eso en el gigante de Sudamérica es completamente cierto. Las distancias son enormes y ello los ha obligado a mejorar sus vías de comunicación.

Conociendo gente en Carbocloro

Finalmente llegamos a Carbocloro. Allí encontramos un rostro conocido: Nelson Oliva, el hombre que nos ayudó a hacer posible llegar al nivel actual de kf de nuestras celdas de Oquendo, que no será el óptimo, pero que, vaya, tampoco está mal. Como siempre amable, hace las primeras presentaciones en recepción y nos pregunta por todos los conocidos de Quimpac. Somos los primeros en llegar. Allí nos enteramos que no somos los únicos en estar presentes. Mientras respiramos el aire húmedo y caliente propio de una zona tropical, esperamos a los otros visitantes. Pero, luego pasamos a una salita donde una maqueta de las instalaciones de Carbocloro, nos ubica rápidamente en el lugar.

Luego de unos veinte minutos de espera, llegan los otros visitantes encabezados por el siempre locuaz  y gentil ingeniero de De Nora, Decio Barros. Con él, bien bañaditos y descansados,  vienen ingenieros de Refisal (Colombia), Agro Industrial Igarassu (Brasil) y Braskem (Brasil). Pues bien, ahora ya lo sabemos, De Nora ha gestionado una visita a Carbocloro de varios de sus clientes, interesados en conocer diferentes aspectos de su proceso productivo: celdas, desamalgamadores, aspectos ecológicos y tratamiento de efluentes, y, en el caso nuestro, el sistema de control automático de voltaje y protección de ánodos de las celdas, más conocido con las siglas ACPD. Varios sitios por visitar, muchas preguntas por hacer, pero el ingeniero Manuel Pérez fue bien claro –demasiado, diríamos nosotros- en su exigencia: “No quiero que pierdan el tiempo preguntando sobre aspectos que no estén relacionados con el ACPD”. Ni modo, pues. Donde manda capitán...

En una cómoda salita de reuniones, dotada de teléfonos, televisores y proyectores se llevaron a cabo las presentaciones de rigor, con cafecitos y bocaditos como para resistir la jornada que se avecinaba. El café y el deseo de tomar notas para enriquecer nuestro informe nos mantienen despiertos ante la exposición de Airton Antonio de Andrade, Gerente de Producción, quien nos informa de los logros de Carbocloro en el campo de la producción y de la protección del medio ambiente.

¿Qué es Carbocloro?

Así nos enteramos que Carbocloro es una empresa cuya propiedad es fifty –fifty  entre UNIPAR y la Occidental Chemical Corporation, y con una población laboral de 342 trabajadores en la fábrica de Cubatao. Y si bien es cierto que quedamos impresionados ante su enorme capacidad de producción de cloro, 253,000 toneladas métricas, de las cuales el 40 % proviene de celdas como las nuestras, más impactados resultamos al enterarnos de sus consumos de energía, 74 millones de kilowatts hora mensuales, y de sal, 440,000 toneladas anuales, que se corresponden con 3000 kWh por tonelada de cloro y 1.64 toneladas de sal como consumo específico. Muchas cosas buenas se sacan de estos viajes, pero la más importante es tal vez la posibilidad de comparar con la propia realidad y establecer horizontes reales, posibles de obtener. Disciplina, empeño, orden, planificación, trabajo, inversión son algunos de los términos que escuchamos en la esclarecedora exposición de Airton.

De manera similar a Quimpac, Carbocloro nació a comienzos de los sesenta, más precisamente en 1964. Empezó con unas modestas 17,500 toneladas por año de cloro y con celdas de amalgama. Dos años después, duplicaron su producción y cinco años después llegaron a las 92,000 toneladas. Cien mil toneladas fueron agregadas en 1981, a través de celdas de diafragma Eltech, y finalmente, en el año 1999 llegaron a su capacidad actual con un total de 92 celdas de diafragma y 60 celdas de amalgama De Nora. Paralelamente, un óptimo sistema de tratamiento de efluentes, les está permitiendo vivir en excelentes relaciones con su entorno natural, que incluye un atractivo parque zoológico y vivero forestal, abiertos –previa cita- al público  y empresas  en general.

