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Dylan y su tour interminable 2005: ENTRE LA EMOCIÓN DE OBERHAUSEN Y LA APOTEOSIS DE PARÍS




A Yolita y Gaby, artífices de un
viaje fascinante y singular.

A nuestra querida Ceci, por la indescriptible emoción
del primer encuentro en Oberhausen;
a Hernán, por su entrañable amistad y por la apoteosis de París.

A Helmut, por su corazón generoso.
A Daniel, por las fotos del peregrinaje y el ¡No pasarán!

Escribe: Rogelio Llanos Q.


- I -

Recordamos aún la impresión –la gratísima impresión- que nos causaron aquellas imágenes privilegiadas de Bob Dylan en El último Rock (The Last Waltz, 1976)  a fines de los años setenta, con motivo del estreno del film en Lima. Imágenes afectuosas y melancólicas de un Scorsese en un gran momento de inspiración.  La pantalla en negro, la cámara que desciende, la voz de Robbie Robertson que presenta al cómplice de tantas andanzas por el paisaje musical americano, el sombrero que aparece y Dylan con su guitarra en ristre que inicia (para el film) su inolvidable intervención con Forever Young.

Dylan se encontraba en ese entonces en una etapa de renacimiento, de la cual formaban parte los extraordinarios Planet Waves (1973), Blood on the Tracks (1974) y Desire (1975). Y fue allí –qué duda cabe- en ese escenario que sirvió para poner en escena la Aída de Verdi, donde Dylan se entregó con pasión y generosidad  para despedir a The Band, esa banda legendaria que ahora se retiraba de los escenarios y que tiempo atrás lo acompañó en los momentos claves de su vida artística:  el trascendental (y criticado, en su momento) paso de la guitarra acústica a la eléctrica, los años de silencio y misterio en Woodstock  tras su accidente en motocicleta (julio 1966), que se revelaron luego como una etapa de reflexión e intensa actividad creativa testimoniada, años después, en aquel disco notable llamado Basement Tapes (1975) y, claro está, el célebre tour de 1974, que incluyó cuarenta conciertos en cuarenta y tres días, parte del cual fue registrado en el no menos célebre disco Before the Flood (1974).

Tales pues fueron las primeras imágenes y sonidos que tuvimos de Bob Dylan. Poco después, una cinta casera prestada por un antiguo amigo y los inmortales golpes de baqueta con que arranca el quinto surco de un Greatest Hits comprado de segunda mano a un vendedor ambulante completaron el hechizo en el que definitivamente quedamos atrapados. Tras ello no había retorno posible y, entonces, disco tras disco, canción tras canción, hemos ido recorriendo el pasado y el presente del mítico autor de Like A Rolling Stone. Sí, el autor de ese tema emblemático de los sesenta, cuyos sonidos, a pesar de los muchos años transcurridos desde su versión primera, continúan despertando la emoción y la euforia de los incondicionales de Dylan, tal como lo hemos visto en París. Por parte nuestra, sólo queda decir que Like A Rolling Stone siempre ocupará un lugar de privilegio en nuestro corazón.

- II -

Fines de agosto de 2005. Una noche con notas de melancolía, y luego de haber escuchado el Love & Theft. ¿Por dónde andará el viejo Bob? ¿Qué canciones estará tocando en su tour actual?  Tras las interrogantes –y a manera de exorcizar la tristeza- una larga y nocturna sesión de investigación en Internet por los predios frondosos de un Dylan, cuya vida y milagros han sido documentados hasta el hartazgo. Así nos enteramos con lujo de detalles que el tour americano había concluido el 31 de julio tras 82 conciertos por 59 ciudades norteamericanas. Los comentarios eran realmente impresionantes, iban de la nota entusiasta hasta el elogio encendido. Dylan, a sus sesenta y cuatro años, continuaba fascinando a sus oyentes y arrastrando a jóvenes adeptos.

 Una revisión minuciosa de las críticas y listas de canciones nos confirmó lo que en alguna ocasión habíamos leído: Dylan seleccionaba más que ensayaba alrededor de cien temas, y luego, en el camino, de acuerdo a sus estados de ánimo, capacidad creadora e instinto, interpretaba un cierto número de ellos, que variaban en cada presentación, y que en el caso del tour americano, en sus inicios no llegaron a superar los catorce por cada concierto tornando, finalmente, a dieciséis a partir de julio. Ahora, Bob estaba de vacaciones, pero ya alistaba equipaje para enrumbar hacia Estocolmo, ciudad en la cual el 17 de octubre,  se romperían los fuegos del tour europeo.

Decisiones no tan inmediatas, apoyados por la pequeña familia (gracias Yolita, gracias Gaby, gracias Ceci),  y con una ayudita de los amigos (gracias Hernán), nos llevaron a señalar dos puntos de encuentro con la leyenda: Oberhausen y París. Y, entonces, en la primaveral noche del 27 de octubre cruzamos el Atlántico para hacer realidad una pequeña ilusión alimentada a lo largo de casi veinticinco años: ver a Bob Dylan en vivo y en directo.

- III -

La Arena de Oberhausen y Le Zenith de París son coliseos cerrados que albergan aproximadamente unas siete mil personas, cada uno. Ambos locales se parecen en su estructura: un conjunto de graderías que forman una U en torno a un escenario. Entre las graderías y el escenario, hay una zona libre, sin asientos, presta a albergar a una gran masa de aficionados que, desde mucho antes que el concierto se inicie, se apelotona y se agita pugnando por estar cada vez más cerca del lugar donde posteriormente Dylan y su banda se convertirán en los sumos sacerdotes de un maravilloso ritual hecho de sonidos de instrumentos, canciones, gritos, aplausos y brazos en alto. En fin, que para ver y ser parte de todo ello, hemos recorrido miles de kilómetros y cincuenta años de vida. Las fechas de la cita: un 29 de octubre en Oberhausen y un 3 de noviembre en Le Zenith, París.

