Nuevamente en casa de mamá.
La encontré profundamente
dormida.
¡Mamá!, la llamé varias veces antes de lograr despertarla.
Se alegró
de verme y, de inmediato, preguntó por Yola y Gaby, la pequeña familia.
La abracé y sentí una gran
alegría de verla otra vez. Hemos pasado juntos un bonito día. Hablamos por
momentos, me cuenta como siempre sus historias, y luego ella se sume en sus
pensamientos y yo leo mi libro de viaje.
Me siento a su lado, tomo su mano o la
abrazo y, entonces, me digo que no importan los silencios: ella se alegra
sabiendo que estoy junto a ella y yo me siento reconfortado con su presencia y
doy gracias a Dios por estos pequeños momentos de felicidad.
Te quiero mucho mamá. Dios es muy generoso con nosotros.
R.
Trujillo, 12 de octubre de 2013
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