(1993, A Perfect World)
Director: Clint Eastwood)
Escribe: Rogelio Llanos Q.
Butch
Haynes (Kevin Costner) se ha evadido de la cárcel en compañía de otro reo. Las
circunstancias lo obligan a llevar como rehén a un niño, Phillip (T.J.
Lowther). Tras él va un viejo policía, Rhett Garnett (Clint Eastwood) y Sally
Gerber (Laura Dern), una especialista en el fenómeno criminal. Una historia que
bien podría insertarse en la corriente del típico film de carretera. Sin
embargo, bajo el control de Eastwood, la cinta adquiere otra dimensión
totalmente coherente con el universo personal del cineasta: una lúcida
reflexión sobre la violencia en norteamérica con unos protagonistas
–fronterizos, una vez más- cuyas conductas
refractarias responden con crudeza a la organización social hipócrita y
represiva que les ha tocado vivir.
Un Mundo Perfecto no es un film de buenos y malos. Sus personajes de
caracteres ambiguos y proclives tanto a la agresión como a la manifestación
espontánea de sus afectos adquieren ante el espectador un espesor humano muy
auténtico con lo cual el film logra esa singularidad y emoción propias del
mejor cine clásico americano. Haynes no
duda en pegarle un tiro a su compañero de fuga o en amenazar y torturar al tipo
que le dio hospedaje, si ante sus ojos se produce el maltrato a un niño.
Haynes, el muchacho que nunca tuvo un padre ni una infancia feliz asume el rol
paterno perdido allá en una juventud cercada por los barrotes del reformatorio
o de la prisión. Lo que Garnett, el policía,
quiere evitar es la muerte de Haynes, pero en el fondo lo que persigue
es saldar una deuda con su pasado, cuando lo llevó injustamente a prisión.
Asqueado del papel que le ha tocado desempeñar, esconde su afinidad con el
convicto tras una calculada frialdad, una irreverente actitud agresiva hacia
los símbolos del poder (los federales o la casa móvil) y una abierta ironía
hacia una mujer que, papeles en mano, esgrime unas teorías legales de las que él, por propia
naturaleza, desconfía y menosprecia.
Eastwood organiza su film con mano segura, registrando en
paralelo los movimientos del evadido y del cazador e imprimiéndole un ritmo en
el que se alternan con un raro equilibrio los momentos de extrema tensión y los
del pacífico reflujo que comparten fugazmente Haynes y el niño. El conjunto
adquiere así el tono de una balada, de
un canto crepuscular puntuado por una banda sonora que incluye algunos clásicos
del “country” como Johnny Cash, Willie Nelson o Chris Isaac. Inolvidables aquellos plano-contraplanos, que
tienen a Haynes y al niño como protagonistas. Allí, en el automóvil corriendo
tras los grandes espacios abiertos de la América de los pioneros y añorando arribar
a los solitarios y lejanos paisajes de Alaska, imaginados como el mundo
perfecto al que jamás tendrán acceso, tanto Haynes como Philip disfrutan en
complicidad esa libertad que la sociedad o un hogar represivo les han negado a
lo largo de sus no muy dilatadas vidas.
Y de antología toda la secuencia del hospedaje de Haynes y Philip en
casa de la familia negra, con un Kevin Costner pasando maravillosamente de la
ternura al arrebato destructor y luego a la larga y dolorosa agonía que
encadena con el impresionante final recopilatorio.
Un Mundo Perfecto es una
película de una constante tensión, donde la inestabilidad y el desasosiego
anuncian la violencia por venir en aquella Dallas del año que mataron a Kennedy.
Su pesimismo deriva de la constatación de la inmoralidad o irracionalidad del
orden establecido, pero también del reconocimiento de la soledad y
descreimiento inevitables de sus personajes.
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