Ingresamos a las inmediaciones de la Arena de Oberhausen a través de una amplias escaleras, que nos conducen a un rellano desde el cual observamos una gran construcción cuyo nombre, un letrero profusamente iluminado y colocado en lo alto del coliseo, König Pilsener Arena, lo habíamos visto ya, con emoción contenida, desde el tranvía. Allí, dentro de poco íbamos a ver actuar al mítico autor del entrañable Blood on Tracks. No hay cola alguna y pasamos rápidamente los controles de acceso,  tras lo cual ya estamos en la zona de pequeñas tiendas de refrescos y también en la tienda de venta de polos, llaveros, sombreros, afiches, stickers y revistas alusivos al tour Dylan 2005. Pasada esta zona se accede a las diferentes puertas que conducen a los diversos bloques en U de asientos numerados. Estamos justamente situados frente al escenario.

Para llegar a Le Zenith en París, tenemos que cruzar un amplio y largo corredor del complejo ubicado en el Parque de La Villete, y en donde también se ubican el Palacio de la Música y el Palacio de las Ciencias y de la Industria. Aquí el control de acceso es más riguroso aún que en Oberhausen: un grupo de vigilantes es el encargado de revisar exhaustivamente a los espectadores. Todo artefacto metálico está prohibido así como las cámaras fotográficas y grabadoras. Una lástima, en compensación me propongo escribir una nota que refleje, aunque sea pálidamente, lo que ocurre en estos escenarios. De manera similar a la Arena de Oberhausen, las pequeñas tiendas de refrescos y la tienda de recuerdos o souvenirs del tour Dylan 2005, son la antesala al ingreso a la zona stand-up del coliseo, y desde donde, si la gente con sus tickets numerados lo desea, puede acceder (subir) a las graderías, de lo contrario bien puede disfrutar del concierto abajo, de pie y bebiendo la cerveza que expenden algunos pequeños kioskos ubicados en dicha zona. En esta ocasión estamos mirando al escenario desde el ala derecha, lo cual nos coloca frente al lugar que ocupará Dylan dentro de unos instantes, posición que invariablemente es al lado izquierdo del escenario, donde están ubicados los teclados y tras los cuales se está parapetando en este tour.

Sabemos que aquí no hay retrasos como en los conciertos en Perú. Nunca olvidaremos esa extraordinaria presentación de Rick Wakeman en el Centro de Convenciones Crillón allá por 1993, que empezó a la 1 de la mañana y terminó apoteósicamente dos horas después, habiendo estado programada para las 9 de la noche. Sin duda, Wakeman, el eximio tecladista de Yes, se enteró así –y lo agradeció con una entrega generosa de su arte- de la paciencia de sus seguidores peruanos y de cuánto lo apreciábamos en ese pequeño rincón del mundo. Pues bien, tanto en Oberhausen como en Le Zenith tal retraso es totalmente impensable y, por lo tanto, el público empieza a entrar a los respectivos locales con la debida anticipación y usando, en muchos casos, los polos y gorros del tour actual, aunque no faltan por allí quienes muestran con no poco orgullo las huellas de gloriosas jornadas pasadas: polos alusivos a encuentros con Dylan en sus tours anteriores.

Las graderías se van colmando poco a poco. Percibo en el ambiente la expectativa de la gente ante esta presentación de Dylan, que como siempre, es todo un acontecimiento. Es una pena que el idioma alemán me sea ajeno, pues me hubiera gustado escuchar lo que nuestros vecinos comentan. Dylan, sin embargo, es un artista al que los europeos admiran y quieren mucho. Las tiendas especializadas tienen muchos de los discos de la nutrida discografía oficial de Dylan que supera ampliamente los cuarenta álbumes (sin contar las ediciones propiamente europeas y los incontables bootlegs que proliferan tanto en el viejo como en el nuevo continente), pero, y esto es muy importante, se están reeditando copias remasterizadas de sus discos más  celebrados: Blonde on Blonde, Highway 61 Revisited, Blood on the Tracks, etc. Y aquí hay que resaltar la primorosa edición alemana Spiegel que le ha dado a los CDs reeditados el formato en pequeño del antiguo long play de vinilo, a lo que se suma el booklet pulcramente impreso y su cajita de protección. 

Pero, volvamos a los lugares donde  se llevaron a cabo los respectivos conciertos y digamos que ambos tuvieron lugar en noches cálidas en medio de un otoño europeo que por aquellos días incrementó ligeramente su temperatura y redujo a ligeras garúas ocasionales los esperados chubascos propios de la estación. En realidad, todo el panorama –vuelos, controles migratorios, disponibilidad de tickets, ubicaciones en los coliseos, salud personal, clima- fue excepcionalmente propicio para el pleno disfrute por parte nuestra, y de quienes estuvieron con nosotros, de estos dos encuentros – los primeros, y tal vez los últimos (la vida en el continente europeo es sumamente cara y no está a la vuelta de la esquina) - con el genio y figura del más grande compositor y cantante de rock (y algo más), Bob Dylan.

- IV -

La hora programada para el inicio del concierto en Oberhausen es las 8 de la noche. Aproximadamente el 80 a 90 % de las localidades están ocupadas. Pocos minutos antes de la hora, la gente empieza a aplaudir, pero sin mucha insistencia. El mayor barullo, en todo caso, proviene del sector stand-up que se anima con la cerveza que se expende en el lugar.  En Le Zenith,  20.30 h. es la hora programada. La animación es aquí mayor. Pareciera haber una mayor cuota de sangre latina, y conforme nos acercamos a la hora indicada la gente aplaude, aúlla y zapatea. Hay, sin duda, un ambiente de fiesta que la gente desea disfrutar al máximo.