En los interiores de la Planta

Pues bien, luego de la charla y con el estómago lleno, partimos hacia las entrañas de Carbocloro bajo la conducción de Airton y de su ingeniero de proceso, Eduardo Lourenço Grassi. Como es natural, hay mucho celo por parte de los técnicos brasileños, así que no es posible entrar en minucias, y además, el tiempo está quedando bastante corto. Nosotros, como ya fuimos advertidos, nos guardamos para el momento de estar frente al ACPD de celdas, así que miramos rápidamente el circuito de salmuera (no ví decantador por ningún lado), echamos una rápida ojeada a la planta de celdas de diafragma y apuramos el paso para seguir a los guías que finalmente nos llevan a la sala de celdas.

Lástima, no nos dejan ingresar la máquina fotográfica –ni aún recurriendo a Decio- así que tengo que contentarme con memorizar los detalles. Estoy seguro que Jorge y Alejandro harán lo mismo, pero les hago saber mi preocupación al momento de entrar a la sala de control de celdas. Allí están, en un lado, a la derecha de la puerta de acceso y mirando a las celdas, los tableros de los rectificadores; en el otro lado, a la izquierda  una enorme mampara de vidrio separa esta salita de aquella donde están las celdas. Al fondo de la salita y con el puesto del operador de espadas a las celdas, encontramos el monitor plano y el CPU de la  computadora que gobierna el sistema y registra todos sus datos.  Airton, Nelson y Decio se prodigan aquí y allá para atender las consultas de todos los visitantes.

El objetivo: mirar bien el sistema ACPD

Todas las explicaciones sobre los mecanismos que hacen posible que el kf de las celdas donde se ha instalado el nuevo sistema con los 14 motorreductores esté por debajo del nuestro en un 16 %,  quedan cortas ante el deseo creciente de entrar a la sala de celdas y ver de cerca los nuevos bastidores móviles, los tableros locales. De repente, Quimpac se subleva y pide pasar a ver de cerca las celdas. Esta bien, dice Decio, quien oficia de parlamentario y gestiona el pedido del trio peruano. Está bien, está bien, van a pasar a las celdas se nos avisa. Y mientras el pedido se traslada por cauces desconocidos hasta las instancias de decisión, y mientras la decisión baja por los mismos u otros cauces hasta estos humildes servidores, el tiempo va pasando y nosotros, tomando notas y memorizando como locos cada detalle de este sistema que por ahora parece ser la panacea deseada para optimizar la operación de las celdas.

Y mientras la decisión de pasar o no pasar a celdas camina y no corre, nos enteramos que no todas las celdas de Carbocloro tienen el nuevo mecanismo de 14 motorreductores. Empezaron, se nos dice, con la celda 2 y, posteriormente, ampliaron la aplicación a cuatro celdas más, superando las limitaciones observadas en la celda inaugural. Tal como se planificó en Oquendo, en Carbocloro, se ha llevado a cabo un proceso de adaptación de los bastidores móviles a los soportes fijos existentes. Para ello, un suple de 136 mm les ha permitido lograr la altura necesaria para efectuar la adaptación indicada.

Los bastidores móviles que mencionamos, y cuyo mecanismo tuvimos la oportunidad de verlos en detalle y de cerca en la visita a De Nora, que realizamos al día siguiente, no son otra cosa que mecanismos que cuentan con un marco metálico que soporta los ánodos. Allí, el movimiento vertical se efectúa mediante varillas con pines que giran sobre unos goznes. El desplazamiento vertical, por su parte, se consigue a través de un husillo roscado propulsado por el motorreductor. Aquí, la respuesta del control automático de regulación se realiza con una velocidad de 0.4 mm/seg; en tanto que, la respuesta ante un probable cortocircuito se lleva a cabo a 1 mm/seg. Estas velocidades de respuesta son claves considerando que la distancia entre electrodos es apenas de 1 a 2 mm. Si esto nos parece muy pequeño, la distancia con que trabajan los nuevos ánodos SLM que también tuvimos la oportunidad de ver en De Nora, y que está en el rango de 0.2 a 0.4 mm nos deja completamente asombrados.

