Escribe: Rogelio Llanos Q.
Ophelia,
The Night They Drove Old Dixie Down,
Evangeline, The Weight son algunas
de las canciones que en este momento recuerdo con mucho cariño y nostalgia. Se
fue Levon Helm y siento mucha tristeza.
No es la partida de un músico cualquiera. Es la
partida de un extraordinario cantante y baterista que formó parte de ese
maravilloso grupo musical llamado sencillamente The Band. Sí, aquella banda
integrada por Robbie Robertson, Garth Hudson, Rick Danko, Richard Manuel y el
propio Levon. Aquella banda que oficialmente se despidió de los escenarios en
1978 y cuyo canto de cisne fue entonado en el concierto en el Winterland de San
Francisco, concierto que Martin Scorsese perennizó en la hermosa The Last Waltz.
Luego de esa despedida, Robbie Robertson, el líder de
la banda, se apartó del grupo. Los demás, poco después, se reunieron para seguir tocando juntos. La
música la llevaban en la sangre. No por algo habían influenciado en grandes
como Bob Dylan, Eric Clapton y Neil Young.
Gracias a mi buen amigo Henry Flores pude ver hace
poco el vídeo Ramble at the Ryman que da cuenta de aquel concierto de Levon del
17 de septiembre de 2008. Vi el concierto con una mezcla de sentimientos:
admiración por la entrega generosa del músico a su arte, nostalgia por aquellos
años en que descubrí a The Band y la manera cómo su música cambió mi vida,
emoción por la comprobación de cómo el tiempo no había podido derrotar al
músico aguerrido: su vocalización en el canto y su manejo de las baquetas se
mantenían incólumes. Pero, también, es cierto, sentí cierta inquietud y dolor
al escucharlo hablar y verlo caminar: tenía ya la voz cascada y se movía con
cierta dificultad bajo el peso de los años y de la enfermedad.
Sin embargo, por encima de todos aquellos
sentimientos experimentados, se impuso una extraña felicidad. Esa voz, esa
vieja voz que me traía hermosos recuerdos de los años de juventud, esos sonidos
maravillosos que ahora saturaban mis oídos provenían de alguien que tercamente luchaba
por mantenerse vivo y vigente. Sentí que mi corazón vibraba de emoción: estaba
siendo testigo de la victoria moral de un hombre que luchaba por su vida. Era
admirable ver cómo la fortaleza espiritual de este hombre se imponía a sus
limitaciones físicas.
Una vez más, admiré a Levon. Viejo querido, cómo
voy a poder olvidar esa versión de The
Weight al final de tu concierto. Sí,
lo que aconteció en el Ryman Auditorium es
emoción pura. ¿De dónde sacabas tanta resistencia, viejo zorro? Era para no
creerlo. Con tu figura gastada por los años y el corazón puesto a prueba ante
una multitud que se inclinaba ante tu arte y tu entrega, me sentía fascinado. Quince
hermosas canciones registradas en el disco y en el vídeo dan cuenta del otoño
digno de este músico y cantante bien amado.
Sobre tu tumba escribiría como epitafio estas
palabras que me salen del corazón: Ni el tiempo ni la cercanía de la muerte,
pudieron avasallar tu noble canto y tu
golpe certero sobre tus amados tambores.
Gracias por tu música, Levon.
Lima, 19 de abril de 2012
Lima, 19 de abril de 2012
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