Tanto la Arena de Oberhausen como Le Zenith en París son similares. Hacia el fondo, distinguimos cortinas rojas, amplias y extendidas. Y delante de ellas, hacia el centro del escenario y sobre una plataforma que se ilumina tan luego empieza el concierto, está la batería con sus brillantes tom toms, tarolas, bombo y platillos y tras la cual, poco después el habilísimo George Recile exhibirá  su golpe de baquetas, potente y virtuoso. A ambos lados de la batería, las guitarras eléctricas y hacia la izquierda (desde nuestro punto de vista), y no precisamente en lugar privilegiado, unos  teclados, que se ubican de costado en relación al público, y sobre éstos, un micrófono. Bob ha decidido que en este tour se resguardará tras los teclados y desde allí nos hará conocer los nuevos arreglos que ha preparado para este tour otoñal.


- V -

1.

Oberhausen, 29 de octubre de 2005, 20.05 h. París, 3 de noviembre de 2005, 20.40h. Las luces se apagan. El humo blanco empieza a cubrir parte del proscenio, una voz presenta al artista exclusivo de Columbia Records, y la silueta de los seis músicos, que ocupan rápidamente sus posiciones, se recortan sobre el oscuro escenario.  De pronto, éste se ilumina y el trueno arrollador de Maggie´s Farm remece los cimientos tanto de Oberhausen como de Le Zenith, y la tremenda descarga roquera, es luego intensificada por el I ain’t gonna work on Maggie’s farm no more, que la voz ronca, fuerte y poderosa de Dylan dispara sin contemplación alguna haciendo blanco en las fibras más sensibles de nuestros cerebros y corazones. Aplaudimos a rabiar, con el entusiasmo del niño que tiene ahora el juguete ansiado entre sus manos, y con la emoción del discípulo ante el maestro admirado.

El arranque es de similares características en los dos conciertos a los que asistimos. Una versión potentísima de aquel clásico tema que Dylan compusiera en el pródigo 1965 para el álbum Bringing It All Back Home y en el cual, a manera de declaración de principios, reafirma de manera figurada su individualismo e independencia de grupos humanos y movimientos de cualquier tipo y pelaje. Muy singular, pues, este arranque rockero. Dylan pareciera decirnos que está On the road again, y que su compromiso, antes de que se piense de manera equivocada, sigue siendo con su arte, con las palabras y los sonidos que él ahora recrea sobre el escenario.

Y tanto en Oberhausen como en Le Zenith, como para reafirmar lo expresado, se recluye en el viejo country del Nashville Skyline (1969): Tell Me That It Isn´t True en el primer escenario y Tonight I´ll Be Staying Here With You en el segundo. Ambas, canciones sentimentales y que esta vez tienen cierto aire rockero, especialmente esta última. Aquí, no podemos evitar la suspicacia y sabiendo cuán zorro es el viejo Bob, se nos antoja pensar  que se trata de  una declaración amorosa al París que ahora se arroja a sus pies y al cual le confiesa que bien puede deshacerse ahora de sus boletos, de su saco o de sus problemas a los que ya no necesita porque esta noche estará aquí junto a él. Total, París, brazos en alto, se lo ha ganado. En los dos lugares, Bob abandona de repente los teclados, y armónica en ristre se apodera del centro del escenario y reelabora con emoción tanto una como la otra melodía. La euforia de la gente del stand-up no se hace esperar. En las graderías, sólo los franceses responden con pasión a este arrebato dylaniano.

2.

En Oberhausen, se respira tranquilidad en el ambiente, si bien el stand-up suele ser más efusivo. En las graderías, la gente escucha con atención, y algunos aplauden. Se percibe aquí cierta frialdad. Dylan opta por mantenerse dentro del country en los dos siguientes temas: I´ll Be Your Baby Tonight del notable John Wesley Harding (1968) y la siempre aclamada Lay Lady Lay del mencionado Nashville Skyline. La vocalización de Dylan nos sorprende. La verdad es que no esperábamos interpretaciones tan vigorosas. El viejo está pasando por un buen momento, nos decimos con mucha satisfacción. Ambos temas, por lo demás, son abordados con acierto por una banda que muestra un perfecto ensamblaje tanto en la interpretación de esta línea country como en las violentas descargas rockeras que por momentos llevan al concierto a sus puntos más altos.

En Le Zenith, en cambio, Dylan apuesta por la controversial Tweedle Dee & Tweedle Dum, suerte de rockabilly que siempre está dividiendo a los fans de Dylan, que en su acercamiento al tema oscilan entre el carácter alegórico de la composición (el yo y el otro, el artista y el hombre común  y corriente, la metáfora política, etc) y su completa banalidad. Dylan roba los personajes de Alicia Tras el Espejo y los subvierte en una historia plena de matices ominosos, deslizando versos tales como:

Tweedle-dee Dum said to Tweedle-dee Dee
”your presence is obnoxious to me“

o concluyendo la historia violentamente:

Tweedle-dee Dum, he’ll stab you where you stand
”I’ve had too much of your company“
Says Tweedle-dee Dum to Tweedle –dee Dee.

Por cierto, el arreglo que ha hecho Dylan de esta canción que pertenece al Love and Theft (2001) se mantiene bastante fiel al original, adornado con los siempre estimulantes riffs de guitarra del virtuoso Stu Kimball, que en ningún momento abandona su posición en el extremo izquierdo del escenario, al lado de Dylan.

Luego de este tema, Dylan decide tocar por primera vez en lo que va del tour europeo Just Like a Tom Thumb´s Blues, proveniente del clásico álbum de 1965, Highway 61 Revisited. El arreglo en esta ocasión está más cerca de la descarga fulminante de Neil Young en la celebración del 30 Aniversario Musical de Dylan (sin llegar al éxtasis del viejo Neil) que de la versión sosegada original, por lo cual los franceses, enardecidos desde el arranque y deseosos de sonidos y acordes fuertes, se lo agradecen de todo corazón. Y yo también, sin duda alguna.

3.