Reuniendo información

Caramba, cómo demoran decidir en esta planta, pensamos, mientras seguimos observando cuidadosamente a las celdas a través del vidrio panorámico. Cada celda tiene su propio tablero local, incluso aquellas que han sido adaptadas al nuevo sistema. A futuro, sin embargo, se tendrá el esquema planteado para Quimpac: un tablero para cuatro celdas. Algo relievante y que no escapa al ojo perspicaz de Jorge Manco: todos los tableros están presurizados y tanto las líneas de aire como su cableado, que ingresan por la parte superior, son conducidos por un rack soportado en las columnas de la sala según las podemos apreciar de lejos. Se trata, sin duda, de unas conexiones muy limpias y ordenadas.

Bueno, al fin llegó la decisión, y ésta fue un ingrato NO, que nos sorprendió, pero toda empresa tiene derecho a protegerse y, tal vez, sospechó que tres pares de ojos estaban dispuestos a ver y copiar hasta el último perno del nuevo sistema. Y entonces, lo que los ojos no podían ver, los oídos y la habilidad tendrían que juntarse para reconstruir e imaginar aquellos datos ocultos a extraños. Jorge sacó papel y lápiz y se puso a dibujar, Alejandro aguzó el ingenio para imaginar a partir de la información solicitada, las conexiones para las catorce señales de amperaje y siete de voltaje así como las resistencias en las barras. Aquí habíamos venido a trabajar y no a hacer turismo, así que, con el perdón de los presentes, nos lanzamos a preguntar y anotar sin pudor alguno. Al día siguiente, al filo de la medianoche, en el lobby del Caesar Park Hotel  se armó el rompecabezas informativo, pero esa es otra historia.

Por nuestra parte, nos dedicamos a mirar y remirar el control maestro del sistema que, como ya conocemos, consta de dos monitores planos y los CPU respectivos. En la pantalla se seleccionó celdas con coeficientes específicos de voltaje inferiores a los nuestros en 16 %. Sin embargo, lo que nos llamó la atención fue la celda No. 4, cuya operación se realizaba con el sistema de catorce motorreductores y con los impresionantes ánodos SLM, cuya área de trabajo es superior en cuarenta por ciento al Runner. Los datos de la pantalla eran espectaculares: el kf era 35 % inferior a los obtenidos en promedio por Quimpac. Y bien, allí estaban los resultados de la innovación. Con mucho empeño y no poco esfuerzo, por parte de todos, era posible llegar a esos resultados que implicaban un ahorro significativo para la empresa.

Luego de la visita a la sala de control de celdas, pasamos a la zona de mantenimiento de ánodos, donde el ojo avizor de Jorge tomó nota debida de la disposición de los equipos y no dejó de reparar en la existencia de un juego completo de ánodos en stand-by, listo para operar al salir otro de servicio, con lo cual el disminuye el lucro cesante por mantenimiento de celdas.

Un recorrido por el zoológico y vivero forestal, una conversación final y un almuerzo de camaradería cerró esta parte de la visita. Decio dispuso nos llevaran a Sorocaba para pernoctar allí y partir al día siguiente, temprano, a las instalaciones de De Nora. Una tarde de compras, una mirada –o tal vez muchas miradas- a las chicas y a los alrededores y una llamada telefónica a la familia, cerró un día bastante agitado.

Hacia De Nora, la fábrica de ánodos

El día 5 amaneció muy temprano, soleado y cálido. Desde la ventana del hotel se veía el paisaje. Una vez más comprobábamos la labor magnífica del hombre en los orígenes de estas ciudades. Los árboles, el calor húmedo, las lluvias intensas, delatan la naturaleza selvática de esta geografía hollada por la civilización. Una vez más, la vista se perdía en la inmensidad de este teritorio, en las interminables pistas por las que éramos conducidos y, por todos lados, una vegetación agreste, resistiéndose siempre a la dominación del hombre.