Para Oberhausen, Dylan prefiere explorar a través de una variada panoplia musical que incluye el rock, blues, reminiscencias del folk, country e incluso un country en ritmo de vals. Sus tres entregas siguientes son sorprendentes: High Water, To Ramona e It´s Alright, Ma (I´m only Bleeding). Un contraste genial: un vals (To Ramona, del cuarto álbum de Dylan, Another Side of Bob Dylan, 1964) acunado entre dos rocks poderosos, enérgicos, vitales, con un Dylan desbocado, contorsionándose sobre sus teclados y una voz bronca, áspera, en perfecta armonía con el arreglo instrumental, que en esta ocasión trae otras novedades: para Highwater (proveniente del Love & Theft, 2001) Donnie Herron nos inquieta con el banjo, y luego en el infaltable It´s alright...(del fundamental Bringing It All Back Home, 1965) suaviza en ocasiones con su violín, algunos tramos conducidos por los duros acordes de la guitarra líder de Stu Kimball, aunque a ratos, ese violín inquieta y dramatiza. Realmente son interpretaciones brillantes que calientan aún más la ya cálida noche de la Arena de Oberhausen.

El esquema desarrollado en Le Zenith para las entregas 5, 6 y 7, es similar al de Oberhausen, invirtiendo el orden de presentación de los dos temas rock y cambiando el vals por el clásico country Girl of the North Country (del álbum Nashville Skyline), en donde, lamentablemente es posible percibir algunas de las carencias vocales de Bob. Los tiempos, sin duda, han cambiado y la voz de Bob se ha ido engrosando cada vez más. A pesar de ello, Dylan ha sabido armonizar sus cambios vocales con la instrumentación y con el tono de la composición. De allí que sus dos últimos álbumes (Time Out Of Mind y Love & Theft), en los que el cambio de voz es ostensible, no sólo alcanzan la categoría de la excelencia sino que sobre todo son entrañables, absolutamente entrañables. Pero, volviendo a Girl of the North Country, no fue precisamente la emoción lo que faltó allí, y a pesar de algunas limitaciones de Bob para los temas lentos o intimistas, el sentimiento cariñoso por aquellas  viejas canciones que le recuerdan los amores pasados finalmente termina por imponerse. En cuanto a las interpretaciones de It´s Alright, Ma.... y High Water, únicamente podemos decir que son igual de soberbias que en Oberhausen. Y los franceses, una vez más con sus aullidos, brazos en alto y aplausos, así se lo hacen saber al viejo Bob, que por razones que sólo él y su cómplice, el bajista Tony Garnier, conocen, deciden hacer aquí una pausa imprevista, retirándose luego de siete temas a un descanso de diez minutos.

De acuerdo a la información revisada, Dylan no ha hecho intermedio alguno en sus presentaciones en lo que va del Tour Europeo y tampoco lo ha realizado en el Tour Americano de este año. Transcurrido el corto e improvisado intermedio, las luces del coliseo se apagan una vez más, el humo blanco vuelve a brotar y las luces del escenario se encienden. Entonces, es posible apreciar, aparte del cambio de sombrero –ahora tiene encasquetado uno blanco en lugar del negro con el que empezó el concierto- a un Dylan recargado, que sin mayores contemplaciones efectúa una nueva y brillante descarga rockera con Drifter´s Escape, que rápidamente nos hizo olvidar sus orígenes country del que proviene (John Wesley Harding, 1968). Lo cierto es que algunos versos, más allá de las connotaciones religiosas que ellas tienen y que corresponden a esa etapa de nuevo florecimiento en la evolución de un Dylan que acababa de pasar por un momento traumático,   poseen resonancias vigentes  en la Francia o Europa de hoy:

Outside the crowd was stirring
You coud hear it from the door
Inside, the judge was stepping down
While the jury cried for more

Así de contradictorio, puede ser Dylan,  quien vuelve al ataque y toma por segunda vez posesión del  centro del escenario, y sopla su armónica con emoción, como en los viejos tiempos cuando él y su guitarra acústica fascinaban al auditorio. Y mientras tanto, Donnnie Herron dulcifica la melodía con una mandolina tocada con aplicación y certeza. 

4.

Y tras el rugido y la tempestad, viene la calma con el sentimental e irónico It Ain’t Me, Babe, que Dylan subraya y finaliza con la armónica, teniendo como apoyo a un Tony Garnier que se luce con el contrabajo mientras Stu Kimball y Donnie Herron hacen lo suyo con la guitarra líder y la guitarra steel, respectivamente. Este viejo tema también pertenece al Another Side of Bob Dylan, álbum que anunciaba ya en 1964 que Dylan se preparaba para emprender nuevas rutas musicales. Escucharlo ahora cantar en tono emocionado y grave que él, ”definitivamente no es la persona nunca débil y siempre fuerte a la que ella busca“, y con el cálido arreglo instrumental diseñado para la ocasión, fue sencillamente estupendo.

Pero Dylan, nos depara luego otra sorpresa: el rockerísimo Highway 61 Revisited, originario del álbum del mismo nombre, uno de los puntales más altos de su discografía y que significó en su oportunidad la clausura definitiva del folk en su carrera. La versión escuchada en Le Zenith es desaforada, dura y sarcástica. Las guitarras suenan afiladísimas, el sonido es atronador. Con el paso de los años esta canción no ha envejecido y mantiene vivo, a pesar de los cambios posibles en la composición, su dinamismo y originalidad.

Y mientras en esta parte en Le Zenith Dylan se despacha a su gusto y a gusto de los oyentes con un rock potentísimo, en Oberhausen opta por el acústico The Times They Are A-Changin´, el controversial Tweedle Dee & Tweedle Dum y la certera Ballad of Hollis Brown. Un trío que se desplazaba entre la profecía, la ironía y la denuncia social. Pues, una vez más, esos versos:

There’s a battle outside and it is ragin’
It’ ll soon shake your windows and rattle your walls
For the times they are a changin’

son una clara alusión a lo que ya empezaba a ocurrir en el París de Chirac y Sarkozy y que pronto adquiriría un vuelo inusitado en gran parte de Francia y en los países vecinos. Tweedle Dee...con sus pequeños apuntes rockeros (bien por el eficacísimo Stu) no dejó de lado las aristas burlonas con el que Dylan suele interpretar aquellos temas de apariencia anodina. Ballad of Hollis Brown, perteneciente a la misma camada de The Times..., fue en su origen un corte netamente acústico: Dylan, voz y guitarra, en aquella época encerraba y connotaba en su interpretación una rabia escondida. Ahora, el buen Bob, con su voz trajinada por el paso del tiempo y la mala vida, con Donnie Herron en el Banjo, Denny Freeman en la guitarra acústica y Tony Garnier en el contrabajo, le confiere al tema cierta serenidad no exenta de emoción y compromiso.

5.

Los tres temas siguientes en Le Zenith –A Hard Rain’s A –Gonna Fall, I Don’t Believe You y Desolation Row- siguen con el repaso de clásicos de los sesenta a los que Dylan se ha venido remitiendo con mucha continuidad en este Tour, como si la crisis actual de la que ahora es testigo, le demandara poner nuevamente en vigencia (aunque, la verdad, nunca la perdieron) a aquellas canciones que se nutrieron de las turbulencias político sociales de aquellos años (A Hard Rain...), que revisitaron amores contrariados (I Don’t Believe You) o que sirvieron de pretexto para crear el fascinante desfile de personajes reales e inventados, perdedores y marginales de Desolation Row. Apenas iniciada A Hard Rain... recibió la ovación esperada, I Don´t Believe You, subrayada por la armónica de Bob nos traslada, en su nueva concepción a la versión acústica original (del Another Side of Bob Dylan),  más que a la tantas veces escuchada adaptación eléctrica que aparece en el disco de The Last Waltz. Y lo que, definitivamente, es un punto elevadísimo del concierto es la maravillosa interpretación (me acordé de ti, Gaby, por el gran aprecio que le tienes), de Desolation Row. Gracias Donny por esos delicados sonidos de mandolina, gracias Bob por ese ”carnival tonight on Desolation Row“.

En Oberhausen, luego de la interpretación sentida de Ballad of Hollis Brown, Dylan levanta los ánimos con la virulenta Highway 61 Revisited cuya interpretación tiene caracteres similares a los que posteriormente efectuaría en Le Zenith. Sonidos afilados de guitarra y un Dylan inspirado que nos señala que todos los caminos conducen a la proverbial Autopista 61. Y luego, un cambio a los setenta –Tangle Up In Blue - tema inaugural de lo que seguimos considerando como uno de los más grandes álbumes de Dylan, tanto por el elemento confesional –extraña mezcla de dolor, reproche e ironía –como por la interpretación que evidencia esa entrega espontánea y original al momento de la grabación. La versión de Dylan en Oberhausen, también acústica, pautada por el sonido limpio de la guitarra de Stu Kimball, la percibimos suave, sutil, fascinante, aún cuando, es cierto, por momentos la voz de Dylan muestra los estragos que el tiempo ha dejado en ella. Pero, luego nos aguarda una nueva joya: una interpretación increíble de Mr. Tambourine Man, lenta, apacible, emotiva, que nos lleva una vez más a preguntarnos, ¿lo que estamos escuchando es Mr. Tambourine Man? o ¿cómo puede Dylan efectuar tales arreglos fascinantes y hacer de ella una canción diferente?

6.

Y es que para este viejo trovador, un concierto no es motivo para repetir mecánicamente lo que se creó en la soledad de una habitación o en el estudio de grabación. Para Dylan, la labor creativa se prolonga más allá de esos ámbitos y llega hasta el mismo escenario donde continuamente está improvisando, y ello es posible percibirlo –logramos captar algunas descoordinaciones- tanto en Oberhausen como en Le Zenith, especialmente en este último escenario. Pero –no malinterpretemos lo visto- son precisamente esas pequeñas fallas, percibidas, por lo demás, por los más avisados o conocedores del repertorio dylaniano, que ponen en evidencia tanto la espontaneidad y frescura de muchas de las interpretaciones como el intenso trabajo creativo de Bob en el mismo momento en que está teniendo lugar el concierto. 

A Dylan jamás se le podrá exigir que ejecute sus éxitos tal como lo hizo en el pasado o que suene como en el disco. Tanto lo que dice (la composición, la idea, la intención o el mensaje, si lo hubiera) como la manera de expresarlo (el arreglo vocal e instrumental) dependen de su estado de ánimo, del momento creativo por el que está discurriendo, o del grado de estimulación o libertad que pueda sentir sobre el escenario. Y por ello, como en el teatro, jamás un concierto es igual a otro. Ya lo hizo notar por allí un fan dylaniano al referirse a la versión de Tangle Up In Blue en Oberhausen: un cambio en la letra y una vacilación en la interpretación. Claro está, nuestra observación fue distinta, pero en todo caso, sin renunciar a nuestra opinión –que seguimos pensando que fue una versión maravillosa- es posible que no le falte razón. Cuestión de percepciones, de idioma, pero también de familiaridad con las interpretaciones en vivo de Dylan. Y nosotros, vale recordarlo, es la primera vez que lo vemos en vivo y en directo.

7.

Por otro lado, Dylan jamás se detiene a enseñarles a los músicos lo que tienen que tocar, él inicia su interpretación y los demás lo siguen, observando sus movimientos o escuchando con suma atención los acordes de su piano como ayer los de su guitarra. Por ello Dylan exige disponer de una banda con músicos de primera línea, intuitivos, conocedores de su música y de su estilo, como The Band, como Tom Petty y los Heartbreakers (un saludo a Mike Campbell y su guitarra líder a quien se le puede ver y  escuchar en el vídeo Hard To Handle, testimonio de la gira de Dylan por Australia en el 86). Y esta gran banda, seleccionada para el tour europeo y liderada por el gran Tony Garnier, no va a la zaga de la otras tantas que han acompañado al viejo Bob en su tour interminable.