Ya no recuerdo cuánto tardamos en llegar a nuestro destino. Lo que sí recuerdo es el hermoso paisaje que rodea las instalaciones de De  Nora. Se respira aire puro y tranquilidad. Da la impresión de que el tiempo transcurre lentamente por estos lugares. Pues bien, allí estaba Decio y Nelson esperándonos. Y sin muchos preámbulos iniciamos una pequeña reunión, que fue seguida de una visita por las instalaciones de De Nora, empresa dedicada a la fabricación, reparación y reactivación de ánodos utilizados en las diversas tecnologías cloro soda –amalgama, diafragma, membrana- así como en otros procesos de producción de derivados clorados.

Lástima, aquí también tuvimos que recurrir al dato informativo y a la imaginación porque los procesos de de reparación y construcción de ánodos que concluyen con una fase de aplicación de recubrimiento (óxidos de iridio y rutenio) por aspersión, polimerización y secado estaban a media máquina. Así que el consabido “aquí se hace esto o aquello” no era otra cosa sino el llamado urgente a la imaginación. Aunque, según Decio, no pertenece al campo de la imaginación las pruebas que han hecho con los ánodos  a 162 kA y que los ha conducido a la conclusión de que ellos pueden operar sin desactivación durante casi diez años.

Como parte de la visita, Decio nos muestra el bastidor móvil piloto, cuyo principio describimos líneas atrás. Ahora que lo tenemos tan cerca no nos parece tan extraordinario como lo habíamos tal vez imaginado. Pensamos que Jorge ya tomó nota y su cerebro convertido en un AUTOCAD volante lo habrá almacenado para reproducirlo tan luego lleguemos a Quimpac.

Un poco de relax y el retorno

Una mirada en detalle a los talleres de De Nora y una paciente explicación de Decio de los trabajos que allí se realizan cerró una visita marcada por la amabilidad de los anfitriones, la atmósfera calurosa y el paisaje bucólico que rodea esta fábrica. Un delicioso almuerzo sazonado con una caipirinha que no supimos degustar adecuadamente –salvo Alejandro que sí quedó encantado con ella y se tomó la de Jorge y la nuestra- en un restaurante ubicado a pocos minutos de De Nora completó la jornada.

Y nuevamente en la carretera, tres horas de viaje a lo largo de la autopista, pero esta vez con el sol en todo su apogeo y un zambito –un técnico de Braskem- que no paró de hablar hasta que llegamos al Caesar Hotel, ubicado cerca del aeropuerto de Guarulhos.  Una tempestad –que puso en apuros al hotel, pues el agua se filtraba por los sockets de las lámparas del techo o por las ventanas de los pisos superiores (un poco más y, tal vez Alejandro habría tenido que intervenir) - nos mantuvo enclaustrados en el lobby del hotel hasta las seis de la tarde, hora en la que partimos a comprar algunos recuerdos para la familia y, por supuesto, muchos discos, el mejor de los cuales fue el homenaje a Federico Fellini y a Giulieta Masina, su mujer, a cargo del insuperable y entrañable Caetano Veloso.

En el avión de retorno al Perú recordábamos, intentando perennizarlos en la memoria, los gratos momentos vividos en esas pocas horas en tierras brasileñas y las impresionantes visiones fugaces del entorno paulista. Tenues columnas blancas de gases o humos elevándose sobre el verde paisaje y recortándose sobre el azul de un cielo despejado, hermosas mujeres de perfiles provocadores, grandes conglomerados comerciales convertidos también en lugares de encuentro de jóvenes en busca de diversión, y enormes distancias por recorrer en un país que, a despecho de sus grandes avances urbanísticos y tecnológicos, de vez en cuando nos manifiesta  su fascinante naturaleza salvaje primigenia.  Sin duda, será todo un placer volver algún  día a estas tierras donde la línea curva es su emblema y su mayor atractivo.


Lima, 16 de agosto de 2003.

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