Pero antes de continuar con el relato de lo que vimos y oímos en el concierto, vamos a incluir unas observaciones de Eric Clapton, que consigna Paul Williams en su estudio sobre los años de madurez de Bob Dylan: ”Él simplemente empieza a tocar algo a su aire y cuando empieza a tocar, especialmente si se está grabando, dice, ”Es así“ [Eric rasguea una guitarra imaginaria]... Si no lo has cogido, adiós a la canción. Tienes que ser muy rápido. Yo me limitaba a mirarle las manos, porque no sabía lo que iba a tocar. No sabía los cambios de acordes ni nada. Yo simplemente escuchaba su voz y le miraba las manos .... Era dinamita. Buenísimo. Muy cínico, pero buenísimo [Entrevistador: ¿Por qué cínico?] Porque no parecía importarle si había alguien que le escuchara o le mirara ni nada. Tan pronto te volvía la espalda como te miraba“ .

Tal es una de las razones, nos parece, por lo que la disposición de la banda a lo largo del concierto y de los diferentes escenarios se mantiene invariable: de izquierda a derecha (desde el punto de vista del espectador), Stu Kimball con la guitarra líder, Bob con sus teclados a su lado, Donnie Herron a continuación a cargo del violín, mandolina y la guitarra steel, George Recile y sus tambores en el centro y hacia el fondo, luego Tony Garnier a cargo del bajo y Denny Freeman con su guitarra rítmica en el extremo derecho.  La disposición es, en cierta manera en un semicírculo amplio, y todos mirando a Dylan que, pareciera guardar un perfil bajo refugiado tras sus teclados y con un sombrero que ayuda a mantener su rostro envejecido y flaco en penumbra.

Insistimos, esta disposición no es gratuita, es fundamental para que los músicos sepan cómo seguirlo, y por ello Stu no se mueve de la posición cercana a Dylan. Desde donde está puede ver los movimientos de Dylan sobre el teclado, y claro, Stu es intuitivo y aplicado, su experiencia de haberlo acompañado en el tour americano le permite entrar con precisión en sus solos de guitarra.  Y algo más, Tony Garnier, viejo compañero de Dylan está situado frente a él, lo conoce, adivina lo que el viejo quiere hacer y lo apoya con precisión y maestría. A lado de Tony está el baterista y la guitarra rítmica que lo siguen lealmente en la aventura musical de cada noche. Y un dato final: Dylan jamás habla con el público y tampoco lo hace con los miembros de la banda, salvo con Tony Garnier, quien hace, a su vez de portavoz ante el resto del grupo.

8.

El último tema antes del encore, tanto en Oberhausen como en París, es –tal como lo adivinamos, teniendo en cuenta lo ocurrido en los conciertos anteriores- Summer Days, que proviene del Love & Theft (2001). Esta versión es bastante cercana al original, con algunas descargas rockeras de Stu, que hacen de ella un tema lo suficientemente sólido como para que el público lo reciba con fervor.

Claro está, Summer Days, a pesar de su swing, no es precisamente el clímax que hubiéramos deseado como final de esta parte, sin embargo, nos damos por satisfechos, por el ensamble ajustado de la banda: los solos de Stu, la solvencia de Tony en el bajo, la energía de Recile en los tambores. Digamos de paso, que es aquí donde Dylan habla por única vez para presentar a la banda. Aplausos para cada uno de ellos, pero el público es más generoso, tanto en Oberhausen como en Le Zenith con el notable y fiel Tony Garnier.

Y con el estruendo final y la ovación cerrada, Dylan se dirige al centro del escenario llevando su armónica, y con los músicos a su lado (él en el centro), hace un pequeño gesto de despedida, otra pequeña indicación a Tony, y salen disciplinadamente del escenario uno detrás de otro. Sólo allí nos hemos podido dar cuenta que Dylan no es tan alto como lo habíamos imaginado (recordando el vídeo de Hard To Handle). Sobre el fondo del escenario, las cortinas levantadas y el logotipo del tour en azul  (un ojo, sobre el cual hay una  suerte de corona). Las luces se apagan, pero es posible percibir la sombra de algunas personas retirando las guitarras.

Pero, lo sabemos, falta el encore. Para este tour, Dylan está interpretando dos temas adicionales luego del set inicial de catorce, previo descanso de cinco o diez minutos. Las posibilidades no son muchas a la luz de lo ocurrido en las presentaciones anteriores: All Along The Watchtower es fijo como tema final, el otro varía, de manera alterna, entre Don´t Think Twice, It´s Alright y Like A Rolling Stone. Así que hechas la cuentas, en Oberhausen toca Don´t Think Twice... y Watchtower y en París, Like A Rolling Stone y Watchtower. No nos equivocamos, se cumple lo previsto.

9.

En Oberhausen tras los aplausos que siguen a Summer Days, Dylan se retira de la manera antes descrita. La zona stand-up es la que más se agita pidiendo el retorno de Bob y la banda, en las graderías la gente aguarda con cierta tranquilidad. Sentimos que nuestra emoción va a contracorriente de lo experimentado por el público local. O será tal vez que la procesión va por dentro y que quizás les resulta difícil exteriorizar sus pasiones o emociones. Recordamos, entonces, a algunos de los personajes de Fassbinder, Herzog, Wenders y pensamos que tal vez, efectivamente, ellos son así, fríos, cerebrales, pero, definitivamente, ni insensibles ni indiferentes al talento de un Bob que a pesar del duro trajín al que está sometido en este tour  cada noche hace lo suyo con maestría y pasión. Así pues, todos esperan en sus asientos –muy disciplinados eso sí- el reinicio del concierto en este tramo ya final. Hay que mencionar, además, que en ningún momento la gente se pone de pie, respetando, claro está, al que se encuentra detrás, al que no hay que molestar pues para ello ha pagado su entrada. Y, bueno, Dylan, el muy bribón,  se hace esperar. Estamos a punto de creer que ya no vuelve a salir. Casi diez minutos transcurren antes de ver su silueta y la de los cinco integrantes de la banda retomar sus posiciones detrás de sus instrumentos.

Don’t Think Twice... es interpretada por la banda en su versión acústica, es decir Stu con la guitarra acústica y Tony Garnier en el contrabajo. Dylan incursiona con la armónica, pero sin abandonar los teclados. Emoción y alegría al mismo tiempo en esta versión sentida y siempre bienvenida. Como despedida final la banda ataca, sin mayor preámbulo, el esperado All Along The Watchtower. Sonidos vigorosos e inolvidables de una banda –fabulosa banda rockera- que se despide por todo lo alto. Y nosotros, con el corazón henchido de entusiasmo y agradecimiento.

10.

En Le Zenith, el panorama es diferente. Tras el final de Summer Days, los aplausos, gritos y zapateos continúan  durante la despedida de Dylan y su banda y no se detienen hasta que cinco minutos después, o tal vez menos, retoman sus posiciones y arrancan con Like a Rolling Stone. Tremenda ovación, entusiasmo contagiante, adrenalina al máximo. Tanto la zona stand-up como las graderías retumban en honor de este viejo genial que, casi podemos afirmarlo, morirá con las botas puestas como aquellos legendarios héroes del Far West.

Emoción indescriptible, por parte nuestra, al empezar a escuchar las guitarras que preceden a aquella frase inconfundible: ”Once upon a time....“. Aquí no hay el inicial y conmovedor golpe de baquetas con que arranca la versión original. Diremos más bien que se inicia con un sonido de guitarras parecido al de la versión MTV Unplugged (1995), pero con la diferencia que son los sonidos enérgicos de guitarras eléctricas que confluyen armoniosas para dar el marco necesario a un Dylan arrebatado, que hace de esta versión una nueva creación. Ojalá que alguna vez podamos escuchar una selección de este tour, si no en un disco oficial, en un bootleg, de esos que suelen aparecer con cierta frecuencia en algunos lugares de Europa. Esa selección, necesariamente deberá tener esta versión.

Dylan no canta solo. La gente conoce la composición y la corea, especialmente los estribillos, hermosos, inquisidores, vigentes:

How does it feel
How does it feel
To be without a  home
Like a complete unknown
Like a rolling stone?

Al mismo tiempo imaginamos esa versión primera con Al Kooper dejando su huella en el extremo de los teclados, de donde sacaba esos sonidos de órgano inolvidables, también aquella otra inmortalizada en el Teatro Budokan acompañada de sonidos de vientos o aquella versión bluesera de la Isla de Wight y, asimismo, esa interpretación con The Band en la gira de 1974, con un Dylan vitalísimo y desbordado. La que escucho ahora en Le Zenith es esa y todas a la vez. Todas las voces, todas. Todas las versiones, todas.

Y sobre la multitud enfervorizada llueven ahora los sonidos broncos y poderosos de All Along The Watchtower, en versión similar a la ejecutada en Oberhausen. Proveniente del disco country John Wesley Harding, conserva muy poco de esa interpretación. Se suele contar que luego de haber escuchado lo que hizo de este tema el increíble Jimi Hendrix en la Isla de Wight, Dylan dejó a un lado la versión acústica y la convirtió en un rock furioso y demoledor. Lo que escuchamos ahora en Le Zenith, como días atrás en Oberhausen, es precisamente eso: una interpretación –gracias George por darle duro a esos tambores mágicos- que remueve los cimientos de los escenarios y se queda para siempre en nuestros corazones.


- VI -

1.

Diecisés temas en total interpretó Dylan en cada uno de los escenarios, al cabo de los cuales, una vez más se paró frente al  público, al lado de los miembros de su banda, y tras un ligero saludo de despedida (armónica en mano) y un gesto a Tony Garnier, se retiró definitivamente. El concierto era ya historia, cuando las luces del escenario se apagaron y hacia el fondo, sobre el telón, quedó proyectado en tonos azules el logotipo (Dylan eye logo) del tour 2005.

La discografía oficial de Dylan comprende más de cuarenta títulos, que incluye los discos en vivo, las antologías conocidas como Greatest Hits y la denominada serie de Bootlegs (oficializados) así como el CD No Direction Home, que acaba de salir a la venta y que incluye las canciones del film que Martin Scorsese ha hecho sobre los años aurorales de Dylan. Llama la atención, sin embargo, que en sus conciertos Dylan haya optado por excluir sus composiciones de los setenta – con la notable excepción de Tangle up in Blue, que interpretó en Oberhausen – de los ochenta y, asimismo, de los noventa.

Tanto en Oberhausen como en París, Dylan acudió básicamente a su repertorio de los sesenta. Así, en la Arena de Oberhausen, interpretó doce temas compuestos entre 1962-63 y 1969, y que corresponden a los siguientes álbumes: The Freewheelin’ Bob Dylan, 1962-63, (1); The Times They Are A-Changin’, 1963, (2); Another Side Of Bob Dylan, 1964, (1); Bringing It All Back Home, 1965, (3); Highway 61 Revisited, 1965, (1); John Wesley Harding, 1968, (2), Nashville Skyline, 1969, (2).  El repertorio se completó con un tema del álbum Blood On The Tracks (1974) y tres temas del Love & Theft (2001). 

En Le Zenith, París, la composición del repertorio no sufrió variaciones sustanciales en relación con lo sucedido en Oberhausen, y así trece temas de los sesenta fueron interpretados por este Dylan memorioso: The Freewheelin’ Bob Dylan, 1962-63, (1); Another Side Of Bob Dylan, 1964, (2); Bringing It All Back Home, 1965, (2); Highway 61 Revisited, 1965, (4); John Wesley Harding, 1968, (2), Nashville Skyline, 1969, (2).  El repertorio incluyó además tres temas del Love & Theft (2001). 

2.

Difícil adivinar las razones de Dylan para efectuar tal selección. La razón más epidérmica tal vez sea aquella que tiene que ver con la revisión que acaba de hacer Scorsese de los años de ascenso y gloria de Dylan y que van desde 1962 hasta 1966, cuando ocurre el accidente de motocicleta y que ocasionó su alejamiento de los estudios de grabación y de los escenarios por dos largos años. Dylan jamás ha hecho giras de promoción de sus discos, si bien en los conciertos que ha dado luego de la publicación de alguno de ellos, ha incluido un buen número de los últimos temas. Pero, también es cierto que a la luz de lo mostrado por Scorsese, muchos de los temas allí incluidos han probado continuar vigentes y, especialmente, han servido para conectar con nuevas generaciones de jóvenes que empiezan a conocer y a amar la música de Dylan.

Lo otro, que puede ser discutible, por cuanto Dylan siempre tiende a marcar distancia con aquellos que pretenden ver en él a un crítico del sistema, a un profeta o a un cantautor comprometido, es afirmar que muchas de las canciones incluidas no sólo en el repertorio ejecutado en Oberhausen y Le Zenith sino en el tour europeo que está ya por concluir (el 15 de noviembre empezaron los conciertos finales en Inglaterra) obedecen a una intención de aludir de manera sutil o metafórica a las crisis y problemas por los que están pasando algunos países europeos, especialmente Francia, sin dejar de lado aquellos otros en los cuales el inconformismo, la segregación y la desocupación se están convirtiendo en las semillas de la revuelta, el reclamo airado o, tal vez más adelante, el movimiento ¿subversivo? organizado. Sin embargo, hay coincidencias y correspondencias. Pero, al fin y al cabo, si ello es fortuito o no, no interesa, puesto que en última instancia, y como corresponde al resultado de la obra de un artista, ésta ya no le pertenece a él sino a todos aquellos que están en condiciones de apreciarla y admirarla. Por tanto, bien podemos ser suspicaces y pensar que al viejo Bob se le ha ocurrido ahora pensar u opinar en voz alta y hacernos partícipes de sus preocupaciones actuales.

Pues, ciertamente, nada de lo que ocurre en el mundo de hoy le es ajeno. Y Dylan es muy consciente de lo revuelto que anda el mundo, aún cuando nunca se refiere a ello directamente. Porque a pesar de esa declaración de independencia e individualismo que es Maggie´s Farm, con la que abrió sus conciertos, Dylan –siempre contradictorio y con esa moral del fronterizo que lo pone en la línea de Humphrey Bogart, Malcolm Lowry, Pike Bishop (el William Holden de La Pandilla Salvaje), José Alfredo Jiménez y toda esa amplia galería mencionada por Manolo Marinero (1) - también manifiesta en High Water, y con pasión y a su estilo , que:
                                              
It’s bad out there
                                               High water everywhere.

Aclaremos, de paso, que no es que Dylan haya olvidado sus viejas canciones y que ahora las retome. No. Él siempre ha estado recreándolas, tal como en algún momento lo hemos expresado en esta nota. Cambios en la composición literaria o variaciones en la música han sido la constante del trabajo en directo del viejo Bob. Empero, nos llamó la atención que haya dejado fuera en estos conciertos (Oberhausen y París, pero también en los anteriores lugares donde se ha presentado), canciones de álbumes fundamentales como Oh Mercy (1989), Infidels (1983), Street Legal (1978), New Morning (1970), Planet Waves (1974), Desire (1976) o el mismísimo Blonde on Blonde (1966). Hubiéramos querido escuchar también Shooting Star, Jokerman, New MorningIsis, Visions of Johanna, por nombrar algunas canciones que en el pasado ha ejecutado en el escenario.

Sin embargo, para este tour, el buen Bob optó por las canciones definitorias de sus años de juventud, de raigambre social, remembranzas de amores lejanos o contrariados o alusivas de manera indirecta o metafórica al orden existente. Lo cual, ciertamente, no es poco, y más bien, agradecidos y emocionados traemos a colación la expresión de uno de los muchos seguidores de Dylan que afirmó apasionadamente que este viejo anárquico y consecuente, sigue firme y fuerte como la atalaya (watchtower) de la canción con que puso un glorioso final a su concierto.

3.

Unas palabras finales: en el tranvía de regreso de la Arena al centro de la ciudad de Oberhausen, colmado de fans de Bob, jóvenes alemanes, que apenas si pasaban de los veinte años cantaban a viva voz:

Hey! Mr. Tambourine Man, play a song for me
I’m not sleepy and there is no place I’m going to
Hey! Mr. Tambourine Man, play a song for me
In the jingle jangle morning I’ll come followin’ you

Y ya, descendiendo del tranvía, uno de ellos, en tono apasionado gritó: ¡Qué hermosa noche hemos tenido! Sí, fue muy hermosa (¿verdad que sí, Ceci?, ¿verdad que sí, Hernán?) Cruzamos el Atlántico para ver a Bob y encontramos alegría, emoción, generosidad, belleza y amistad.

 ¡Forever young, Bob!

Lima, 16 de noviembre de 2005

Notas:

(1) ”Estar en la frontera significa estar en el límite. Ser de la frontera significa vivir  en el límite o ser de una manera que con frecuencia se está en el límite. Ser un frontera significa ser de un modo que le hace a uno vivir en el límite. Voluntariamente o instintivamente o irremediablemente. Por convicción y elección, o por necesidad desesperada. Los fronterizos van hasta el final de sus posibilidades... los fronteras son considerados personas que van al ataque, cuando en realidad lo que hacen es una defensa de derechos, principios personales, de su vida tal como la han encontrado por desdicha o tal como la han construido con esfuerzo, o de sus ilusiones“. Y luego, Manolo Marinero ( Humphrey Bogart-Ediciones JC, Madrid), se lanza a una extensa lista de personajes que se ajustan a la definición propuesta. Nosotros, nos atrevemos a incluir en ella a Dylan.


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